Cut (1). Cuentos cortos fantásticos


Cut (1)

Autor: Luis Rodríguez Sotres

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Cuento publicado el 17 de Junio de 2007


El Caracol.

Mi nombre es Cut, soy un distinguido Barón de la especie de insectos miserables, aquéllos que más se resisten a morir. Según he oído, la gente se refiere a nosotros con el grito de: “¡Cucarachas!” u otro más largo, que dice: “¡Traiganelinsecticida!”
En fin... nuestro destino es vivir como proscritos dentro de las casas de los hombres; ¡qué bueno que en este mundo tan pequeño siempre hay espacio para nosotros los cobardes!

Debido a que vivo escondiéndome, he podido ser testigo de historias asombrosas. Una de tantas deseo contárselas, pues habla de la miseria, del rechazo y del arrepentimiento, situaciones que un indigente renegado, como yo, desea que sean sensibilizadas por ustedes . . . mis perseguidores, los que para bien o para mal, “me proveen de techo y comida”.

I

Un hotelero de gran éxito económico caminaba en su playa privada a eso de la 1 a. m. Yo decidí seguirlo, pues me habían contado de su hotel, y sobre todo, ¡de su cocina!
Tras unos minutos, el hotelero se sentó a ver como las aguas, rítmicamente, le depositaban “pedazos de Luna” -espuma de mar-, en su pies adoloridos. Ni modo, tenía que esperar a que continuara su camino -“El mejor bocado siempre es por el que más se sufre” -pensé mientras suspiraba.
Pero… ¡increíble visión!, de la espuma salió un demonio que se hacía llamar Belu. ¡Hasta el hambre se me quitó!
Por sus saludos deduje que el hotelero y Belu eran ya viejos conocidos.
Es un demonio con cara de niño travieso. Se distingue de otros demonios porque atrae con su falsa benevolencia. Siempre está riendo y diciendo aquello que las personas quieren oír.
-¡Hola Belu! ¡Qué alegría de verte! –saludó el hotelero.
-¡Me da más alegría que hayas acumulado tantas riquezas! –el demonio contestó con entusiasmo.
El hotelero aclaró que todo era debido a la ayuda del diablito y se lo agradeció, pero Belu rechazó el ofrecimiento pues odiaba la palabra gracias.
Luego, el desagradecido diablito se le acercó y le susurró –Por haber sido mi fiel servidor, ha llegado el momento de que poseas esta concha de Caracol marino que, por cierto, es mi más preciado instrumento.
El hotelero, ya con el caracol en las manos, preguntó apáticamente – ¿Y esto qué tiene de valioso?
- Con este caracol en tu oído podrás escuchar los pensamientos que desees, aun los más profundos de la gente más introvertida –contestó Belu.
- ¡Adiós a las trampas y traiciones! ¡Verdad que sabes lo que más necesito! ¡Tú siempre buscas mi bien Belu! –exclamó el empresario.
- ¡Uy… y eso que todavía no me conoces! –contestó el ángel caído.
Cuando su satánico amigo desapareció, el hotelero corrió a probar su juguete nuevo.
Escuchó los pensamientos de sus empleados que rezaban: “El patrón es un abusivo”; “si supiera lo que la gente piensa de él”; “es un imbécil, lo odio.”
Ahora que sabía que todos sus trabajadores eran unos hipócritas, sólo pensaba en abandonar el lugar.
En pocas semanas vendió su hotel y, con ayuda de sus abogados, encontró la manera legal de no indemnizar a sus trabajadores.
Utilizando el caracol maldito en las reuniones empresariales se enteraba de todo, por lo que el dinero de la venta lo jugó en la Bolsa de Valores y logró amasar una gran fortuna con la que compró muchos hoteles.
Cuantos más pensamientos escuchaba, más dinero acumulaba y más rencor y miedo sentía. Por esto, dejó de confiar en la gente.
Llegó el momento en que su dinero no lo satisfizo. Sólo se complacía en el morbo, el chisme y la manipulación de las personas.
Aburrido, decidió enamorar a una mujer bellísima. Aunque todos le reconocían su bondad, tenía fama de ser una “santa loca”.
- ¡Qué placer dominar y pervertir el alma de alguien tan inocente! – pensaba el hotelero.
Aunque era hija de uno de los jugadores de bolsa más fuertes, vivía en una palapa de la playa demasiado incómoda. De hecho, el hotelero se preguntó el porqué de esa elección de vida y supuso que trataba de humillar a su padre.
La encontró sentada en un barandal del malecón y se le acercó, “como animal al acecho.” Con el caracol se dispuso a escuchar sus pensamientos, pero hipnotizado por el físico de la muchacha, guardó el caracol en su bolsillo y contempló la “Belleza Radiante”, como los del Club de la Plata la habían bautizado.
Sus ojos no huían desconfiando de la gente, como ocurre con las mujeres bellas que se sienten acosadas, no, se dirigían como dos abejas a las pequeñas criaturas que se dejaban endulzar por ellos y para ellos, ¡como sucede con la mirada de las flores o los bebés!
Era tal la duda del Hotelero sobre la fuente de tal belleza que llegó a creer en lo sobrenatural; La GRACIA. Con este pensamiento se le revolvió el estómago, así que rápido puso el caracol en su oído.
Qué sorpresa tuvo al descubrir que los pensamientos de la muchacha eran juguetones y alegres, que a pesar de su soledad aparente, cultivaba una relación amistosa con la gente que observaba. Pensaba: “Aquél hombre es bueno, pues cada día riega las flores de la maceta abandonada en el barandal;” “Aquélla anciana es una pobre trabajadora, y sin embargo, la carne que lleva no es para ella, pues no tiene dientes. ¡Da sus últimos días en trabajar para los demás!”
El hotelero se carcajeó al escuchar con el caracol, los pensamientos de las personas tan benévolamente juzgadas por la bella mujer. La que se le acercó para decir - ¡Hola manito! ¡Soy Any! ¿De qué te ríes?
Nerviosamente contestó:
- Es que… sólo soy un hotelero que se ríe por el gusto de reírse.
En Any brillaron sus ojos y luego gritó:
- ¡Qué emocionante! ¡Déjame intentarlo!...
En unos segundos los dos estaban atacados de risa, por la única razón del contagio que mutuamente se producían.
Cuando ya no aguantaban el dolor en el estómago, Any se repuso abruptamente y con la mayor seriedad del mundo le preguntó:
- ¿Quién eres?
El hotelero dejó de reir y refunfuñando contestó:
- ¡Ya te dije que soy un hotelero!
- Eso ya lo sé, lo que quiero saber es… ¡Qué bonito caracol! ¿De dónde lo sacaste? ¡Parece hecho de espuma! –Any dijo.
El hotelero, sonriendo, le dijo que hablaba demasiado rápido.
Any se disculpó con palabras que retumbaron en la mente del hotelero:
- Perdón, es que estoy muy contenta y emocionada de que hayas vuelto en ti, y además de que te haya hecho sonreír.
- ¡Vuelto en mí? -preguntó el maldito.
-Any le dijo que sufrió un ataque de posesión demoníaca, ya saben, como en las películas, ojos en blanco, zangoloteo, etcétera. Luego le contó que diversas personas le sostuvieron con fuerza para que no se lastimara, pues pensaban que era un ataque epiléptico. Al poco rato “volvió en sí,” según ellos; pero el demonio era el que hablaba por su boca, ella bien lo sabía, pues permaneció a su lado escuchando a Belu hasta que desesperó y por fin dejó que su alma retomara su cuerpo.
El hotelero no negaba que pudiera estar poseído; pero negaba la posibilidad de que ella no tuviera miedo.

Ella sólo respondió advirtiéndole que ese demonio lo había engañado, lo mejor es que destruyera ese caracol, o sufriría mucho.
- ¡Eres una estúpida! ¡Belu siempre está para protegerme! ¡Es lo mejor que me ha pasado en la vida! –el hotelero enojado gritó.
Sin inmutarse ante tales reproches ella continuó alegre. Luego, la extraña mujer le propuso una invitación –¡Fíjate que hoy es mi cumpleaños! ¡Quieres acompañarnos a mi fiesta? -¡Qué babosa! ¡Luego porqué les va mal!
Bueno... pues mientras Any seguía sonriendo amablemente, el hotelero aceptó la invitación gritándole: -¡Está bien! ¡Total no tengo nada que hacer! –Aceptó porque ya sólo buscaba dos cosas, que sintieran lástima por él, e infundir tristeza en el ánimo de Any, ¡así son los malditos!
¡Perfecto, qué alegría! –exclamó Any. –¡Te espero a las 10 en la palapa que está frente al kiosco!
Any se hincó y adoptó una posición de oración. El hotelero comenzó a sentir un inexplicable malestar que desahogó con gritos estrepitosos. ¡No podía controlarse! Pero como bien sabía que todo era obra de Belu, el dueño de su alma, salió corriendo sin temor.
Dieron las diez y el maldito se dirigió a la palapa, donde Any se hallaba cantando y bailando junto con sus amigos indigentes, que se habían bañado y peinado.
Quizá no estaban locos, pero para el enajenado hotelero, estaban totalmente desquiciados. Temeroso, decidió esperar a que la dejaran sola.
Ya de madrugada Any era la única despierta, pues arrullaba a sus amigos ya dormidos con su dulce canto.
Mientras los vagos dormían, ¡salió como cucaracha el hotelero cobarde!
Any corrió y lo abrazó. Una muestra de afecto así por parte de ella ya no me sorprendía. Lo saludó preguntando:
- ¡Por qué te escondías?
- Quería estar seguro que no me iban a hacer daño –contestó el tarado.
Any lo cogió de la mano, y jalándolo gritaba –¡Ven!, ¡ven!
Lo llevó corriendo al faro, donde le presentó a varios fantasmas que vivían tentando a la gente y, en raras ocasiones hasta los poseían. Any amablemente los consoló. Todos ellos la rodeaban desesperadamente. El Hotelero por su parte, tenía mucho miedo, pero no corría ni gritaba, quería conocer el grupo al que, pensaba, pertenecería, "si le iba bien".
Uno de los fantasmas se llamaba Desconfianza. Any se lo presentó al Hotelero.
Al escuchar su nombre el fantasma respondió -¡Miren, es otro de los condenados gracias a Belu!
- ¡Desconfianza, te ordeno que te vayas! – gritó Any, y añadió –tú sabes bien que en la Tierra no existen los condenados.
-¡No por favor! ¡No seas cruel!, no me dejes, tú eres el único ser con Gracia que se dirige a mí. -rogaba Desconfianza aferrada a los pies de Any que permaneció firme sobre todas las súplicas y reproches, mientras el impotente fantasma desaparecía poco a poco.
- ¡Pobre Desconfianza, rezaré por ti! –exclamó Any con gran compasión.
Después de unos minutos en silencio, el hotelero increpó a la muchacha:
- Desconfío de tu amistad. ¿Por qué lo haces?
Any le explicó que era muy difícil que lo entendiera. Le aseguró que el amor era una satisfacción muy grande para ella, y que si él le daba una oportunidad, ella lo encontraría en su corazón.
El hotelero dijo con un gran dolor en el estómago, causado por el orgullo, que la oportunidad se la podía conceder; pero que no iba a ganar nada, porque nunca se arrepentiría.
- No me desmotivarás. Por mi parte, nunca gano ni pierdo. Mientras aceptes mis invitaciones, yo seguiré a tu lado –afirmó Any.
El hotelero por primera vez sonrió dulcemente. Se recostó y reposó su cabeza en los maternales brazos de la muchacha, donde se durmió.
Mas cuando despertó. . . estaba en un lote baldío. Vestía sólo su ropa interior y su cuerpo estaba sucio y llagoso. ¡Era como otro menesteroso del puerto!
Enfadadísimo, corrió a la palapa de Any para reclamarle sus pérdidas, donde gritó: -¡Desgraciada ratera, te voy a romper las piernas si no me devuelves mi reloj y mi billetera!
- Tú solo los perdiste, aunque… bueno, más bien fue Belu. Se enojó al percatarse del poco arrepentimiento que empezabas a mostrar, por lo que volvió a manifestarse tratándote como un vago. Se paseaba frente a tus amistades para que te vieran, y así, en su éxtasis carnal, te tomaran por loco –respondió tranquila nuestra muchacha.
- ¿Por cuánto tiempo he estado vagando? –preguntó el magnate.
- Por semanas.
Mas el malvado exclamó -¡todo lo que me has contado lo quiero creer!, pero para estar seguro, usaré el caracol de Belu.
- Any se hincó y elevó una plegaria –Señor, hazle escuchar la verdad, aunque si no quieres… aquí estoy para responder a todas tus pruebas.
El Hotelero puso el caracol en su oído con el firme deseo de escuchar los pensamientos de Any. El eco en la herramienta maligna susurró: “¡Imbécil maldito. No te mereces nada y lo poco que tienes se te quitará, de eso me encargo yo!”
Encolerizado, el maldito cogió un tubo y comenzó a golpear a la frágil muchacha con brutalidad.
Mientras rompía los huesos del delgado cuerpo, una explosión de éxtasis y risas infernales desfiguraron el malévolo rostro del martirizador.
Ella apretó los párpados y los labios decidida a no quejarse, aunque algunas interjecciones escaparon de su boca. Pronto, de sus ojos brotó un manantial de lágrimas, del cual fueron a beber, desesperadamente, cientos de cangrejos; aquéllos que se alimentan de lo que el alma deja.
Cuando la fuente del llanto cesó, una oscuridad envolvió al hotelero. Sintió un miedo inimaginable. Su cuerpo le pesaba tanto que parecía hundirse con todo el suelo que pisaba. No soportaba el dolor en su corazón, le dolía tanto que deseaba que se detuviese.
Apareció Belu con una risa tan malévola que mi estómago y corazón se hacen uno al acordarme.
El diablillo tomó el caracol y sonriendo le dijo a su siervo –te voy a contar la verdad, porque curiosamente la verdad es la cereza del pastel en todas mis travesuras.
Yo te dije que el caracol te mostraría los pensamientos que tú desearas. Lo malo para ti es que nunca has sabido lo que en verdad deseas. Tú, más que desear la verdad, buscabas autocompasión y razones para odiar. Cuando usaste mi instrumento con tus empleados, sólo querías escuchar lo que diera motivos a tu inseguridad; por unos cuantos, dejaste sin trabajo a cientos. Ante Any, los pensamientos secretos que escuchaste, eran las sospechas infundadas que fraguabas con ansía de venganza, eran las imaginaciones de tu seco y malévolo corazón. Lo que el caracol te mostró fueron los únicos pensamientos que saciaban tus deseos. . . ¡LOS TUYOS!, no los de esa santurrona desquiciada. JA, JA, JA . . .
¿Difícil conocer tu corazón verdad? Más que difícil, ¡es aterrador! Ahora tu alma es totalmente mía. ¿Quién te va a salvar? ¿Quién te va a perdonar? Ja, ja, ja . . .
Ya te acostumbrarás al odio. Tus acciones de venganza y de maldad, serán la única felicidad que podrás conseguir. . . Por lo mismo, ¡tú me has hecho muy feliz! Ja ja ja. . .
Pero pasó lo que siempre les sucede a las almas en desgracia. . . se les presenta la Esperanza y su luz penetrante, que eliminó la oscuridad. Belu lloraba y corría de un lado a otro pero no lograba pasar el perímetro de la luz. Se veía chistoso, como niño que sabe que va a ser reprendido por sus padres, gritaba: ¡No me va a doler! ¡No me va a pasar nada!. . . ¡Ya no lo vuelvo a hacer! ¡Se los juro por lo que más odio!
Sus piernitas regordetas dejaron de moverse justo en el momento en que Any apareció diciendo: ¡Quédate quieto y escucha la Palabra del Señor!
El hotelero corrió hacia ella llorando y se arrojó a besar sus pies. Pero Belu no dejó de hacer berrinche y cual niño arrastrado por su madre a la silla del dentista, fue jalado por una fuerza invisible hasta quedar a unos dos metros de Any.
Any cubrió con su protector manto al hotelero que se sintió consolado y seguro. Después de unos minutos, la que era conocida como “La Santa Loca” le comunicó el mensaje divino:
- Franz, ahora que has dejado de ser una simple cosa, un pobre hotelero, has recobrado nombre, vergüenza y emoción, pero te falta la libre decisión de perdonar y pedir perdón; esto es, te falta verdadero arrepentimiento.
Todavía tienes tiempo en la Tierra, donde sólo vine a decirte que mientras el cuerpo viva, nadie está condenado.
En cuanto a ti Belu, demonio travieso, te quiero decir que ese antiguo caracol, oceánica cuna de las dioses del erotismo y de la guerra, de Afrodita, de Diana y de Apolo. . . será tu tumba. Así, violencia y pasión, te aprisionarán eternamente.

- Belu se revolcó en el suelo por lo doloroso de aquel castigo.

II

Yo no sé si el Hotelero se arrepintió, pero fui testigo de que vendió sus hoteles, y de que nadie supo en qué se gastó el dinero.
Vive como mendigo. Descalzo recorre las calles del puerto donde le grita a los transeúntes cosas como -¡tú eres bueno, pues veo que llevas una bolsa de mercado con florecitas, seguramente le estás haciendo a tu madre el favor de hacer las compras! Luego . . . se lleva el caracol al oído y se ataca de risa.

¿Será que se ha aferrado a la voz del prisionero maldito? ¿Será que escucha cosas que le hacen reírse de la esperanza de Any por la salvación de la gente malvada? ¿Será que ha purificado su corazón y conciente de su propio sentimiento, sólo escucha la voz de Belu en el caracol para reírse del infortunio del pobre diablito? ¿Será que se volvió loco?
Sólo sé que escuchar mis pensamientos secretos es más difícil y necesario de lo que creía. Espero que ustedes también lo consideren y se olviden de las sospechas infundadas que tanto perjudican a nosotros los renegados, los que según ustedes, vivimos así, abusando del bien ajeno sólo por ser flojos y viciosos.

//alex


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Últimos comentarios sobre este cuento

Fecha: 2008-03-04 14:29:45
Nombre: sofia micheel
Comentario: es uncuento muy bonito y q aparte de q esta largo no te aburre ya q es muy interesante y te entretiene este cuento se puede recomendar espero q lea este comentario y que publiquen mas cuentos asi con cariño su amiga.sofilu


Fecha: 2007-11-25 07:00:06
Nombre: victoria
Comentario: si me guso pero x favor cuentos cortos sobreabejas!!!!!!!



Fecha: 2007-07-13 02:08:58
Nombre: Fernanda
Comentario: Uno de los mejores cuentos que he leído en mi vida. El final es super sorpresivo.
Gracias.