La población: insostenible.
El pasado auguraba naves espaciales, conquista de planetas y abundancia en recursos dispersados a través de la galaxia. Mundos enteros rebosantes de vida, con millones de humanos desplazándose, moviéndose y construyendo vidas sin dificultad ni barreras.
Diane lo sabía porque lo había leído en sus libros. Diane también había leído la prensa, antes la leía periódicamente, cuando se preocupaban de que un diario llegara hasta valla del refugio donde ella y su familia se hospedaban, como millones de humanos más en esos campos de supervivencia, rodeados, envueltos y sepultados bajo toneladas de escombros. Con miseria como único estilo de vida.
Pero Diane, que en un pasado era capaz de ver como su aparición entre las páginas de los periódicos era habitual, como alguien de quien preocuparse, como alguien pobre a quien mandar dinero al tercer mundo; ya no podía ver entre ellas ni la más mísera mención a lo que ocurría en los países de los que ya nadie hablaba.
Paulatinamente, habían dejado de cobrar importancia y su figura se camuflaba detrás de los más triviales y superfluos asuntos que ocupaban las mentes de los habitantes del primer mundo.
Eso sí, desde su desaparición de la prensa internacional, la población mundial se redujo de dieciséis mil millones de habitantes a once mil millones. Y el número seguía cuesta abajo.
No únicamente a causa de la falta de recursos que había ocasionado la desaparición de organizaciones internacionales de ayuda, envíos de soporte económico de sus ciudadanos o ayudas especiales y ocasionales; sino además la aniquilación de tribus enteras, de campos de refugiados, de contaminación de las aguas y deliberada falta de ayuda y atención médica a los habitantes de dicho pobre país.
Diane entendía porque, comprendió el motivo, pero nunca fue capaz de perdonar tal acto. Cinco mil millones de personas fallecidas porque los otros millones residentes de países desarrollados hubieron vuelto la cabeza, de nuevo, hacia sus abultados ombligos.
Justicia, la necesaria. Dignidad, la asequible. Igualdad, en conveniencia.
El mundo dejó de ser pobre porque el mundo ignoró la pobreza.
Ahí, en la alta sociedad, los obreros recibían aplausos, halagos y felicitaciones porque habían seguido las instrucciones: ‘’¡Bien, bien! Ciudadano. Colabore con su estado y no tenga más de dos hijos.’’
Y mientras ellos comían, dormían y trabajaban creyendo en su falso mérito como ciudadano del mundo, manos ocultas se filtraban para cortar la vida de los lugares más remotos y de poca importancia.
Pero un lugar remoto sigue siendo un lugar de susodicho planeta Tierra, que desierto y muerto, desciende la escalera de la dignidad; pues la dignidad es también un recurso y, cuantos más dispuestos a recibir de ella, menos hay para todos.
‘’Ya no hay.’’ Pensó Diane.
‘’¿Qué no hay?’’ respondió una voz.
‘’No lo sé seguro. Pero ya no hay.’’
//alex
Población: Insostenible
Autor: Nikolay Pavlova
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Cuento publicado el 25 de Octubre de 2018
El pasado auguraba naves espaciales, conquista de planetas y abundancia en recursos dispersados a través de la galaxia. Mundos enteros rebosantes de vida, con millones de humanos desplazándose, moviéndose y construyendo vidas sin dificultad ni barreras.
Diane lo sabía porque lo había leído en sus libros. Diane también había leído la prensa, antes la leía periódicamente, cuando se preocupaban de que un diario llegara hasta valla del refugio donde ella y su familia se hospedaban, como millones de humanos más en esos campos de supervivencia, rodeados, envueltos y sepultados bajo toneladas de escombros. Con miseria como único estilo de vida.
Pero Diane, que en un pasado era capaz de ver como su aparición entre las páginas de los periódicos era habitual, como alguien de quien preocuparse, como alguien pobre a quien mandar dinero al tercer mundo; ya no podía ver entre ellas ni la más mísera mención a lo que ocurría en los países de los que ya nadie hablaba.
Paulatinamente, habían dejado de cobrar importancia y su figura se camuflaba detrás de los más triviales y superfluos asuntos que ocupaban las mentes de los habitantes del primer mundo.
Eso sí, desde su desaparición de la prensa internacional, la población mundial se redujo de dieciséis mil millones de habitantes a once mil millones. Y el número seguía cuesta abajo.
No únicamente a causa de la falta de recursos que había ocasionado la desaparición de organizaciones internacionales de ayuda, envíos de soporte económico de sus ciudadanos o ayudas especiales y ocasionales; sino además la aniquilación de tribus enteras, de campos de refugiados, de contaminación de las aguas y deliberada falta de ayuda y atención médica a los habitantes de dicho pobre país.
Diane entendía porque, comprendió el motivo, pero nunca fue capaz de perdonar tal acto. Cinco mil millones de personas fallecidas porque los otros millones residentes de países desarrollados hubieron vuelto la cabeza, de nuevo, hacia sus abultados ombligos.
Justicia, la necesaria. Dignidad, la asequible. Igualdad, en conveniencia.
El mundo dejó de ser pobre porque el mundo ignoró la pobreza.
Ahí, en la alta sociedad, los obreros recibían aplausos, halagos y felicitaciones porque habían seguido las instrucciones: ‘’¡Bien, bien! Ciudadano. Colabore con su estado y no tenga más de dos hijos.’’
Y mientras ellos comían, dormían y trabajaban creyendo en su falso mérito como ciudadano del mundo, manos ocultas se filtraban para cortar la vida de los lugares más remotos y de poca importancia.
Pero un lugar remoto sigue siendo un lugar de susodicho planeta Tierra, que desierto y muerto, desciende la escalera de la dignidad; pues la dignidad es también un recurso y, cuantos más dispuestos a recibir de ella, menos hay para todos.
‘’Ya no hay.’’ Pensó Diane.
‘’¿Qué no hay?’’ respondió una voz.
‘’No lo sé seguro. Pero ya no hay.’’
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