Cut (2)
Autor: Luis Rodríguez Sotres
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Mientras un diluvio caía con fuerza, pequeños movimientos en un montículo de basura delataban la presencia de Cut y de sus habilidades como constructor…
- Nada más pongo este pedacito de plástico y ¡listo!, tengo casa nueva... al menos mientras la sostengo.
Yo detesto empaparme, pero conozco una vieja loca que a todo le pone buena cara. Su historia es bastante increíble, en parte porque tengo el don de recorrer los sitios más maravillosos de la Tierra y, en parte, porque la verdad soy re mentiroso. Se las voy a contar…
LA VIAJERA.
Un aguacerazo caía cuando un niño rico se asomó por su ventana. Con tristeza vio como una anciana sonriente miraba el cielo mientras toda la fuerza del agua caía sobre ella.
El chamaco bajó las escaleras y la invitó a pasar a su casa. Ella le agradeció y entró.
Mientras la mujer tomaba el café caliente que el mocoso le había dado, comentaba todos los dones que veía en él; por lo que el burguecito le preguntó cómo es que le veía todas esas gracias que ignoraba poseer. Ella respondió:
- Soy una viajera incansable, por lo que conozco bien a la gente.
- ¿Usted una viajera incansable? -contestó extrañado.
- La anciana sonrió y con un dulce tono dijo -sé porqué te extrañas, para ti soy tan anciana y débil que la indiferencia me mataría. ¡Gracias a Dios, aún hay personas que se compadecen de mi recorrido y se preocupan por mi camino! Pero aún con toda la ayuda no he querido parar de caminar.
-Luego, explicó que sus motivos para caminar sin descanso eran unas bellas mariposas mágicas que, aunque imposibles de atrapar, dejaban un maravilloso aroma en los objetos sobre los que se posaban, el cual, en cuanto lo perdían, regresaban a ser... simples cosas.
Sólo en una ocasión dejó que la apatía la sedara. Ésta es la gran historia que voy a contar.
La vieja contó que una tarde caminaba dormida, cuando de repente un escándalo la despertó. Era el de un grupo de gente que discutía con un yerbero el precio correcto para sus productos.
Tras unos cuantos pasos más, encontró el ejemplar más hermoso de esos insectos presumidos. Nadie lo veía, como siempre todos estaban enfrascados en su discusión. ¡Grande fue su sorpresa cuando el gusano alado se posó en la frente de un vago asqueroso y borracho!
El miedo que le tuvo la viajera al vagabundo le impidió acercarse al delicado animal. Sólo observó como aquel intento de hombre se balanceaba de un lado a otro sobre su bastón de palo, pero aunque estuviera a punto de caerse, la mariposa no se movía.
¡Tan frágil animal y no tenía miedo! Aún más, pasó que la mirada del vago se incrustó en las yerbas en conflicto y, mientras el sudor negro recorría por su nuca, cayó de un ataque epiléptico. Su cabeza golpeó repetidamente la banqueta, y aún así, la mariposa no se movía.
El yerbero entonces gritó -¡silencio todos, que les demostraré porqué mis productos tienen estos precios!
El yerbero sacó un costalito y espolvoreó su contenido –un polvo gris-, sobre ambos seres. Así paró el ataque del vago, ¡pero a la mariposa la mató! Inmediatamente la metió dentro de otro costalito.
La anciana asegura que todos los clientes del yerbero lo rodearon y gritaron: ¡milagro!, ¡magia!
El vago se fue llorando en soledad. ¿Qué le habría pasado?, si bien la vieja quería saberlo, no quería acercársele para averiguarlo, así que decidió esperar a que el yerbero pudiera darle una explicación.
Cuando el yerbero se quedó solo, la viejilla le preguntó qué había echado sobre aquel hombre.
Le respondió que fue polvo de la apatía, una sustancia que reanima al cuerpo pero apacigua el cerebro. Según el vendedor, como lo que tenía aquel mendigo eran ganas de llamar la atención, la gris sustancia lo pudo calmar.
- ¿Realmente era necesario matar a esa bella mariposa? –preguntó la vagabunda; a lo que el chamán urbano contestó -¡claro, si el polvo de la apatía es el extracto de las alas de Mariposas de la Pasión! Al escuchar esas palabras la débil anciana se arrojó a golpearlo con toda su fuerza, sólo pensaba en sacarle los ojos mientras le gritaba todas las ofensas conocidas.
El maldito, sin importarle sus débiles golpes, le dijo: -tranquilízate, tú eres de las pocas personas que todavía ven las mariposas. La mayor parte de la gente está demasiado absorta en sí misma como para observarlas. Considérate dotada, pues te aseguro que cuando tengas la sensación de poder que nos da usar el polvo de la apatía, te volverás una cazadora de mariposas y así tu don te dará frutos.
- Qué estupideces dices, imbécil endemoniado –sorprendida gritó.
A lo que el maduro brujo contestó -mira, soy un vendedor, pero en lugar de crear productos útiles, creo clientes artificiales con sólo espolvorearles Polvo de la Apatía en sus medicinas y jarabes. Consumistas tan flojos que no les interesa saber si les sirve lo que vendes; holgazanes que con buena propaganda logras lavarles el coco. . . ¡Es el negocio soñado!
Agotada, la anciana ya se encontraba tirada en el suelo, pellizcándole las piernas, pues ya no tenía fuerzas para pegar. En esa posición tan bochornosa, el yerbero le dijo que estaba demasiado enamorada de la vida y que por eso era un peligro para su empresa.
Sacó un costalito y le echó polvo de la apatía. El enojo cesó, así que la apasionada octogenaria dejó de pelear para retomar su camino. Pero algo era diferente, ya no le importaba nada a su alrededor, ¡el mundo entero estaba como desenfocado! y, ninguna de esas polillas psicodélicas aparecían.
Estuvo como dos semanas caminando sin salir de esa ciudad. Sin pensar en otra cosa más que en su pasado, caminó en círculos sin llegar a ningún descubrimiento, ninguna sorpresa y, las conclusiones que lograba con su atormentado pensamiento eran inútiles. Así que después de años de caminar sin descanso: ¡decidió sentarse a esperar la muerte! Pasaron horas, días, meses, estaciones. . . y seguía sentada en la misma banca del parque. ¡Increíble! unas ardillas hicieron un nido en su regazo y aún así no le sorprendió aquella maravilla.
¡Pero un día algo por fin llamó su atención!, era el vago que rascándose pasó justo enfrente de ella. Desesperada lo abrazó añorando que su frente guardara el dulce aroma que su vida necesitaba, mas sólo percibió el olor a cebo asqueroso.
Tristemente comenzó a llorar sobre su hombro y el pordiosero respondió abrazándola con toda su fuerza. Cuando la frustrada mujer sintió que aquellos musculosos brazos podían estrujarla hasta otorgarle su añorada muerte, gritó: ¡mátame! El patético hombre, sorprendido, la miró a los ojos y gritó: ¡ámame!
Al descubrir, nuestra humilde señora, lo necesitado que estaba aquél hombre de amor lo cubrió de besos. Al momento, una lluvia de las mariposas más hermosas salió del mismo Sol, una se posó sobre la frente del vago y las demás. . . se distribuyeron sobre las frentes de todos los habitantes de esa gran ciudad.
II
El vago hoy en día ya se baña, trabaja ofreciendo sus servicios de puerta en puerta sin pedir nada a cambio; aunque claro, la gente agradecida -que es la mayoría-, le da dinero, comida o ropa.
La anciana reinició su caminata, en la que asegura ver más mariposas que nunca, pues ya no se distrae pensando en ella misma.
El yerbero puso su franquicia de tiendas, pero creció su soberbia y así, el don de ver las mariposas se acabó. Hoy en día es un millonario desquiciado.
Al terminar de contar su historia, la anciana aconsejó al pequeño burgués -niño mío, no voy a explicarte la belleza de mis animalitos, porque sólo tú puedes llegar a verlos en cada pedacito de creación que te rodea.
Por último, la anciana se despidió del pequeño. Cabe mencionar que antes de salir agradeció al peque por una silla que le había ofrecido, la cual por supuesto. . . ¡NUNCA USÓ!
Yo nunca he visto las mentadas mariposas ni quiero verlas, pues ya tengo suficiente con las comunes y corrientes, ¡todas son unas pedantes y presumidas! En fin…lo bueno del Mundo es que cada quien ve lo que quiere ver.
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: Rogelio
Comentario: Muy simpático y esperanzador