La ultima noche de los objetos. Cuentos cortos fantásticos


La ultima noche de los objetos

Autor: Camila.

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Cuento publicado el 20 de Enero de 2015


- ¡Que cansada estoy! – se quejó la lavadora desde el suelo de la cocina.
Era un modelo viejo, de esos que casi no se ven, ni tampoco se venden. Estaba tan sucia y oxidada que nadie comprendía como aun lograba funcionar.
La familia, compuesta por dos hijas y los padres, había salido de compras hacía algunas horas, dejando ciertos objetos encendidos.

- ¡Yo debería estar quejándome! – exclamó el teléfono, sentado desde una mesa ratona.
Era de color verde, de disco y con el peso de los años, estaba deteriorado y golpeado. – ¡Me duele tanto cada vez que… RING RING RING! ¡Ay! – dijo mientras seguía sonando. – ¡RING RING!
- ¡Merecemos un descanso! – dijo el gran reloj cucú, al final del pasillo.
Llevaba años en la casa. Era alto y fino, y ocupaba mucho espacio; más de un cuarto de pared. Tenía números romanos y cada media hora, un pajarito hecho de madera y algunas plumas grises, salía de su interior y cantaba: ¡Cú Cú! – Hago lo mismo todos los días y nadie siquiera es capaz de limpiarme – prosiguió.
De pronto, la puerta de la casa se abrió.
Afuera estaba todo oscuro. Una lluvia se avecinaba.
Una sombra pequeña se introdujo en la casa y tomó asiento en la gran mesa redonda de la sala familiar.
Se hizo un largo silencio.
Nadie osó mirarse a los ojos.
Al cabo de unos minutos, el reloj preguntó:
- ¿Quién eres?
Silencio.
La lavadora, entrevió una pequeña sonrisa en medio de la siniestra oscuridad.
La tormenta había comenzado
- ¿Qué es lo que quieres aquí? – inquirió el teléfono.
Silencio.
Los objetos estaban aterrados.
- ¿Qué es lo que sucede? – preguntó la televisión vieja.
Nadie se había percatado de ella hasta ese momento. Era un modelo de los años sesenta, una Zenith. Hacía tiempo que nadie la usaba y estaba cubierta por una sábana blanca de algodón, para que no se ensuciara demasiado. Antes de escuchar respuesta alguna, se quedó completamente dormida.
- La… la familia vendrá pronto y… te llevará lejos – dijo la lavadora en un susurro.
- La familia – repitió el intruso, y acto seguido estalló en carcajadas. - ¡La familia! ¿No están enterados de nada verdad? La familia ya no los quiere. Están viejos, inservibles, inútiles. – Tomen como ejemplo a ésta estúpida lavadora, ni siquiera puede con una simple carga de ropa. – Y dicho esto, se bajó de la mesa donde se había sentado y se acercó hacia ella. Presionó un botón.
La lavadora andaba cada vez más deprisa. Más y más. Parecía que explotaría de un momento a otro. La tapa se abrió y la ropa saltó hacia afuera, desparramándose por el suelo de la cocina. No tuvo tiempo de nada.

Un ruido extraño se escuchó en su interior; y luego, sus luces se apagaron.
Había dejado de funcionar para siempre.
Un silencio profundo reinó en toda la casa. Podía percibirse el miedo, era algo que casi se olía.
- Serán reemplazados. – dijo el intruso con una sonrisa tan brillante, que hasta podría decirse que brillaba en la oscuridad – La familia fue de compras y regresará con nuevos objetos. Van a necesitar una buena lavadora. Una con capacidad de ocho kilogramos y poseedora de veintitrés programas, entre otras cosas.
- ¡Somos parte de esta casa! ¡Nadie puede tomar muestro lugar! – protestó el reloj.
- Te haré una pequeña demostración – dijo el intruso, aun sonriente.
Caminó hacia donde se encontraba la vieja televisión y le dio una patada. Ésta se encendió diciendo: … ASALTAN UN BANCO Y SE LLEVAN LA SUMA TOTAL DE… y volvió a apagarse.
- ¿Lo ven? Es incapaz de mantenerse despierta. Incapaz de funcionar, como todos los demás, como todos ustedes – exclamó el intruso y volvió a reír.
Saltó hacia la parte más alta del reloj cucú y comenzó a darle vueltas a las manecillas, marcando las diez, las once, las doce, a toda velocidad.
- ¡Por favor basta! ¡Haré lo que sea, funcionaré mejor que nunca! ¡Por favor, quiero vivir! – suplicó el reloj cucú.
El pájaro de su interior salía y entraba, una y otra vez.
Las manecillas se quebraron. Las plumas del pajarito se desprendieron y flotaron hasta tocar el suelo.
El reloj era anciano, y estaba cansado. No tenía fuerzas para defenderse. Ya no podía luchar.
Dejó de existir.
- Ahora necesitarán un nuevo reloj; uno digital, con fondo de color y luces de neón. – el intruso estaba más alegre que nunca.
El teléfono de disco, estaba aterrado. Quería seguir funcionando ¡No le importaba sonar todo el tiempo! ¡No importaba el dolor! Pero no tuvo oportunidad.
Vio acercarse una sombra. Era un celular negro, de esos último modelo, los que no tienen ningún botón y por los que cualquier chico moriría.
- No hay salida. La familia vendrá pronto, con un teléfono nuevo. Uno inalámbrico, con identificador de llamadas, video llamadas, uno sin disco – dijo el celular y volvió a sonreír.
Tomó el cable en espiral que conectaba el teléfono a la pared y lo arrancó de un tirón.
Lo ató alrededor del tubo verde y comenzó a apretar. Lo estaba ahorcando.
- Por favor – pidió sin esperanzas. Pero se había resignado. Esperó la muerte.
- Ja ja ja – rió en voz alta el celular. Se acercó al marco de la ventana, y por el cristal, se sentó a esperar a la familia, que regresaría con los nuevos objetos.
La televisión vieja despertó.
Vio a sus amigos en el suelo.
Muertos.
Una lágrima corrió por su rostro y volvió a taparse con la sábana.

//alex


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Fecha: 2015-04-28 23:49:45
Nombre: RconR
Comentario: Muy surrealista pop