Desenlace imprevisto. Cuentos cortos fantásticos


Desenlace imprevisto

Autor: Daniela Alejandra Aguilar Henríquez

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Cuento publicado el 26 de Mayo de 2014


La lluvia caía brutalmente como si estuviese furiosa de existir y, a su alrededor solo observaba sonrisas sínicas que le recordaban cuan desdichada se sentía, el día se repetía, el frio, la ansiedad, el ruidoso ambiente, autos, luces, risas y, en sus ojos, tristeza. Antonia llegó rápidamente a su hogar, tenía el enorme deseo de estar junto a su hermano, y al menos, compartir el recuerdo. Lucas estaba sentado frente a la ventana como de costumbre, postrado en su silla de ruedas observaba el correr del tiempo a través del cristal, Antonia le besó la frente y comenzó a llorar.

- Es igual, el viento fuerte y la lluvia, es como si el día se repitiese
Su hermano simplemente la observaba, tenía un sinfín de sentimientos encontrados.
– Si tan solo no hubiese conducido aquella mañana, tú no estarías obligado a pasar el resto de tu vida aquí, solo rodeado de libros, encerrado entre cuatro paredes.
Lucas desvió la mirada, oír aquellas palabras simplemente le apretaba el corazón, no sabía realmente que sentir, luego de unos minutos, hizo el intento de consolarla.
–No te culpes, en la vida las cosas suceden por alguna razón, debes saber que no tengo rencor contra ti, ya ha pasado el tiempo, y estamos bien.
Antonia solo sollozaba, no entendía como la vida había sido injusta pues, a pesar de provocar ella aquel accidente, su hermano había recibido la peor parte.
Los padres de ambos jóvenes, vivían muy lejos, la disfuncionalidad familiar les obligó a salir de su hogar, y hacer el intento de sobrevivir solos, ahora todo ello, se había vuelto doblemente difícil. Antonia dejó la universidad, necesitaba trabajar para obtener dinero y sustentar el pequeño espacio que compartía con Lucas, y por razones injustas, no existía aún quien se atreviera a darle oportunidades a él, el día a día de aquella mujer se gastaba en culpas y pensamientos extraños, pensando cómo sería la vida si todo hubiese sido diferente. Ella se acercó a la ventana junto a su hermano, casi enseguida, aquella mañana regresó a su corazón, y comenzó a recordar.
- Antonia, ¡baja enseguida, estamos muy retrasados!
- No te preocupes, de todos modos manejaré y llegaremos a tiempo.
Ambos tenían compromisos importantes ese día, Antonia debía dar un examen importante del cual dependía que pasara su año académico y Lucas, otorgaría una entrevista para recibir una beca importante que cambiaría su vida. Luego de minutos de discusión, Antonia tomó las llaves del auto y se dirigieron hacia sus destinos.
- ¡Antonia, baja la velocidad, es peligroso!
-No te preocupes, no queda mucho y no pasará nada.
- ¡Estás loca, solo baja la velocidad, las calles están resbalosas, Antonia escucha!
Discusión prolongada, miedo y corazones acelerados, lluvia brutal y furiosa, ruidos de automóviles ansiosos y acelerados cuyos conductores creen que al hacer sonar sus bocinas volarán por sobre el resto, luz verde, velocidades extremas y gente esperando llegar a sus destinos de manera acelerada, luz amarilla, el mundo en cámara lenta, milésimas de segundos en los que el corazón debe decidir si arriesgarse, o detener los impulsos, mirar alrededor, entender el porqué de las cosas, situar en blanco la mente, y desear que el corazón tome la mejor opción, cruzar, avanzar, escoger un camino con la incertidumbre de saber si es lo correcto, acelerar.
Un silencio desconcertante se apoderó del aire, del espacio, donde el humo se asomó de la nada y las bocinas cesaron su locura al comprender que algo había sucedido. Un golpe ruidoso fue el último sonido que su corazón asustado guardó antes de despertar.
En la sala del hospital, una enfermera abría las cortinas para que el sol brillara también dentro de la habitación, ella sintió la luz, y con su corazón angustiado gritó:
- ¡Mi hermano!, ¿dónde está mi hermano? ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?
La enfermera esbozó un rostro de congoja, como si se preparara a decir la peor historia de su vida, se acercó a ella y luego de varios minutos de silencio, le contó lo sucedido.
- Ambos tuvieron un accidente, el que conducía no respetó la luz roja y aceleró sin pensarlo, chocaron directamente con el auto que venía desde la otra calle, el conductor del otro vehículo no sufrió daño, afortunadamente no había copiloto, pero, ustedes, no tuvieron igual suerte. Antonia hacía el intento de arrancar de su corazón aquellas trágicas ideas de un desenlace seguramente odiado, y mientras observaba el mundo a través de la ventana de la pieza del hospital, la enfermera agregó:
- Lucas está vivo, pero ahora duerme. Debimos aplicarle un sedante luego de entregarle la triste noticia de aquello que le sucedió.

- ¿Qué noticia? ¿Qué le sucedió a mi hermano?
- Pues, él recibió la peor parte del accidente, Lucas no puede mover sus piernas, está paralizado de la cintura hacia abajo, lamentablemente está destinado a pasar toda su vida en una silla de ruedas. Era imposible que tanto dolor pudiese contenerse en aquel corazón culpable, Antonia esperó que la enfermera acabara de decir hasta la última palabra, y estalló en llanto.
- ¡Antonia, Antonia! ¡Reacciona! Pareciera como si te hubieses ido a la luna…
- ¡Que extraño!, ¡fue tan real!, lo viví nuevamente, lo sentí todo como aquel día, odio esto, quisiera arreglar las cosas, quisiera que todo fuese diferente, que yo estuviera en tu lugar y dejar de estar sufriendo así.
- Deja de culparte por favor, no tiene sentido. No importaba quien manejara aquel día, las cosas hubiesen sido exactamente iguales.
- Ella lo pensó…
- Antonia, ¡baja enseguida, estamos muy retrasados!
Ella corrió rápidamente hacia la cocina donde su hermano se encontraba, se sentó frente a la mesa y mientras tomaba un sorbo de jugo, le dijo:
- No te preocupes, de todos modos manejaré y llegaremos a tiempo.
Lucas comenzó a regañarla, a repetirle que estaban retrasados, que el día estaba muy lluvioso y ella no podía conducir. Ella escuchaba burlonamente a su hermano hasta que su corazón comenzó a acelerarse, algo estaba sucediendo, la imagen, el momento, todo volvía a repetirse, estaba sucediendo nuevamente, se asustó.
- ¿Otra vez? ¡Estoy recordando nuevamente!
- ¡Recordando que cosa Antonia, solo vamos!
Todo era tan extraño, quizás tenía una oportunidad para cambiar el curso de las cosas, para que aquel suceso escalofriante nunca hubiese existido, sonrió agradecida y agregó:
- No te preocupes entonces, manejarás tú, vamos.
Lucas no comprendía nada, era la primera vez que Antonia no discutía más de cinco minutos por el control del auto, pero era demasiado tarde para hacer preguntas, simplemente, aceptó las palabras de su hermana, tomó las llaves, y se marcharon.
El constante ruido de la lluvia, incluso a los pensamientos dejaba excluidos del aire, pareciera como si todo el mundo hubiese decidido escapar aquel día, tantos rostros acelerados, tantos sentimientos diferentes, cada metro era una nueva aventura, pero estaban retrasados, ambos se dirigían a cambiar sus vidas, a darles algún sentido, entonces, debían hacer lo necesario para llegar a tiempo, tan solo Antonia guardaba recuerdos en su corazón, pero lamentablemente, Lucas no la escuchó, y lo que ella sabía, no importaba, su corazón sentía miedo, incertidumbre, estaba segura de que algo sucedería.
- ¡Lucas por favor, baja la velocidad, aún es temprano!
- ¡Estás loca Antonia, estamos muy retrasados!
- ¡Pero Lucas, vas muy rápido, es peligroso, por favor!
Discusión prolongada, miedo y corazones acelerados, lluvia brutal y furiosa, ruidos de automóviles ansiosos y acelerados cuyos conductores creen que al hacer sonar sus bocinas volarán por sobre el resto, luz verde, velocidades extremas y gente esperando llegar a sus destinos de manera acelerada, luz amarilla, el mundo en cámara lenta, milésimas de segundos en los que el corazón debe decidir si arriesgarse, o detener los impulsos, mirar alrededor, entender el porqué de las cosas, situar en blanco la mente, y desear que el corazón tome la mejor opción, cruzar, avanzar, escoger un camino con la incertidumbre de saber si es lo correcto, acelerar.
Despertó de la nada, con el corazón a mil por hora, no podía moverse, su cuerpo atrapado simplemente intentaba gritar por dentro cuanta rabia sentía. Antonia no podía creerlo, aquellos gritos de discusión disminuyeron con el estrepitoso ruido provocado por el choque, gente corriendo por doquier, automóviles detenidos al azar en las calles, excesivo humo, y la lluvia, que caía tan fuerte como si estuviese furiosa de existir.
¡Lucas, Lucas, reacciona por favor!
Antonia no paraba de llorar y de gritar, su hermano atrapado entre el volante, con su cara manchada en sangre y sus ojos cerrados, no lograba mover músculo alguno, no respondía a los sollozos de su hermana. La joven cerraba sus ojos con gran fuerza, no deseaba estar ahí, su corazón tan solo deseaba regresar a su realidad, donde la lluvia furiosa la llevó a casa, junto a su hermano, sentado frente a la ventana mirando la vida avanzar, donde ella le abrazaba y sentía su corazón latir, aún aquella triste realidad era mejor que ver a su amado hermano ahí, escondiendo el brillo de sus ojos azules, y con su cuerpo paralizado entre aquellos limitantes espacios, que herían cada vez más su cuerpo, y le destrozaban la vida.
De pronto el entorno se silenció por completo, nunca había sentido una sensación más horrible que en aquel momento, en el cual su corazón comprendió que no valía la pena cerrar los ojos, que aquella realidad, nunca existió, que la verdad era ese instante, en el que su llanto llenaba el rostro de su hermano y sus gritos olvidados rebotaban en las ventanas del auto, la realidad era aquella, en la cual Lucas y su espíritu impulsivo, les llevaron a aquel triste final, en el cual el dolor se apoderó de ambos cuerpos, y la tristeza agotó el latir de sus corazones, su hermano jamás despertó, nunca existió la silla de ruedas, ni aquella ventana en la cual este hombre observaba el mundo, nunca existió aquel momento, en el cual ella alcanzó a besar su mejilla antes de despertar bruscamente en aquel auto destrozado, en aquel final. Antonia comprendió que ya nada podría hacer, que su corazón la había traicionado llevándola a imaginar una posible segunda oportunidad, otro final, en el cual, ambos estuvieran vivos, y juntos.
Lloró sus últimas lágrimas desesperadas mientras acariciaba el pelo de su hermano, y besaba su mejilla ya inerte, apoyó su cabeza lo más cerca que pudo de aquel hombre amado, y cerró sus ojos. Murió con él.

//alex


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