Cut (3). Cuentos cortos fantásticos


Cut (3)

Autor: Luis Rodríguez Sotres

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Cuento publicado el 17 de Junio de 2007


Hola otra vez, soy la cucaracha Cut, insecto adicto a pequeñas dosis de Bayer, OKO, Raid y otras tantas mugres que los humanos nos dan para ponernos las patitas en el aire. Les advierto esto para que entiendan por qué me dejo llevar por mis fantasías; aunque… bueno, ustedes, queridos lectores, también lo hacen… hasta este momento se han dejado llevar por la fantasía de que el que escribe es una cucaracha. ¡Qué bueno ver que tenemos algo en común!... ¿Verdad?

En fin, ya sea mentira que escribe una cucaracha o, verdad que ustedes quieren creer mis mentiras, el punto es que ambos gustamos de tener las miradas sobre mis sucias y pequeñísimas letras. Eso es lo único que importa en este breve tiempo sin pasado ni futuro: que al menos soy un verdadero contador de historias.
Si bien me averguenza contarles la siguiente historia, pues es muy personal, quiero desahogarme. Ocurrió durante mi infancia, época en la cual gocé de gran riqueza material, pero nada más.

-Mi mamá, una de sus amigas y yo, nos fuimos a cenar a una lujosa tienda departamental, pero como yo no tenía hambre me puse a rayonear una servilleta, desgraciadamente se me chorreó la tinta, por lo que mi madre se enojó y le ordenó a mi nana que me llevara lejos de ahí, me llevó a ver los juguetes.
- Una vez que hube entrado al departamento en cuestión, como flecha me metí en la sección de bebés, pues creí que ahí nunca se pararía alguno de mis compañeros de escuela, pensé: “¡Qué vergüenza si me vieran con mi nana!” Mas como siempre, la suerte no estaba de mi lado.
Ana Sofía, la cucarachita de mis sueños, me encontró jugando con un juguete Barney. Me ruboricé hasta ponerme morado, tanto, que ella se me acercó y me dijo que parecía otro Barney. Una bomba en forma de carcajada estalló de mi boca, era una mezcla de nervios y del escalofrío que sentía el niño de la película Sexto Sentido cuando veía fantasmas. . . ¡Estoy seguro que así debió sentirse!
Entonces, de la boca de mi futura esposa salieron las palabras más hermosas que jamás he escuchado:
- ¡Me encantan tus tenis!

Fue el inicio de una larga e interesante charla sobre tenis, y aunque en esos momentos ni pies sentía, presumí como todo un experto en el tema.
Creo que, entre líneas, platicábamos de algo más que de tenis. Aaaay... de esos espacios en blanco están hechos mis sueños más hermosos.
Pero de un momento a otro, Ana Sofía gritó -¡que horror! –mientras salía corriendo. Cuando yo me disponía a perseguirla, una mano me jaló del hombro. Me encontré con que me habían rodeado cuatro de los compañeros más abusivos de mi escuela. No cabe aquí mencionar las cosas que me dijeron o hicieron, pues tengo la idea de no quejarme ni andar de chismoso, ¡eso es de maricones!
Terminado el tormento busqué a mi nana que se había perdido, la fui a encontrar en el departamento de electrónica viendo su telenovela. Le pedí que fuéramos a la camioneta. Ahí ella terminó de ver esa cursilería.
Sin que me viera, empecé a compadecerme de mi desgracia: “¡Chihuahuas, por qué Sofía sintió tanta vergüenza de que la vieran conmigo?; ¿por qué no puedo decirle que la amo?; ¿por qué no me defendí de mis agresores? En fin, tal vez seguir igual sea lo mejor.”
Repentinamente, apareció el Indio Q-Ke. Es un hombre inmaduro. Viste como apache, aunque es nativo de alguna zona de Quintana Roo. Está muy orgulloso de sus raíces, pues todavía no se le despintan.
El espíritu de Q-Ke es uno de los más buenos que he conocido, aunque atormentado por su pasado.
Como estrella de cine, vive el roll del conquistador que sabe como tratar a las mujeres. Es el galán de mis cuentos. Siempre aparece cuando tengo problemas con Sofía.
- Hi Cid, whata japen tu you! –dijo Q-Ke.

- El sonriente galán continuó: -Te voy a contar la historia de mi pueblo.
Era un hermoso lugar asentado en un pequeñísimo valle rodeado por imponentes montañas, tan juntas que forman el perímetro de un “cilindro” en el cual, la Luna llena, al reflejarse en nuestro cenote, creaba una columna de luz a lo largo del cilindro, tan maravillosa e inmensa que le decíamos: El Camino de los Ángeles.
Las víboras de agua, que son los ríos que las montañas nos arrojan, desembocan en el hermoso cenote, el cual es el Centro de nuestra ciudá. Lo llamábamos La Batalla, pues ahí era donde nuestras almas, después de haber sido arrastradas por los ríos, desembocaban con todos nuestros pecados y gracias. Era el lugar donde se daba la última Batalla Espiritual, por lo que ahí aventábamos los cadáveres.
Yo no conocía la cultura de afueras, pues los pocos que nos habían descubierto se negaban al recuerdo, se quedaron para nunca regresar, y ya eran ancianos.
Un día, llegaron unos exploradores con aparatos increíbles para nosotros. Ellos eran buenos, siempre dispuestos a explicarnos con detalle lo que su sociedad había hecho. Recuerdo que nos burlábamos de la tontería del Derecho Romano. Decíamos: ¡Qué complicado! y ¡sólo para guardar el orden!
¡Imagínate lo ignorantes que éramos…!
Empezamos a envidiar ciertas cosas, como la manera en que ellos practicaban su sexualidad: ¡QUE MARAVILLA!, ¡QUÉ LIBERTAD!
Llegó el día en que la pasión y la curiosidad motivaron a varios amigos a acompañar a los exploradores hasta su Ciudá.
A mi pueblo sólo regresaron mis cuates.
Nos contaron fascinados lo que habían visto.
Si bien no gustaban de la civilidá, querían volver lo antes posible.
Entre risas y empujones infantiles, presumían sus experiencias sexuales y pronosticaban el tiempo que durarían las cajas de preservativos que recién habían conocido.
Pasaron dos semanas y se terminaron los condones. Empezaron a gritar que necesitaban dinero, el pueblo entero contribuyó con varios productos para que fuesen vendidos en la Ciudá. Así compraron más “novedades”, como les decíamos. Ese fue el inicio de nuestra economía.
Al año una muchacha se embarazó -¿de quién? -la gente preguntaba con morbosidad -¡no sé! -respondía avergonzada. Pobre mujer, la asediábamos multitudinariamente y en una forma tan continua que decidió aventar su culpa al cenote, ¡me refiero al inocente bastardo!
Después de eso la encontrábamos vagando en los alrededores de La Batalla, desnuda y golpeándose la espalda con hierbas espinosas.
Ese fue el primer caso de locura en nuestro pueblo, pero lamentablemente no fue el último.
Gran fiesta se hizo cuando inauguramos nuestro burdel. No todas las mujeres se prostituyeron, ni todos los hombres entraron al prostíbulo, pero todos sufrimos los efectos de la nueva ideología al subordinar nuestras vidas a las pasiones: sexo, gula, poder, etc. ¡El consumismo había triunfado!
Con el tiempo, varias mujeres se embarazaron sin querer, varias abortaron sin querer y todos las criticábamos: ¡sin querer!
La tradición de aventar nuestros pecados al cenote, hizo que los cuerpos y sangre coagulada de los nonatos despreciados, junto con las sobras de un mercado descontrolado por las pasiones, formaran una nata putrefacta en la superficie de La Batalla. Así, el Camino de los Ángeles desapareció, pues la Luna, sin la pureza del agua: ¡era incapaz de reflejarse!
A partir de ese momento optamos por el ateísmo, pues es difícil creer en un cielo cuando la mugre que producimos impide que se refleje en el Mundo.
Una mujer enloquecida trató de matarme, pues decía que el niño que había abortado era mío. Yo no sé si mentía, pero fue la gota que derramó el vaso... ¡escape!

II
La culpa de todo no fue de los preservativos, fue de nuestra incapacidad para ver la MIERDA que creábamos, ¡pues estábamos ENCEGUECIDOS POR NUESTRAS PASIONES!
Hace ya muchos años que no voy a mi pueblo. Me han dicho que sólo ruinas quedan. Que las mujeres gritan y lloran alrededor del cenote, mientras los hombres las apedrean como bestias desde lo alto de los árboles. En ocasiones bajan para ejercer violaciones masivas.
-¿Quién te lo contó?- le pregunté a Q-Ke.
-¡Una bestia que era amigo mío!- contestó.
- Q-Ke guardó silencio y recuperó el sentido del tiempo real, pues en el rapto de su emoción, el pasado se le había hecho presente. Finalmente confesó como un tipo bullanguero, pero arrepentido -te aconsejo que no hagas caso de los insultos, pues por grandes que sean, nunca definen el alma de nadie. Si los aceptas... alimentarán a tus prejuicios y complejos, ¡bestias en tu corazón!, que cuanto más crecen, más fácilmente cazarán su alimento, y por lo tanto más y más insultos llegarán a tu corazón.
Yo, fui incapaz de parar las ofensas a las mujeres, peor, fui uno de los más ofensivos. ¡Nunca me lo perdonaré!
Tú sabes que mi corazón es noble, pero mi soberbia e inseguridad son grandes, por lo que mi voluntad es demasiado pequeña.

- Cuando una mujer hermosa pasó a un lado de la camioneta, Q-Ke salió tras ella, y así, detrás de ella, se fue para no volver.


//alex


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Últimos comentarios sobre este cuento

Fecha: 2008-08-20 07:25:07
Nombre: ANDERSON
Comentario: ESTE CUENTO ME PARECIO MUY BUENO POR LO CUAL FELICITO A SUS AUTORES Y A TODOS LOS QUE TUVIERON QUE VER CON ESTE................................