Nocturnus. Cuentos cortos fantásticos


Nocturnus

Autor: Daniel Guzman

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Cuento publicado el 08 de Febrero de 2012


El bosque es un lugar tranquilo, aunque a veces perturbado por unas criaturas de pesadilla, los extraños lobos grisáceos que la gente de la región nombró con el paso del tiempo “Nocturnus” debido a que sólo aparecían de noche. No había mucho problema, sólo debías cuidarte de nunca salir a la luz de la luna…

Vivía en una cabaña en medio del bosque que estaba ubicada al norte del país, en una pequeña provincia de Durango llamada “El Salto”, aunque estábamos en pleno verano, por las noche helaba como en ningún lugar, la altura del sitio era como de unos 2500 metros por lo que, un calentón era necesario para poder vivir cómodamente. Mis dos hijos y yo habitábamos la cabaña, ya provista de todo tipo de trastos, si se requería de algo para comer, mandaba a uno de mis hijos al mercado del pueblo, pero siempre, procurando que no anocheciera.
Eran ya las 6:30 pm, la sirena sonó por toda la región, “Cierren sus puertas, ventanas y no salgan, a menos que sea una verdadera emergencia” repetía la bocina, la gente estaba al tanto de la peligrosidad de los Nocturnus, y todo aquel que no acataba la orden, desaparecía por las mañanas sin dejar rastro alguno. Turistas preferían llegar a otra parte. Una advertencia en el camino los aterrorizaba: “¡Peligro!, lobos deambulando por la noche”, el sol descendió y la región quedó en penumbra, no se oía nada, ni un sólo ruido, los grillos cesaron su molesta música, “El Salto” se encontraba sumergido en una escalofriante obscuridad.
-¿Papá porqué no podemos salir de noche? ¿yo nunca he visto a esos lobos? quisiera ver como son– me dijo mi hijo de 7 años, Miguel.
-Ya sabes por qué – le respondí abruptamente, mi mente estaba divagando, vigilando que todo estuviera en orden para la estancia nocturna, nadie saldría de la cabaña hasta el amanecer. La distracción del momento me impidió poner atención en otra parte… ¡papaaaa! – gritó mi otro hijo, el menor, un impulso de adrenalina sacudió mi cuerpo que se paralizaba pensando lo peor, corrí con las piernas temblorosas imaginándome la escena, bajé al sótano, prendí la luz y… ahí estaba mi hijo tirado en el suelo llorando y agarrándose con ambos brazos la pierna, lo primero que hice fue revisar qué tenía, -¡algo me picó, arde mucho papá! – observé con cuidado la hinchazón que tenia atrás de la rodilla, me agaché para ver mejor, estaba muy inflamado y en medio había dos orificios diminutos. La sudoración y la dificultad para respirar fueron los primeros síntomas, no cabía duda, era la picadura del ñindu, un arácnido muy pequeño que habitaba la región norte de México se le encontraba en los troncos de pino y en veces lo hallabas en zonas muy obscuras. Un sótano podría albergar varios de estos insectos. - Si no se le trata esta herida a tiempo, podría morir de un paro respiratorio – medité con pesadumbre- El efecto neurotóxico del veneno ya empezaba ocasionar estragos, - Miguel, ¡pronto!, ¡llévate a tu hermano a un sillón, recuéstalo, que no haga esfuerzo pues el veneno podría esparcirse más rápido!, ¡mientras yo me voy a preparar!…, Miguel me vió con preocupación – ¡qué es lo que piensas hacer! – me gritó sospechando lo que haría a continuación – ¡Voy a salir! -.
-Esto, me llevo esto también, y esto-, abrí el cajón y saqué la escopeta de mi padre, si debía salir, saldría armado, probablemente el hospital tenia antídotos, se encontraba a unos 2 km del pueblo, si lograba llegar a la carretera podría parar a alguien y pedirle ayuda. Regresé a la sala con todas las provisiones, Pablito estaba muy mal, tenía fiebre y casi no podía respirar, - papa… ¡yo me voy con ustedes!- exclamó miguel con lagrimas en los ojos, - ¡No hijo!, debes quedarte aquí, prométemelo por favor, yo y tu hermano estaremos bien, lo juro - , -Pero yo quiero ir con ustedes… - respondió con tristeza,

Lo abracé con un dolor desgarrador una última vez, cargué a Pablo, y salí sin voltear en ningún momento… tal vez no regresaríamos. Corrí como un loco en el bosque, no quedaba mucho tiempo, la temperatura congelaba aun siendo verano, la única guía que tenía era una linterna vieja que encontré en mi closet, Pablo estaba muy débil, -¡vamos piernas, vamos!- la vida de mi hijo estaba en riesgo, con el miedo de perderlo había olvidado la advertencia, dos aullidos al unísono retumbaron en “El Salto”, ya estaban siguiéndome…
No había nada que pudiera hacer para repeler la manada, mas si no hacia algo pronto, moriríamos devorados, me empecé a cansar rápidamente, mi pecho ardía por respirar el aire gélido, en un instante me vi rodeado por los extraños seres, pisé mal y caí al suelo soltando el cuerpo de mi hijo ya inconsciente, busqué la escopeta con torpeza entre las hojas muertas, pero ya era tarde, un gran número de ellos nos acechaban desde todos los ángulos. Eran de gran tamaño, sus dientes curvados hubieran podido desgarrar un ciervo de un sólo roce, tenían los ojos de un amarillo intenso, me aproximé a mi hijo tratando de protegerlo inútilmente, - todo terminó- pensé, - ¡pinches lobos, mátenos de una vez, que esperan, mi hijo esta inconsciente, no le podrán hacer daño cabrones!- grité con una euforia sicótica provocada por el trauma de la inminente muerte. Uno de ellos se acercó a mi hijo, era el más grande de todos, lo olfateó por unos segundos, se quedó observando con detenimiento la picadura, lamió formando círculos en la zona afectada. Al terminar, aulló con fuerza. Para mi sorpresa, la manada comenzó a retirarse y el macho alfa volteó a verme con sus ojos de color amarillo intenso, mostró una mirada penetrante, parecía querer decir algo, finalmente se dió la media vuelta y la tensión se desvaneció como por arte de magia, - ¿Qué pasó papá? ¿Qué hacemos en medio del bosque?- esbozó mi hijo débilmente, lo contemplé con esmero por unos segundos y examiné con alivio que la punción había desparecido al igual que los síntomas provocados por la ponzoña,- no te preocupes hijo…, volvamos a casa-.
La historia se convirtió en leyenda y con el paso del tiempo, Los Nocturnus fueron vistos como espíritus protectores del bosque, criaturas que deambulan por las noches, persiguiendo a los destructores de su patrimonio y ayudando a todo aquel que necesite de su protección, varias personas afirmaron que al verse perdidos a mitad del bosque sus aullidos les guiaron para encontrar el camino hacia la autopista, algunos dicen que son fantasmas de la noche, y otros afirman que la naturaleza originó a estos seres como forma de contrarrestar la ignorancia de su más temido depredador… el hombre.

//alex


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Últimos comentarios sobre este cuento

Fecha: 2012-11-01 19:05:13
Nombre: César Muñoz
Comentario: Simpático y moralista. Atractivo para leer.


Fecha: 2012-02-08 09:24:27
Nombre: Martha Susana
Comentario: ¡que lindo cuento! hacía tanto que no leía algo tan tierno y reconfortante!