No hay aire respirable en este planeta, demasiada radiación y lluvia acida…. En fin, al parecer este es un mundo muerto. El explorador Getru observaba desde su modulo, con desazón, aquel patético paisaje… un terreno yermo, arrasado, del cual asomaban, como desgastadas costillas, los restos de lo que pudo ser un poblado, una ciudad,… en realidad no lo sabía. En verdad, nadie sabía nada de lo que sucedió en este mundo. Cuando las avanzadas de la flota Ignum 34 llegaron a este sistema planetario hace casi dos siglos, este mundo ya estaba así. Lo más extraño de todo es que la información que se había rescatado del misterioso aparato que nos condujo a las coordenadas de este planeta nos decían otra cosa. Mostraban un mundo rebosante de vida, seres muy similares a su raza, los Hormuz, flora y fauna bullente, agua en cantidades abismales. Todo esto abrió el camino a la esperanza en nosotros, quienes vagábamos por el Universo desde milenios buscando un mundo que nos cobijara, después que nuestro planeta natal fue consumido en la gran “Guerra Civil Final”, después de la cual entendimos el precio de nuestra arrogancia e ineptitud para resolver nuestros problemas, pero ya era muy tarde,…. habíamos destruido nuestro hogar, lo cual nos convirtió en nómadas, seres errantes, auto desterrados, que buscaban un nuevo comienzo.
El explorador Getru monitoreaba constantemente el planeta en busca de signos de recuperación del mismo, escaneaba la superficie esperando que el sistema detectara cualquier señal inusual en el planeta, que pudiera indicar que la vida empieza a renacer, pero nada. Los largos días de exploración se sucedían uno tras otro. Getru había organizado toda su rutina a fin de no ser vencido por el tedio de su misión. Organizaba cada una de las celdas de energía una y otra vez, revisada los niveles de plasma, hasta el punto de la repetición innecesaria. Limpiaba su arma constantemente. Cumplía con enviar puntualmente su informe a la flota principal, la cual continuaba en su eterna misión de búsqueda de un nuevo hogar, dejando en cada mundo factible de ser habitado un explorador como Getru.
Getru había nacido durante el éxodo de su pueblo, sus padres pertenecían al supremo consejo del Regente eterno Zargyu, por lo cual no tuvo una infancia con mayores necesidades. Recibió la mejor educación y privilegios que sus padres le pudieron otorgar. Pero a pesar de todo siempre fue un solitario, a veces ermitaño, observando, en ocasiones por horas, las estrellas y galaxias. No gustaba de reuniones sociales, es más las detestaba, por eso cuando se dio la oportunidad en el punto de vigilancia de este planeta aceptó sin vacilar, ante los reclamos airados de sus padres quienes no entendían que su hijo optara por tan ignominiosa labor, pero no pudieron evitarlo, la soledad era su compañera ideal.
Getru se despertó sorprendido por un sonido agudo que provenía de la sala de control de su modulo de exploración. Bajo de su cama y se dirigió raudamente hacia la fuente de ese sonido. El escáner central había detectado algo peculiar en la superficie, había detectado un objeto de contextura “blanda”. Aquello era raro pues en las actúales condiciones atmosféricas de este planeta, nada blando debía existir. Getru entonces puso rumbo a tierra… debía explorar aquello.
Debido a la altísima radiación que presentaba la atmosfera del planeta debía usar su traje sm-0, cuya cubierta repelía cualquier tipo de radioactividad nociva, lo cual permitía a este explorar sin inconvenientes. Se monto en el Aero deslizador individual y comenzó su camino hacia el punto de emisión de esta señal. Al llegar constató que la señal provenía desde un lugar cubierto de escombros y ruinas. Se acercó lentamente y pudo ver que había algo que quedaba en pié. Era una especie de edificio con grandes espacios que debieron ser alguna especie de ventanales y su techo se elevaba misteriosamente varios meteros desde el suelo. La señal se hizo más fuerte a medida que se acercaba a este. Miro con cierto temor, pensaba que estas ruinas, debido a su antigüedad, eran muy inestables y podían venirse abajo en cualquier momento, pero la incertidumbre por conocer la fuente de la misteriosa señal era mayor. Entró entonces al edificio. En el interior había un extraño ambiente, la tenue luz que se filtraba por los innumerables orificios de la construcción, iluminaba este escenario. Getru pudo ver que en sus costados había unas extrañas figuras que podrían representar como eran estos seres en vida, en todo caso era difícil determinarlo pues estaban muy deterioradas. A medida que fue avanzando pudo ver que en suelo se dispersaban pequeños montículo de polvo, ordenados casi simétricamente uno tras el otro en torno a una robusta mesa de piedra, ya muy desgastada por los siglos y las inclemencias de la atmosfera. El escáner continuaba enviando la señal, estaba muy cerca de la fuente, pero no era visible. Se acercó hasta la mesa de piedra y pudo ver que sobre ella había un extraño objeto al parecer fundido por calor. En ese momento el indicador del escáner le señaló a Getru que la fuente se encontraba bajo ese objeto. Con mucho cuidado procedió a separar aquella “cosa” de la piedra cuidando de no dañar lo que generaba la señal. Cuando lo hubo retirado este pudo ver que bajo de esta había una especie de materia de forma circular, muy delgada, apenas visible, Getru la extrajo con cuidado y la depositó en un contenedor de especies. La apreció largo tiempo. Cuando volvió la vista, pudo ver en lo que quedaba de pared del edificio un dibujo ya muy roído, en el cual aparecían estos seres de rodillas frente, al parecer, de su líder, que mostraba a estos la extraña “cosa” que había encontrado. Le inquietaba mucho que el “líder” tuviese unas extrañas heridas en sus manos y pies, quizá heridas de batallas o de guerras, pero eso debería esperar respuesta, lo importante era llevar su descubrimiento al módulo de exploración e informar de su hallazgo a la flota.
Al subir a su aero deslizador y disponerse a salir del edificio, Getru tuvo un terrible certeza. Pudo observar desde esa posición que, por su ubicación, aquellos montículos de polvo apilados unos junto a otros, no eran más que las pobres criaturas que una vez poblaron este inerte mundo, reunidas en torno a su posible objeto de adoración, buscando redención o tal vez esperando su castigo. Getru entonces pensó que nada pudieron hacer estos cuando las lenguas de fuego y destrucción acabaron con su planeta y los convirtieron en un parpadeo en polvo que poco a poco el viento de los siglos ha dispersado. Se dio cuenta que, una vez más, se reiteraba la historia de propio mundo, una historia cargada de intolerancias, avaricia, odio y venganza, que finalmente termina destruyendo todo a su paso. En todo caso tuvo el alivio de saber que, a diferencia de estos pobres seres, él y su raza pudieron tener una segunda oportunidad. Getru se apresuró a dejar ese lugar no sin antes mirarlo por última vez, esperando que cuando los suyos encuentren ese tan ansiado nuevo hogar, este no acabe como su natal planeta o como este, el tercer planeta del sistema 3 solaris. Salió de ahí, con una pequeña esperanza en sus manos, dejando nuevamente que el silencio y soledad reinen en ese lugar.
//alex
Aun queda Esperanza.
Autor: Marco
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Cuento publicado el 10 de Agosto de 2019
El explorador Getru monitoreaba constantemente el planeta en busca de signos de recuperación del mismo, escaneaba la superficie esperando que el sistema detectara cualquier señal inusual en el planeta, que pudiera indicar que la vida empieza a renacer, pero nada. Los largos días de exploración se sucedían uno tras otro. Getru había organizado toda su rutina a fin de no ser vencido por el tedio de su misión. Organizaba cada una de las celdas de energía una y otra vez, revisada los niveles de plasma, hasta el punto de la repetición innecesaria. Limpiaba su arma constantemente. Cumplía con enviar puntualmente su informe a la flota principal, la cual continuaba en su eterna misión de búsqueda de un nuevo hogar, dejando en cada mundo factible de ser habitado un explorador como Getru.
Getru había nacido durante el éxodo de su pueblo, sus padres pertenecían al supremo consejo del Regente eterno Zargyu, por lo cual no tuvo una infancia con mayores necesidades. Recibió la mejor educación y privilegios que sus padres le pudieron otorgar. Pero a pesar de todo siempre fue un solitario, a veces ermitaño, observando, en ocasiones por horas, las estrellas y galaxias. No gustaba de reuniones sociales, es más las detestaba, por eso cuando se dio la oportunidad en el punto de vigilancia de este planeta aceptó sin vacilar, ante los reclamos airados de sus padres quienes no entendían que su hijo optara por tan ignominiosa labor, pero no pudieron evitarlo, la soledad era su compañera ideal.
Getru se despertó sorprendido por un sonido agudo que provenía de la sala de control de su modulo de exploración. Bajo de su cama y se dirigió raudamente hacia la fuente de ese sonido. El escáner central había detectado algo peculiar en la superficie, había detectado un objeto de contextura “blanda”. Aquello era raro pues en las actúales condiciones atmosféricas de este planeta, nada blando debía existir. Getru entonces puso rumbo a tierra… debía explorar aquello.
Debido a la altísima radiación que presentaba la atmosfera del planeta debía usar su traje sm-0, cuya cubierta repelía cualquier tipo de radioactividad nociva, lo cual permitía a este explorar sin inconvenientes. Se monto en el Aero deslizador individual y comenzó su camino hacia el punto de emisión de esta señal. Al llegar constató que la señal provenía desde un lugar cubierto de escombros y ruinas. Se acercó lentamente y pudo ver que había algo que quedaba en pié. Era una especie de edificio con grandes espacios que debieron ser alguna especie de ventanales y su techo se elevaba misteriosamente varios meteros desde el suelo. La señal se hizo más fuerte a medida que se acercaba a este. Miro con cierto temor, pensaba que estas ruinas, debido a su antigüedad, eran muy inestables y podían venirse abajo en cualquier momento, pero la incertidumbre por conocer la fuente de la misteriosa señal era mayor. Entró entonces al edificio. En el interior había un extraño ambiente, la tenue luz que se filtraba por los innumerables orificios de la construcción, iluminaba este escenario. Getru pudo ver que en sus costados había unas extrañas figuras que podrían representar como eran estos seres en vida, en todo caso era difícil determinarlo pues estaban muy deterioradas. A medida que fue avanzando pudo ver que en suelo se dispersaban pequeños montículo de polvo, ordenados casi simétricamente uno tras el otro en torno a una robusta mesa de piedra, ya muy desgastada por los siglos y las inclemencias de la atmosfera. El escáner continuaba enviando la señal, estaba muy cerca de la fuente, pero no era visible. Se acercó hasta la mesa de piedra y pudo ver que sobre ella había un extraño objeto al parecer fundido por calor. En ese momento el indicador del escáner le señaló a Getru que la fuente se encontraba bajo ese objeto. Con mucho cuidado procedió a separar aquella “cosa” de la piedra cuidando de no dañar lo que generaba la señal. Cuando lo hubo retirado este pudo ver que bajo de esta había una especie de materia de forma circular, muy delgada, apenas visible, Getru la extrajo con cuidado y la depositó en un contenedor de especies. La apreció largo tiempo. Cuando volvió la vista, pudo ver en lo que quedaba de pared del edificio un dibujo ya muy roído, en el cual aparecían estos seres de rodillas frente, al parecer, de su líder, que mostraba a estos la extraña “cosa” que había encontrado. Le inquietaba mucho que el “líder” tuviese unas extrañas heridas en sus manos y pies, quizá heridas de batallas o de guerras, pero eso debería esperar respuesta, lo importante era llevar su descubrimiento al módulo de exploración e informar de su hallazgo a la flota.
Al subir a su aero deslizador y disponerse a salir del edificio, Getru tuvo un terrible certeza. Pudo observar desde esa posición que, por su ubicación, aquellos montículos de polvo apilados unos junto a otros, no eran más que las pobres criaturas que una vez poblaron este inerte mundo, reunidas en torno a su posible objeto de adoración, buscando redención o tal vez esperando su castigo. Getru entonces pensó que nada pudieron hacer estos cuando las lenguas de fuego y destrucción acabaron con su planeta y los convirtieron en un parpadeo en polvo que poco a poco el viento de los siglos ha dispersado. Se dio cuenta que, una vez más, se reiteraba la historia de propio mundo, una historia cargada de intolerancias, avaricia, odio y venganza, que finalmente termina destruyendo todo a su paso. En todo caso tuvo el alivio de saber que, a diferencia de estos pobres seres, él y su raza pudieron tener una segunda oportunidad. Getru se apresuró a dejar ese lugar no sin antes mirarlo por última vez, esperando que cuando los suyos encuentren ese tan ansiado nuevo hogar, este no acabe como su natal planeta o como este, el tercer planeta del sistema 3 solaris. Salió de ahí, con una pequeña esperanza en sus manos, dejando nuevamente que el silencio y soledad reinen en ese lugar.
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