La raiz
Autor: Ramon Moreno Aranda
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Octubre de 1812, las tropas de Napoleón hacia unas semanas que habían comenzado la retirada de san Petersburgo.
El mermado batallón de la guardia imperial de Napoleón avanzaba desorganizadamente entre el bosque. La marcha era lenta, ya que cada paso que daban se hundían hasta las rodillas en la nieve.
Joan alzo el cuello de su chaqueta casi encogiendo la cabeza para que le resguardara del intenso frió, se froto las manos y las acerco a su boca para que esta soltase un pequeño chorro de aire caliente procedente de sus pulmones. Miro al rededor suyo, a sus compañeros, todos estaban exhaustos y hambrientos, ya que la marcha se prolongaba a lo largo de todo el día y los alimentos se les habían acabado hacia tiempo.
Con el frió metido en el cuerpo siguió caminando, savia que si se quedaba rezagado seria presa fácil para los cosacos. Desde que comenzaron la retirada estos les fuero acosando, tenían que defenderse de ellos pues llevaban acabo varios ataques al día, eran como los mosquitos en verano, atacaban y se retiraban al momento.
Delante de Joan callo un compañero al suelo, nadie se preocupaba por los caídos, el que estaba mas cerca se le acercaba y le cojia la manta, si es que llevaban, para abrigarse el, tanto los heridos como los que caían por el camino por enfermedad o cansancio allí se quedaban.
Joan paso por al lado de su compañero, bajo la vista para ver si lo conocía, era uno mas de los del batallón, siguió caminando, mientras otro soldado se acerco y empezó a quitarle las botas.
Joan tenía 35 años, alto, moreno, ojo azul, musculoso y bien parecido. Havia nacido en Girona, pero sus padres eran franceses. Se havia alistado en el ejercito francés hacia 10 meses, con afán de ver mundo y conseguir riquezas.
Horas después empezó anochecer, el capitán escogió una granja abandonada y medio derruida para pasar la noche. Los soldados fueron buscando los rincones de la granja para acomodarse en la fría nieve, encendieron varias fogatas por todas partes a las cuales se les arrimaban entre seis o siete soldados.
Joan tomo asiento junto a una de las fogatas situada en el porche de la granja, junto con tres compañeros que conoció en el momento de su alistamiento.
- Estoy muerto de frió.- dijo uno acercando las manos a las llamas.
- Este país acabara con nosotros.- dijo otro soldado.
- Lo que daría por encontrarme en mi Paris querida.- comento el tercero acercándose mas al fuego para ver si se le quitaba el temblor de las manos por el frió.
- Ánimos muchachos en una semana estaremos en Lendrikat, allí tendremos camas calientes, techos donde resguardarnos y comida en abundancia.- dijo Joan.- apropósito de comida, os queda algo?
- Estas de broma.- le respondió el de su izquierda.- llevo tres días sin echarme nada a la boca.
El mas viejo de los cuatro saco un saquito de su guerrera.
- Mira que tener que cuidar de todos como si de mis hijos fuerais.- dijo sonriendo.
Abrió el saquito y dejo caer sobre la nieve el contenido. Eran un puñado de ratas y ratones, todos muertos y medio congelados.
Joan hizo un gesto de asco al verlos, sus dos compañeros fruncieron e la frente.
- ¿Que es eso?.- preguntaron
- Comida, esto es lo que nos mantendrá vivos un día mas.- respondió cogiendo un ratón ya destripado y llevándoselo a la boca.
Los tres lo miraron con asco.
- ¿Como esta?.- pregunto uno.
- Este sabe a poyo.- fue la respuesta que obtuvo.
Los dos soldados al ver que su compañero cogia otro y se lo volvía a comer decidieron probar, llevaban tres días sin comer, mejor eso que nada. Comieron como si de un manjar se tratase, los tres. Joan no quiso probarlo.
- Que os aproveche.- les dijo irónicamente. Se tendió al lado de la hoguera y se tapo todo con la sucia y roída manta.
Sus compañeros hicieron buena cuenta de los roedores, después también se echado a dormir un poco.
Joan recordó que tenia una raíz en la chaqueta, metió la mano y la extrajo, recordó como la havia conseguido.
Estaban en San Peterburgo, en aquellos días todo era distinto, no havia nieve, tenían casas donde refugiarse y comida en abundancia.
Se encontraba haciendo el turno de guardia por las calles de la ciudad, una anciana se les acerco pidiendo agua y comida, su compañero la empujo y esta callo de espaldas a un charco. Joan recrimino lo pasado a su compañero y se apresuro a levantar a la vieja, la acerco asta unos asientos cercanos y ofreció su pañuelo para que se limpiara, luego dio agua de su cantimplora y de su zurrón extrajo un poco de pan y algo de queso que también dio la anciana. Esta en agradecimiento extrajo d un bolsillo la raíz.
- Eres un hombre bueno, toma esta raíz, es mágica, come un trocito solamente cuando creas que vas a morir, cuando no tengas esperanza de nada.
Joan sonrió.
- ¿Que esta diciendo señora?.- le pregunto
- Tómala, haz lo que te dije.
Joan la cojio por no hacerle un desprecio a la anciana y la metió en su chaqueta.
- Bueno señora tenemos que seguir con la ronda, ¿necesita algo mas?.-
- No muchacho, gracias y recuerda lo que te dije, toma un trozo cuando estés al borde del desfallecimiento.
Joan siguió junto a su compañero la ronda, antes de doblar la calle volvió la mirada hacia atrás para ver denuedo a la anciana, pero esta ya no estaba.
Pensó que llevaba tres días sin comer, estaba casi congelado y no tenía fuerzas algunas, ese era un buen momento para probar esa raíz, aunque no savia a lo que se defirió la anciana si pensó que por lo menos algo de alimento tendría la raíz. Sonrió al acordarse de que era mágica, el no creía en esas cosas.
Partió la raíz en tres trozos, guardo dos en la chaqueta denuedo.
- Espero que por lo menos tengas algo de alimento.- dijo en voz baja mirando el trozo que tenia en la mano.
Se lo llevo a la boca y mordió un trocito, noto un sabor algo amargo, hizo un gesto de desaprobación con la cara, pero el hambre que sentía era demasiado grande como para escupir el trazo, siguió masticándolo, noto como cada vez iba desapareciendo ese amargor del principio volviéndose algo dulzor, no entendía como podía ser pero no le importaba, lo trago, después se llevo a la boca el pedacito que aun le quedaba en la mano. Tuvo la misma sensación que con el primer bocado.
Se quedo un momento concentrado tras haber injerido el trozo de raíz, esperaba haber si ocurría algo.
- Seré tonto.- se dijo.- mira que esperar que una raíz sea mágica, eran delirios de una anciana, y yo boy y espero un milagro, joderrrr.
Se encogió de piernas para sentir mas calor y se abrazo el mismo, notaba como el frió de la nieve en la que estaba echado le subía por todo su cuerpo. Segundos después se quedo dormido.
Capitulo 2º
Una voz que no paraba de repetir su nombre, sonaba cada vez con mas claridad en su cabeza.
- Joan, Joan, despierta.-
Joan abrió los ojos poco a poco. Delante de el una mujer le extendía su mano para que el la utilizara de apoyo para levantarse.
La miro fijamente, era hermosísima, pensó. Un segundo después su mente reacciono, miro a ambos lados con un rápido movimiento de ojos. No sentía frió al contrario tal vez un poco de calor, la nieve había desaparecido, el cielo estaba completamente despejado y de un color azul claro. Se levanto rápidamente de un salto, su mente estaba confundida, dio un paso hacia atrás y su espalda encontró el tronco de un gran árbol. Lo miro, volvió a mirar por todos lados, asta que sus ojos encontraron los de ella.
- Tranquilo, no pasa nada, ahora estas a salvo.- le dijo ella.
- ¿Que es esto, donde me encuentro, y mis compañeros?.- miro hacia el suelo.- la nieve, no es posible que aya desaparecido?, el frió, no hace frió?
La mujer sonrió.
- Ya te dije que estas a salvo, tranquilízate y responderé a todas tus preguntas. Pero antes a de comer algo.
Joan noto que el hambre era el mismo sino mas que en la noche anterior.
- ¿Tienes predilección por algo especial?.
- ¿Algo especial?.. llevo varios días sin comer cualquier cosas será como un manjar.- sonrió irónicamente.
- Pues toma asiento y sacia tu apetito.- ofreció señalando con la mano detrás del árbol.
Joan miro hacia donde ella señalaba, su rostro mostró un gesto de gran sorpresa. Delante de el se encontraba una mesa repleta de comida, fruta, carne asada, pescado, verduras, pan y una jarra de vino.
- Pero.- tartamudeo sin dejar de mirar la mesa.
- Come, hablaremos mientras sacias tu hambre.
Joan se quito la chaqueta, ya que sentía calor, la dejo caer al suelo, también se deshizo de su gorro militar, la miro a ella y esta le volvió a ofrecer la mesa con un gesto de su mano. Sin pensarlo mas agarro una manzana y le dio un bocado, la saboreo como si del mas grande manjar fuese, después se sentó al lado y empezó a comer un poco de todo, esta vez sin saborear nada, solo quería saciar su hambre, bebió desesperadamente, los chorros de vino bajaron por ambos lados de su cara, se los limpio pasándose el brazo.
No podía creer lo que estaba pasando, pero estaba pasando. Pensó que a lo mejor todo era un sueño, pero no le importaba, bastante estaba pasándolo mal en la vida real que pasarlo también en los sueños.
- Estoy dormido, ¿verdad?.- pregunto a la chica mientras tragaba un trozo de pescado.
- No, no es ningún sueño.- le respondió
La miro de arriba abajo, el pelo de ella era de un color negro intenso, largo, ojos verdes, de su estatura mas o menos, delgada, un cuerpo muy bien proporcionado, bestia una túnica blanca que se envolvía alrededor de su cuerpo.
- Entonces debo de estar muerto y este es m cielo.
- Tampoco estas muerto, no te atormentes mas, estas aquí, y eso es lo que cuenta.
Joan se levanto de la mesa, ya con el estomago repleto, miro a su alrededor. Estaba en medio de una pradera toda ella llena de flores multicolor, los rayos de sol lo invadían todo, dando vida a aquellas plantas y ha cientos de pájaros que revoloteaban por todos lados, parecían estar en todo el centro, un gran árbol la mesa y ellos dos, poco más abajo un arroyo dejaba sentir el murmullo de su agua limpia.
- ¿Y tu?. ¿Quien eres tu?
- Yo soy la guardiana de este mundo.
- Si eres la guardiana no temes que yo lo pueda estropear, es todo.- volvió a girar sobre si mismo observándolo todo.- es todo precioso.
- Es más que eso, es lo que tú desees que sea.
- ¿Y mis compañeros, donde están?- pregunto con semblante serio.
- Tus compañeros están donde los dejaste, donde esta tu cuerpo.
- No entiendo.
- Tranquilo mas adelante lo comprenderás, ahora dime lo que quieres hacer, ¿que te gustaría?.- le ofreció ella.
Joan quedo pensativo mirando a la chica.
- Me gustaría dar un gran paseo por toda esta tierra, verla sin el temor a ser atacado, disfrutar del paisaje, si, eso es lo que me gustaría.
- Aquí nadie te hará daño.
La chica alzo las manos hacia el cielo he instantes después aparecieron dos grandes aves que tomaron tierra al lado de ellos. Eran como cuatro personas cada una, multitud de plumajes de colores muy chillones, la cabeza parecida a las de las águilas, llevaban una silla de montar cada una en su lomo. Joan estaba entusiasmado por lo que estaba viendo.
- Sube en el Murlet.- dijo la chica
Joan no lo pensó dos veces y monto.
- ¿Esta cosa se llama Murlet?.
- Así es.
- Y tu?, ¿como te llamas?
- Verona.- respondió mientras que su Murlet comenzaba a levantar el vuelo.
Las dos grandes aves surcaban el cielo con gran agilidad, ellos agarrados a sus monturas y ya con mas soltura disfrutaban de aquel magnifico espectáculo, montañas con picos nevados, grandes ríos con peces que saltaban por todas partes, praderas de distintos colores por la vegetación, animales que Joan no abría imaginado en su vida pastaban en grandes rebaños.
Verona hizo que su Murlet se posara en tierra, al lado de un rió, el de Joan hizo lo mismo.
El estaba eufórico por todo lo que estaba pasando, se acerco a la orilla y bebió agua con las manos, estaba fresca y era muy cristalina, la saboreo.
Verona se puso a su lado y le pedio agua. Joan la miro fijamente a los ojos, después sin decir nada bajo sus manos al agua y con las dos palmas juntas las lleno del agua que aproximo a la boca de ella. Verona bebió un trago.
- Esta buena.- dijo ella.
Joan sonrió y la salpico un poco con el agua, ella reacciona igualmente metiendo sus manos en el rió y salpicándolo a el, así, entre risas y juegos pasaron unos minutos. Los dos acabaron en la orilla del rió abrazados entre sonrisas, todo empapados. Joan dejo de reír, la tenia en sus brazos, ella también lo miraba, sus bocas estaban a escasos centímetros la una de la otra, Joan doblo un poco la cabeza y junto sus labios con el de ella, siendo correspondido.
Poco después se encontraban sentados en la orilla del rió, abrazados, viendo la puesta de sol.
- Esto es maravilloso, este lugar es de ensueño, tu eres de ensueño.- le dijo besándole la cabeza, ya que ella estaba sentada delante de el entre sus piernas.- ¿Y los Murlet?.- pregunto al darse cuenta que habían desaparecido.
- No te preocupes si nos hacen faltan volverán.
- No me as enseñado donde vives tu?
- Yo vivo aquí, toda esta tierra que as visto es mi casa.
- ¿Pero tendrás alguna hogar?
Verona volvió a sonreír, se levanto y le señalo otra vez detrás suyo.
- Algo así.-
Joan se levanto y cuando se giro quedo con la boca abierta del asombro. Una gran mansión estaba delante de ellos. Era una ancha estructura cuadrada con murallas de madera, con paredes de lengüeta y ranura pintada de verde pálido y de blanco, grandes ventana, terrazas bordeadas con balaustradas y jarrones, árboles por todo el alrededor y un gran cespe sin maleza lo cubría todo.
- Pero eso no estaba aquí cuando venimos.- dijo sin dejar de observar la casa.
Ella le agarro la mano.
- Este es tu mundo ansiado, es mi mundo, nuestro mundo, aquí lo tendrás todo lo que desees sin sufrimientos, sin enfermedades, una vida eterna para ti y para mi en la que disfrutar de todo.
Tiro de el hacia la casa, por dentro era majestuosa, con grandes colores vivos, cortinas y jarrones de flores por todas partes.
Se dirigieron hacia el patio de la casa situado en la parte trasera, un gran jardín lo cubría todo, árboles, flores y arbustos de todas clases lo invadía todo, una gran fuente en medio con esculturas de peces no dejaba de lanzar agua a chorro hacia el cielo, un estanque lleno de peces de colores.
Joan nunca havia visto una cosa igual.
Volvieron a comer, esa noche en el jardín, después entraron en el dormitorio e hicieron el amor apasionadamente, quedando abrazados y sumidos en un dulce sueño.
Así transcurrió una semana, viajando, conociendo sitios increíbles por su belleza. Joan hacia dibujos de los animales, de los paisajes mientras que Verona quedaba tendida junto a el mirando como dibujaba. Disfrutaron cada día como el primero.
Esa noche ya en la cama, después de hacer el amor, Joan acariciaba el cuerpo denudo de ella.
- ¿Cuanto hace que estoy aquí?
- Una semana y un dia.
- Una semana, parece que solo haya pasado un día.
- ¿Volverás otra vez?- pregunto ella.
Joan dejo de acariciarla y la miro sorprendido.
- Por que me dices eso, no pienso irme a ninguna parte.
Verona se levanto y quedo sentada en la cama al lado de el, Joan no pudo ocultar su mirada fijamente en aquellos pequeños pero perfectos senos.
- Tiéndete y duerme bien abrazado a mi.
Así lo hizo, volviera a tenderse en la cama y la abrazo, ella le acariciaba el cabello. El sueño empezó a invadirlo.
- Recuerda lo que te dio la anciana.
Joan entre sueños la escucho, intento responder y levantarse, pero una gran pesadez le tienda asumido, el sueño podía mas que sus deseos de levantarse.
- ¿Como… sabes lo de…. la anciana?.- respondió tartamudeando mientras cerraba los ojos del todo.
- Utiliza bien la raíz.
Fue lo último que escucho, quedo sumido en un profundo sueño.
Capitulo 3º
El frió intenso hizo que Joan abriese los ojos, notaba como estaba a punto de la congelación. Con un giro de mano se quito la manta de encima y elevo medio cuerpo apoyado por su otra mano.
Los soldados estaban cojiendo sus cosas, muchos de ellos ya se habían puesto en camino de nuevo.
- Buenos días dormilón.- le dijo uno de sus compañeros, mientras echaba con el pie nieve en la hoguera.
- No se como as podido dormir tan placidamente.- dijo otro soldado.
Joan busco con la mirada a Verona, solo encontró la miseria de aquella campaña. Su mente reacciono rápidamente, volviendo a la cruda realidad.
- Ha sido todo un sueño.- se dijo para el.- demasiado bueno para ser real.
Se levanto y recogió su manta, agarro su fusil y se puso a caminar junto a sus compañeros.
- Hoy nos quedamos sin desayunar un día mas.- dijo un soldado.
Joan noto que no tenia hambre, al contrario, se sentía lleno.
- Que raro.- pensó.- talvez esa raíz si que tiene vitaminas, a eso se referiría la anciana cuando dijo que era mágica, quita el hambre.
La caminata duro todo el día, solo pararon un par de veces a descansar, muchos compañeros quedaron por el camino, unos muertos por el cansancio el hambre y el frió.
Joan no paraba de recordar lo que para el havia sido un sueño, esos días junto a Verona, pero havia sido tan real, se resignaba, pero el pensamiento de Verona le daba fuerzas para seguir la marcha.
Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, buscando un trozo de la raíz, extrajo uno de los dos trozos liados en un papel. No se acordaba haberlos liado, desenlio el trozo y miro el papel, paro de repente la marcha, sus ojos se abrieron del todo, no podía creer lo que estaba dibujado en el papel. Era un rostro de mujer, Verona, y un arroyo con animales bebiendo de el, animales como los de su sueño.
Como podía ser, el no havia dibujado nada desde hacia semanas, y estaba seguro que ese dibujo no lo havia echo, si que se acordó de dibujarlo, pero era en su sueño. No entendía nada.
- Que esta sucediendo.- dijo en voz alta.
- Pasa algo.- respondió un compañero.
- Este dibujo.- se lo mostró.
- Muy bonito.- respondió el compañero.
- Nooo, este dibujo lo hice en un sueño, no en la realidad y ahora esta aquí en mi chaqueta.
El soldado lo miro, le devolvió el dibujo.
- El frió y el hambre nos causa malas pasadas.
Joan volvió a mirar el dibujo.
- Ha sido real.- dijo.- estoy seguro, ahora si lo se, ha sido real.
Un disparo sonó por detrás de ellos, un soldado próximo a el callo a la nieve que al instante comenzó a teñirse de rojo.
Joan guardo rápidamente el dibujo en su chaqueta, se descolgó el mosquetón y cargo el percutor. Los demás soldados empezaron hacer lo mismo. Sonaron algunos disparos por todos lados.
Los cosacos aparecieron entre los árboles acaballo. Esta vez no se limitaron a disparar en la distancia, comenzaron una carga sobre ellos.
- Formad dos líneas de tiro.- gritaba un oficial.
Joan comprendió que esta vez el ataque era más que una escaramuza. Se coloco en la primera línea a igual que sus tres amigos, la línea se formo con 20 hombres, dos metros detrás de ellos una segunda línea también de 20 hombres. Los cosacos estaban ya muy cerca, no los avían alcanzado gracias a la espesura de la nieve que aunque acostumbrados también le costaba galopar a los caballos. Varios hombres de la primera linean cayeron al suelo alcanzados por el fuego enemigo, los de atrás ocuparon sus posiciones.
- Fuego.- grito el oficial.
Las mortíferas balas salieron despedidas de los mosquetones, alcanzando a jinetes y caballos.
Viendo que estaban muy cerca de la línea el oficial dio la orden de disparar a discreción.
Los disparos sonaban por todos lados, el ambiente comenzó a tener olor a pólvora.
- Nos atacan por el flanco derecho.- se sintió otra voz
Los cosacos atacaron por todos lados, los tenían rodeados. Los soldados sin dejar de disparar comenzaron a ir perdiendo posiciones, la recarga de los mosquetes era demasiado lenta, cosa que favorecía a los cosacos por su gran número de tropas. Cada vez se iban encerrando en un círculo más pequeño, por la gran presión de los jinetes atacantes. Soldados de ambos bandos caían sin cesar mal heridos o muertos al ser alcanzados por las balas o los sables cosacos.
Joan junto a sus tres compañeros havia puesto espaldas con espaldas y no paraban de abrir fuego.
Una bala alcanzo la cabeza de su compañero salpicándolo de sangre, Joan se quedo mirlándolo fijamente tendido en la nieve desangrándose. No reaccionaba anta la muerte de su amigo.
- Déjalo, esta muerto.- le dijo su otro compañero agarrándolo del brazo.- y nosotros también lo estaremos si no seguimos disparando.
No acabo de decirle eso cuando fue alcanzado en el pecho, viniéndole la muerte al instante.
Joan fue a disparar pero no tenia munición, tiro el mosquetón al suelo y agarro el sable del oficial que también yacía muerto al lado suyo.
La mayoría del batallón havia caído, se encontraban solamente una 15 de hombres en pie, formando un circulo.
Los cosacos emprendieron la retirada, ellos se quedaron asombrados, pues estaban ya vencidos, pero solo se retiraron unos cientos de metros. Los disparos dejaron de sonar. Los cosacos detuvieron sus caballos y desmontaron. Ahora avía dos círculos, el del centro con 15 soldados franceses y el que los rodeaba con más de 100 cosacos. Estos apuntaban con sus mosquetones a los franceses.
Joan al ver que no quedaba ningún oficial ni suboficial entre ellos decidió tomar la palabra.
- Muchachos, esto esta perdido, no merece la pena seguir luchando por nada.
Dio un paso adelante y arrojo su sable. Uno tras otro los soldados fueron dejando sus armas en la fría nieve, levantando las manos por encima de sus cabezas.
Los cosacos recogieron las armas, los ataron a todos en una misma soga haciendo que fueran en fila de a uno. Los tuvieron caminando toda la noche, asta que al alba llegaron a un poblado, eran casas de madera, grandes verjas y animales corriendo por las calles. Las personas mayores no dieron importancia a los recién llegados ni a los prisioneros, pero si los niños que se aproximaron a ellos, algunos les lanzaron bolas de nieve entre risas de los apresadores.
Los encerraron en un pajar.
- Por lo menos hoy dormiremos caliente.- dijo en soldado mientras ponía bien un poco de paja en el cual se tumbo
La puerta se abrió, entraron varios carceleros con una olla grande de sopa caliente, la dejaron allí junto con varios cuencos. Al cerrar la puerta todos ellos se lanzaron a beber la sopa. Las risas de los carceleros al ver la escena por las ranuras de la madera eran copiosas.
Joan en cambio no se acerco a beber de la sopa caliente, su cuerpo todavía no le había pedido comida alguna. Metió la mano en la chaqueta y saco uno de los trozos de la raíz junto a el dibujo.
Sus compañeros habiendo comido un poco se fueron tendiendo al calor que les daba la limpia paja.
Joan comió el trozo de raíz.
- Verona, espero que estés hay.- se dijo, estaba seguro que aquella raíz lo llevaría con ella.
Coloco un buen colchón de paja y se tendió en el, con la esperanza, la seguridad, de que al despertar ella estaría junto a el.
Capitulo 4º
Noto como una mano acariciaba su rostro, abrió los ojos lentamente, la imagen que había delante de el empezó a hacerse cada vez más clara. Sonrió al verla.
- Hola preciosa.
- Hola.- le respondió con voz dulce Verona.
- Savia que estarías al despertar.
Ella le sonrió y volvió a pasar su mano por el rostro de él con suavidad.
Joan se puso de pie, se encontraba en la misma cama donde el día anterior había dormido junto a ella.
- No quiero dejarte mas, quiero quedarme con tigo aquí, para siempre.
Verona le paso los dedos de su mano por su pelo.
- ¿No tienes a nadie que te eche de menos?.-
- No, solo te tengo a ti.
- Si tu quieres te podrás quedar con migo, pero todavía no.
- ¿Por que no?, no quiero volver, solo hay hambre, muerte, miseria de donde vengo.
- No en todos lados.- le corrigió
- ¿Conoces el mundo d donde procedo?.
- Sí, pero no hablemos más de eso, disfrutemos de este momento.
Se unieron en un caluroso abrazo y un ardiente beso.
Los días pasaron como la semana anterior, recorriendo mil sitios distintos, jugando entre ellos, amándose en cualquier rincón.
Aquella noche se encontraban tendidos en la pradera, mirando a las estrellas cogidos de la mano.
- Hoy hace una semana que estoy aquí. Cuando me duerma abras desaparecido, ¿verdad?
- Si..- le respondió sin dejar de mirar las estrellas.
- ¿Por que solo me dejas estar con tigo solo una semana?
- Yo no pongo las reglas.
- ¿ que reglas?.- le pregunto girando la cabeza hacia ella.
- Ya sabes que en este mundo la magia es así, el mundo es así, para poder quedarte lo has de desear, has de encontrar algo por lo que luchar y desear estar aquí,
- Yo deseo estar con tigo.
- Lo se, ¿pero renunciarías a todo lo que conoces por estar aquí? Por estar solamente con migo, pero no verías jamás a ninguna otra persona, solo tu yo por siempre jamás, eso pasara la próxima vez, si tu lo deseas. No le dio tiempo a responder, noto un pesor, intento abrirlos pero le fue inútil, el sueño se adueño de el.
Capitulo 5º
Joan despertó gritando el nombre de Verona, se dio cuenta de que estaba en el establo, junto a sus compañeros, la mayoría estad despiertos, pero no hicieron caso a la manera de despertar de el.
Se puso en pie y se acerco a la pared, intento ver algo por las rejillas que había entre las tablas, la oscuridad era total, volvió a tomar asiento en la paja, agarro el pequeño trozo de raíz que le quedaba, lo miro atentamente.
- Si me lo como volveré a estar junto a ella, pero esta vez no abra retorno.- se dijo.
Lo volvió a guardar en el bolsillo. Transcurrieron un par de horas en la que el no dejaba de pensar en todo lo que le estaba ocurriendo. O intentar sobrevivir aquí o estar con ella.
Un guardia abrió la puerta y les tiros pedazos de pan, todos se abalanzaron a ellos. Ahueque estaban duros se los comieron sin una sola queja. Joan como siempre que volvía no tenía hambre.
Varios jinetes entraron a galope en el poblado, eran soldados imperiales rusos. Entraron en la casa del general cosaco y estuvieron casi media hora ablando de los prisioneros.
Al rato los cosacos hicieron salir a todos los soldados franceses. Los pusieron en medio de la plaza, de rodillas, todos en fila. Todo el pueblo estaba allí, viendo la escena.
Los soldados rusos, junto a la cúpula de cosacos se pusieron delante de ellos. El general cosaco miro al oficial ruso, este con semblante serio lo miro, el cosaco volvió la vista asta un soldado suyo que estaba detrás de los prisioneros e hijo un gesto de aprobación con la cabeza. El cosaco desenfundo su sable, se coloco al lado del primer prisionero y sin dudar asesto un golpe en el cuello de este. La cabeza se le separo del cuerpo rodando por delante de sus compañeros, dejando un gran reguero de color rojo en la blanca nieve. Los compañeros vieron horrorizados la escena. Alguno empezaron a pedir clemencia, otros solamente empezaron a rezar.
La suerte de los franceses fue la misma uno tras otro. Solo quedaban ya dos, Joan y un compañero.
- Nunca pensé que acabaría así, la cabeza por un lado y mi cuerpo por otro.- dijo el compañero de Joan.
- Yo tampoco, pensé que alguna bala acabaría con mi vida, o un sable, pero no así, atado como una bestia.
- Fue un honor luchar a tu lado.- dijo el compañero de Joan.
- Igualmente compañero, nos vemos en el otro lado.
El soldado cerró los ojos esperando el tajo mortal.
- Alto, deteneos.- sonó una orden por detrás de los soldados cosacos.
Todos volvieron la mirada hacia atrás. Una mujer entrada en años a lomo de su caballo era la que havia dado la orden. El cosaco con el sable en alto al verla lo bajo rápidamente. Los demás se apartaron para dejar paso a la mujer. Llego asta donde estaban los oficiales y desmonto con agilidad pese a sus años.
- ¿Quien ha ordenado estas ejecuciones?- pregunto.
- El zar.- respondió el general cosaco.
- El Zar!.- exclamo.- no lo creo.
- Aquí tienes a estos oficiales, ellos trajeron la orden.
Ella se puso delante del de mayor graduación.
- Quiero ver esa orden.
- ¿ Quien es usted para pedir explicaciones en metería de guerra?.- fue la respuesta.
- En esta comarca mando yo, es mi comarca, mi gente, y aunque servimos al Zar, no sacrificamos a prisioneros.
El oficial miro al cosaco, este le reafirmo las palabras de la mujer.
- No tenemos órdenes escritas, son de palabra y con eso ha de bastar.
- Cojan sus caballos y marchasen.
- Pero no puede….
- Que marchen si no quieren ser los próximos en correr la misma suerte que la que le dieron a los prisioneros.- le cortó radicalmente las palabras de la boca.
Los cosacos desenfundaron sus sables y apuntaron con los mosquetones a los oficiales rusos. Estos ante la situación montaron y marcharon del poblado soltando amenazas al viento en su marcha.
Joan y su compañero dieron gracias a dios por la suerte que habían tenido.
La mujer se aproximo a el, se arrodillo y ayudo a levantar a Joan del suelo.
- Gracias.- dijo Joan.
- No me las des francés, sigues siendo un invasor.
Joan la miro fijamente.
- ¿Nos conocemos?-
- Si, francés, tú me ayudaste en Moscú.
- Claro, la anciana-. Tartamudeo un poco.- tú me distes la raíz.
Ella sonrió.
- Y tú la has utilizado.
- ¿Cómo lo sabes?
- Se muchas cosas.
Se dio media vuelta y empezó a caminar, mientras dos cosacos agarraron por los brazos a Joan.
- No marches por favor, tienes que decirme quien es en realidad Verona.- grito
Ella paro, sin darse la vuelta le contesto.
- Verona es tu sueño.
- Tu as estado allí, savias lo que pasaría si comía de la raíz.
- Nunca se sabe lo que las cosas deparan, la mente es muy caprichosa.
- Me la distes por algo, ¿por qué?
- Te portaste bien con migo, solo eso. Disfruta de lo que el destino te de.
- Pero no es un sueño, es real, es muy real.
- Eso lo decides tu.- siguió caminando.
Aquella noche era más fría que las anteriores, los dos estaban cubiertos por una manta de paja, que aunque les daba algo de calor no era suficiente. Los temblores por el frió no cesaban, casi no podían agarrar nada con las manos, de lo congeladas que las tenían.
Joan observó que su compañero empezaba a tener los dedos de color morado. Savia que los tenia congelados, su única salvación seria la amputación.
Joan saco el trozo que le quedaba de la raíz.
- Si Verona, quiero dejar este mundo y estar con tigo por la eternidad, solo quiero estar con tigo.- dijo en voz baja.
Se la introdujo en la boca y comenzó a masticar.
Capitulo 6º
Joan abrió los ojos, se puso de pie al instante y busco con la mirada a Verona, no la encontró. Fue recorriendo las distintas habitaciones gritando su nombre, hasta que al final la vio en la orilla del rió, corrió junto a ella. Sin pronunciar palabra alguna la beso, la beso con pasión, sus labios se entrecruzaron, sus manos se acariciaban mutuamente. Los dos quedaron desnudos, el la besaba mientras sus cuerpos dejaron de ser dos para ser solamente uno. Las manos de el acariciaban los pechos de ella con suavidad mientras la poseía, los gemidos de placer de los dos se perdían junto al murmullo del agua del río.
Al acabar seguían desnudos en la orilla, abrazados.
- Nunca marchare de tu lado amor.- comento él.
- Lo sé.
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Claro que sí.
- Lo de la raíz, ¿tú sabes quién es la anciana que me la dio?
- Importa eso.
Joan fijo su mirada al cielo.
- No, claro que no.
Ella apoyo su cabeza en su pecho.
- Mi madre.
- No se porque pero me imaginaba algo así.- dijo Joan sin inmutarse.
- Una de las dos tenía que renunciar a su inmortalidad, abandonar este mundo. Y ella se sacrifico por mí.
- ¿Hay alguien por encima vuestro?, ¿paso algo para que tuviera que abandonar este paraíso?.
- Siempre hay alguien más arriba, siempre. Nuestro castigo fue el amor, el amor prohibido de mi madre y un superior. El fruto de ese amor fui yo, por eso ella tuvo que sufrir un castigo.
- El destierro.- agrego el.
Verona acerco sus labios a los de el.
- Si, ahora pensemos en nosotros, disfrutemos el uno del otro.
- Y de este fenomenal mundo.
- Tu mundo.- le dijo ella.
- Nuestro mundo.- le corrigió.-
Sus labios volvieron a juntarse, las manos comenzaron de nuevo a acariciarse como si de la primera vez se tratara.
Capitulo 7 º
Las puertas de pajar se abrieron, tres soldados entraron llevando un cuenco de sopa. Uno de ellos se aproximo a un prisionero, le dio una patada para que despertara, este no se movió. Con la culata del mosquetón volvió a golpear pensando que seguía dormido. El cuerpo del francés que se encontraba sentado, cubierto de paja callo hacia un costado.
El cosaco se agacho y comprobó que estaba muerto.
- Este ya no molestara mas.- dijo
Al ver que Joan tampoco se movía se aproximaron a el.
- Despierta francés.- le gritaron.
Uno de ellos aparto la paja que lo cubría casi en su totalidad.
- También esta muerto.
- Se han congelado.
Los dos cuerpos estaban rígidos por la congelación.
Los cosacos los sacaron del pajar y los llevaron a las afueras del pueblo. Allí habían escavado una fosa en la que se encontraban los cuerpos de sus compañeros decapitados el día anterior, aun no los habían enterrado.
Echaron el cadáver del soldado francés a la fosa. Un cosaco cojio de los brazos a Joan, el otro lo agarro de las piernas. Vio algo en la boca de este.
- Espera tiene algo en la boca.
Lo soltó de las piernas.
- Vamos, que hace mucho frió, tengo gana de acabar con esto y sentarme junto al fuego con un buen trago de vodka.- dijo el compañero
- Espera un segundo.
Con un palo extrajo lo que tenia Joan en la boca, lo observo.
- Es reliña.- dijo
- Reliña.- se extraño el compañero.- ¿de donde la sacaría?.
- No lo se, pero en esta época es imposible conseguirla.
- Bueno que más da, por lo menos ha muerto sin sufrir.
- Si, eso si.
- ¿Que hace la reliña?.- pregunto un cosaco joven que estaba al lado.
- Es una droga, una raíz altamente alucinógena, no hace falta hacerle nada, solo con masticarla te hace padecer alucinaciones, te encuentras en un estado de bienestar total. Lo raro es que solo hay una zona donde se reproducen y solamente en verano se las puede encontrar, son tan raras que pocas personas saben que es.
Tiraron el cuerpo de Joan a la fosa.
La anciana al otro lado sonreía mirando el cuerpo sin vida de Joan.
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: joseagustin per
Comentario: la historia tiene un seguimiento facil e interesante, lo unico que afea esta narracion es la mala ortografia del autor, esto es lo malo cuando uno se auto publica que no tenemos a la mano a un corrector, se lea asi mismo, el de otros y tenga a la mano un diccionario.