Una vela hacia Dios, otra hacia el diablo
Autor: José de Anchieta de França Mendes
(3.42/5)
(65 puntos / 19 votos)
No vendera mucha cosa pero el bastante hacía llegar al lugar donde residía o en una ciudad que le ofrece más conforto. Sintió al mirar, por los arredores que estaba perdido y en aquellos parajes jamás colocara los pies.
Pero como en todo lugar una iglesia era el referencial, podría por ella ser guiado, miró muchas personas que entraban por la puerta principal y prácticamente todos de velas en la manos como se fuese una procesión.
Así profirió a una crianza que pasaba al lado el porqué de todo aquel acto.
- ¡Finados!
Batió en la testa con la mano espalmada en un gesto de olvide. Por la distancia de su morada no daría tiempo hacía ascender velas hacía sus muertos. Entonces por bien siguió todos entrando también en la iglesia ascender algunas hacía los santos y orar media duzia de ave-marías. Aliviaría así el peso de la conciencia. En el medio de la multitud misturase y casi ninguna persona notó que ello era un forastero, un vendedor ambulante perdido por el sertón.
Ya dentro de la iglesia sintiese extraño. Una dormencia por el cuerpo, voluntad de provocar, quizás por la fadiga y por el local entumecido de personas. Procuró averiguar se algo de anormal estampabas en los semblantes de los que estaban allí mas no notó nada. El que miró fue varias imágenes de santos. Tantas que nunca vira en la vida pero acreditaba ser las mismas que se “espaciaban” por las iglesias de todos los lugares.
Además no era mucho de frecuentar cultos, misas y ni de rezar bastante. Rezaba el necesario hacía que la alma se aliviase, se nutriese. No possuya devoción hacía un santo en particular. El primero que le surgiese en la frente en lugares santos u en cruces en las márgenes de estradas balbuceaba una oración cualquiera, como naturalmente, sin espirito religioso alguno, sin aprofundamiento.
No era diferente en aquella iglesia perdida en los matos del sertón. Percibió que era un templo simples con bancos de maderas rústicas, puertas enormes, altar en el fundo y sin brillo. Una puerta cerraba la sacristía pero por las frestas de ella salían morciegos de donde no se vían, gruñido por arriba de las cabezas de los devotos, en un vaivén infernal.
El que percebe en las personas fue la indiferencia pues nieguen se incomodaba con los vuelos rasantes de los noctívagos. La impresión que se observaba era de costumbre en relación aquellos animales desagradables y perturbadores. Hacía ello era un malo sígnale. Ya ouvira hablar sobre aquellos animales que chupaban sangré de los vivos con apariencia de ratones y los locales donde dormían eran de otro mundo.
En eso instante recuerda el porqué de estar allí de un lugar que nunca andara pero de ares extraños de personas extrañas, de un pueblo que no hablaba a las claras, solamente escuchaba balbuces, palabras y oraciones ininteligibles.
En el caminar de velas en las manos, de un lado hacía otro en busca de la luce y así ofrecer a los santos, advenido en la mente un recuerdo de un casebre en la bifurcación del camino y ofreció sus mercaderías a la una bisabuela y su biznieta, una linda morena. Reparó en ella por ademáis, al punto de olvidar del tiempo, de los valores a cobrar y pensó que perdió algunos ítems de las mercaderías. Por un instante perdió la noción del tiempo por tamaña hermosidad de mujer. Sembró que deseara aquella chica, pero no sembró que tomó el rumo errado y aquel estrecho camino nunca vira en sus andanzas por tales bandas.
Proseguí camino, no con los propios ojos pero con los da chica, involucrado por la magia de sus pupilas, por los gestos sígnelos de sus manos, por los enlevos de sus cabellos y por el balancear de garza de las sus ancas y pernas. Sólo dándose cuenta de la realidad cuando frenó el caballo de frente a la iglesia.
Una nube fue dispersa de sus vistas. En el medio de aquella multitud por fin depositó las velas en cada imagen. Imágenes de madera, de yeso, algunas dependuradas en cuadros y una extraña y isolada en un canto.
Cuando llegó en esta última ofrecidas todas las velas y por bien concluí que no era cierto déjalos todos sin alguna.
Observando que ningún devoto a la ella ofreció luce y ni oración. Percibió que ojos automáticos volverán se en su dirección con ares incrédulos. No tomó esto como una adversidad y trató luego de reparar su error.
Del santo más próximo substrajo una vela entre las mayores y ofreció a los pies de aquella isolada, triste y despresada imagen. Persígnese tres veces, bajando la cabeza y una oración salió en jorro, de modo mental, oración que había aprendido en el catecismo y que su madre tan devotamente cansarle la mente repetidas veces.
Cuando en la puerta de la iglesia colocó los pies hacía de la iglesia salir, sintió aliviado y feliz, sintió que la su alma estremeció dentro del pecho. Dos pequeñas y duras lágrimas brotaran de los ojos.
Luego fueron, con el dorso de la mano y piensa alto: hombre que es hombre no chora así por nada.
Miró las mulas, la pequeña venda de margen de estrada y hacía el mismo rumó. Pedió un trago de cachaza, después otra y más otra. Luego embriagado, más mismo así conciente. Pagó con el único dinero trocado que cargaba en el aljibero.
Percibido que las personas en vuelta miraban hacía ello de forma hostil pero hacía eso dispensó cualquier presentación. Por bien siegue su camino, a pesar de cedo, no desea pernoctar junto aquel local extraño. Pegó las mulas y antes de montar percebe un niño ya conocido y ello el mismo indagó:
- ¿Ir hacía otro lugarejo más próximo, cual estrada debo tomar?
- La da izquierda – gritó el chiquito a correr sin se detener y ni averiguar mucho el interpelado.
El vendedor ambulante montó en su caballo. Ajustó las cuerdas de las mulas, esporeó más un de los animales y cuando se dio cuenta estaba realmente delante de dos estradas. Recuerdó de aquella primera en que vio la pequeña casa de la vieja y su biznieta y tomara la estrada de la derecha.
Mantuviese pensativo. Un cachorro había ladrido, el barullo alertó y tiró el mismo de la situación letárgica.
El caballo tomó a la iniciativa de guíalo por la estrada de a izquierda. No miró hacía detrás pero notó que no había más gente por los terreros de la iglesia, de la venda y el chiquito desaparecera por una vereda. Siguió viaje con todo aprehensivo. En la mente algo importuna balo y no sabía el que era: quien sabe el medo de ser hurtado, de una tocaya a su espera en la próxima curva del camino. En esto instante pensó en Dios en la buena accione de conceder velas hacía los santos y los muertos.
Viajó mucho y en la proporción en que las horas avanzaban, a los pocos olvidando del lugar, de los probables bandidos y sintió voluntad de alimento.
En la estrada en que cabalgaba ningún sígnale de casa, de venda, de un ser vivo a no ser preás que cruzaban el camino en disparada, lagartija subiendo en árboles, farfullar de hojas secas en los matos. El horizonte era espejo en las aguas de una presa a la su izquierda, confundiéndose a el agua y el cielo. El escarlata de los rayos de sole, las nubes densas cor de fuego brillaba en el espejo del agua y dejaba un colorido maestoso al riesgo imaginario del horizonte. El viajante respiró fondo y sintió en las narinas el olor dulce de las flores silvestres, de las hojas verdes y largas de eucaliptos.
“En minutos”, pensó, “La oscuridad de la noche llegará y preciso de un lugar hacía se alimentar y donde reposar la cabeza”.
Antes entonces de la curva del camino, avistó una pequeña casa a derecha. Almendrada donde en la frente era visto un terrero bien barrido, gallinas libres en las proximidades. Una morada bonita y calma. Dirigidse hacía allí. Apease, camina lento y en la boca sentía un gusto de agua que iría tomar y de alguna cosa que comería.
-¡De casa!
Las palmas al eco fueran hacía el interior de la casa y luego escucho pasos. Vio una cara avanzar a pasos paulatinos y luego una señora, vestida en trajes simples, asomó a la puerta con los cabellos en desaliñó y sin sonrisa.
- Señora, discúlpeme por el avanzar de la hora, pero ha mucho tiempo que viajo y estoy con sede y hambre. Pago por todo que la señora ofrecerme. Tengo dinero.
La mujer de aproximadamente cuarenta años, de gestos largos, de alvura en la pele, miró hacía el viajante, miró más hacía los animales dejados amarrados en la cancela que dividía el terreno de la casa y dice:
-Agua tengo su desconocido pero por ella no le cobro nada. Comida no tengo porque la refección de la noche ya fue servida y nada sobró.
- ¿La señora no ten por el menos ovos de gallina?
La mujer mantuviese pensativa como se buscase en la mente y en una vastitud de segundos las jerarquías de sus gallinas chocas.
- Si, tengo.
- Vende a la mi seises cozidos, por favor.
El viajante rumo hacía el árbol indicado que fichaba junto a la cancela y en la raíz de la misma que servia de banco, sientose esperando el agua y los ovos. No demora mucho, el tiempo necesario de cocinar los mismos y el jantar fue servido.
Alimentase con una voluntad estonteante y el hambre fue saciada. La mujer en el tanto presencia todo distante. Contempló el viajante comendo los ovos, callada y pensativa. El viajante no percibió un sonrisa en los labios de la mujer y pensó consigo de la probabilidad de ella estar temerosa por su presencia y decierto, loca hacía que ello seguidse viaje.
Terminó la refección. Bebió agua y certificase del pagamiento. Del aljibero sáltale las manos un dinero bien pomposo. La mujer creció los ojos ante las notas del viajante, el precio de seises ovos fue una cuantía compatible con el mercado.
Mantuviese contenida a pesar del valor y dice no tener trocó. Mantuvieran se imaginando un medio de ambos sientirien se aliviados de sus funciones. Pero como ello era un viajante, negociante experiente, y con una idea fue resorbido:
- Coloco mí asignatura en un papel, abajo del valor y en la próxima vez que por aquí pasar, pago usted con precisión.
La idea fue acepta sin ningún empiecillo. En el papel el viajante escribió: Joca Assunção. La mujer aún grata diciendo que se quisiese dormir por allí, su Joca, había como extender en la árbol una red y la pernoctar.
Joca agradeció de inmediato y se afastó hacía el su lugar. En el árbol extendió la red, tiró el material de los animales hacía que los mismos descansasen. Al paso que decía las sus mercaderías, pensó en pagar su deuda con un objeto de sus vendas pero desistió por analizar decidió que no ya que por aquellas bandas nunca más pasaría un día.
El que eran media ducia de ovos cosidos, se no una caridad hacía un viajante faminto, perdido en el fin del mundo.
Antes mismo del día amanecer el viajante Joca ya en el camino pujaba sus mulas en la rapidez de salir de aquello lugar y en otras parajes comer y beber y volver hacía casa.
Los vientos uivaban, las lluvias vieran fuertes, las flores salieran libres y perfumadas y las hojas caerán una a una casi infinito numero en que los más olvidados y indiferentes ni notaran todo eso metabolismo del tiempo y sus horas.
Joca Assunção en sus andanzas y viajes y vendas y cobranzas se vio, novamente, en la bifurcación de la estrada en que estaban la bisabuela y su bisneta. Por las estaciones del año, verano, invierno, otoño y primavera transformaran la menina en una joven perfecta. Su Joca perdiese en el mar calmo de los ojos de miele de la morena irresistible.
En eso día pernoctó por los arreadores, perdió buena parte de la mercadería, entregase entonces al desvarío de la carne y pasión como se el mundo no existiese, la su familia nunca desconfiase y que el corazón acelerase tanto al punto de querer salir por la boca.
Y cuando tuve que partir dejó la chica con sonrisas en los labios e el corazón allí. Era preciso ir embora. Por eso mismo tomó la estrada errada y novamente se vio diante de la iglesia y de los moradores extraños pero de esa vez no quise apearse y pasó al longo, sin embargo antes persignase adelante, y mira de frente una gran puerta que se encontraba cerrada.
Caballo y caballero y mulas seguirán por la izquierda en pasos cadenciados ahora sin rapidez como de la primera vez y sin aquel ardor en el pecho y la mente libre pero con bastante pecado más do que nunca. Se antes de la mente no salía aquel pueblo extraño ahora en ella residía la imagen de la neta, de sus cariños, de sus amores, de sus ojos brillantes y cor de miele.
Morava el pecado de la carne, sin velas y sin oraciones hacía amainar los horrores de la traición pero nutria en si la desconfianza de que la carne era fraca y el espirito necesitaba ser fuerte. Como fuerte tendría que ser al estancar en la frente de la casa de la mujer de los ovos cosidos. Novamente aquel tapa en la testa con la mano espalmada, en el gesto de escocimiento, del recuerdo de la deuda. Eso hacia un año pero estaba allí hacía pagar y se preciso fuese bebería de más agua y devoraría más media ducia de ovos. Pero no estaba con sede y ni con hambre porque la chica-neta le saciara por entero.
Apease, amarró el caballo y las mulas y fue bater palmas en el mismo lugar de la primera vez. Y aquel espacio de tiempo entre el resonar de las palmas y el echar de los sonidos de zapatos de dedo en el suelo, así Joca Asunção sintió el mismo presentimiento de algo malo cuando estuve en la iglesia al ascender velas hacía todos aquellos santos y aquel último disperso.
La mujer surgió en la solera de la puerta, sin sonrisas y sin un aire de espanto o admiración. Parecía hacía Joca que ella estaba a la su espera en esto tiempo todo.
-¿Cuánto tiempo no, señora? – Expresase Joca sin mucho jeito – yo vine pagar le aquella pequeña deuda, ¿recuerda? Seises ovos…
- ¿Recuerdo, como no? – Dice la señora de ceño normal sin ninguna alteración como de la primera vez – el señor espere un momento que iré buscar el papel.
- Espero. La señora esperó un año, ¿Cómo no puedo esperar algunos minutos? - Joca dio una rizada tímida y las sus últimas palabras la mujer quizás no tivesse escuchado porque ya estaba en el interior de la casa.
La mujer presentó la deuda al experiente vendedor y esto al ver el somatorio tuve que se segurar en un tronco de árbol que demarcaba la entrada principal de la casa.
- ¿El que es eso mía señora? – Joca se alarmó.
- Su deuda señor. Los seis ovos que fueron comidos un ano atrás.
- Pero eso valor es un absurdo. Yo comí solamente seises ovos y no un gallinero entero.
- Tengo certeza que el señor comió todos ellos pues veamos en nuestros cálculos. De un ovo nacería una gallina o un pinto. En los cincuentas por ciento de probabilidad, una gallina al cruzar con un gallo, colocaría aproximadamente diece ovos y de los diece ovos por el menos cinco gallinas que al se multiplicar daría unos cincuenta ovos. Eso en un intervalo de menos de un año señor Joca Asunção. Entonces, multiplicado esos números por seises… ¿El señor llegará al resultado?
Joca Asunção coció la cabeza y en ella no vino una respuesta de primera y el sentimiento de que algo de errado el esperaba, allí pairó como un rayo. Calculó la deuda y el que había en el aljibero no daba hacía saldala. Calculó también los objetos y por más que infraccionase los valores, también no daba.
- ¡No tengo esa cuantía toda mía señora!
- Pero el señor ten todos esos objetos.
- Por los míos cálculos no ha como pagar.
- ¿Calculó las mulas también?
Joca Asunção entró en estado de desespero. Perder los objetos y las mulas era demás. Como seises ovos viraran un pesadlo y el fin de los negocios. La mujer traz el mismo de vuelta a realidad con la misma voce de siempre:
- Te doy veinte y cuatro horas hacía el señor decidir. Sé que hacía el señor es difícil contratar un abogado por esas bandas pero estea mañana en el poblado aquel en que acaba en el bater del medio-día. Estaremos allí en frente del delegado y ello será el juez.
Antes mismo de Joca dicer que sí, la mujer desapareció en el interior de la casa sin ningún embargo. Restaba al viajante pernoctar por allí mismo pero rejetó la árbol en que dormira anteriormente. Prefirió la margen de la estrada y allí mismo extendió su red pero no consiguió cerrar los ojos mismo aún siendo día donde los rayos de sole rojos y terribles invadían la copa de la árbol.
No vislumbraba posibilidad de hacer hacía no perder los sus perteneces y continuó tolo con los seises ovos que fueron bastante indigestos. Fugar por la madrugada sería la salida pero el miedo de ser perseguido por el delegado tomó cuento de ello, y aquella gente extraña también ponderó ello. Imaginó como fue caer en esa armadilla sólo mismo involucro por el malo áurea de aquella gente, imaginando también que la bisabuela y biznieta estaban por tras de todo eso desviando su rumo, su índole, conduciéndolo por el camino tortuoso.
Mergullado en aguas turbias a la procura descubrir el porqué de todo aquello, recostado en la red se balanceando avistó con los ojos una nube de pollera, vislumbró casi al mismo tiempo la sombra de un caballero venido por el camino en su dirección. Pensó ser el delegado hacía entregar le carta del destierro, luego su miedo encontró el mismo; pensó ser el esposo de la egoísta mujer; pensó ser el mundo de gente en busca de húrtalo los sus únicos perteneces. Pensó en todo. Y la pollera llegaba en una velocidad estonteante envolviendo las copas de árboles, tragando el aire en una nube que encubría todo espacio del camino ínfimo. Pensó en nada cuando el caballero paró el caballo bruscamente y la pollera invadió todos los sus sentidos.
Vio en su frente un hombre alto vestido todo de blanco, montado en un caballo soberbio al resfolegar de la fadiga, esburracando el suelo con sus fuertes patas. Nunca había visto viva alma y prefirió no pensar cual era la identidad de aquel desconocido.
-¿El que le aflige señor? – preguntó el desconocido, maestoso arriba del caballo. Sus ojos eran de fuego, sus cabellos negros dejaban mostrarse por cima del impecable sombrero.
-¿Como puedo dicer la usted? El que necesito ahora es de un bueno abogado – Jocá Asunção narró su historia con cierto aspecto intrigado y prolijo en busca de mirar en los ojos del desconocido, procurando recuerdar en la memoria por querer descubrir donde había encontrado y visto aquel hombre.
-¿Quieres mía ayuda?
- ¿El señor es abogado?
- Puedo ver – el hombre hablaba aún arriba del caballo y esto inquieto soltaba por las ventas jatos de aire y se “espumaba” por los cantos de la boca.
- No se incomode – continuó el desconocido – mañana medio-día estaré con usted hacía le defender.
Pujó las rédelas del caballo, esporeó el animal y hacía Joca Asunção, el caballo no corría pero volaba de vuelta de donde había venido. Dejando otra nube de pollera.
Intrigado estuve observando la pollera se disipar y el hombre desaparece en la curva. Hacía tras dejó Joca con una pulga atrás de la oreja, desconfiado y incrédulo de que había alguien en aquel fin del mundo, como alguien quisieras salvar a ello.
La noche llegó y en el comienzo del día siguiente no recuerdote del que había sueñado pero la expresión de los ojos de fuego del hombre no salía de su mente, y el gusto amargo en la boca enojó las vísceras. Arrumó las sus cosas y fue hacía el lugarejo y luego se dio cuenta de que estaba en frente la iglesia y las puertas “escacharradas” y con pocos fieles. Entró no como de la primera vez pero con mayor fervor y una fe atropellada por la necesidad de última hora. Miró los santos un por un y no vio el último, a quien ofertara una vela hurtada. Quise cuestionar a los que se encontraban allí sobre la ausencia del santo pero desistió.
Quizás lo tiraran hacía llevar hacía otra iglesia o quien sabe ni allí nunca estuve.
Permaneció orando por un largo tiempo pero sin saber al cierto el que dicia, el que pensar, el que hacer caso llegase a perder sus negocios. Entre ave-marías y padres-nuestros misturaba pensamientos entre la mujer de los ovos, la imágenes reconfortantes de la biznieta y de los ojos de fuego del desconocido. Hasta el niño atravesó las sus oraciones en una formación imaginaria longiqua.
Salió del templo con el espirito renovado pero sin ninguna certeza de que ganaría la batalla con la mujer de los ovos. Antes de ir al encontro con la mujer y el abogado paró en la venda, tomó dos cachazas no se olvidando de antes respingar gotas hacía los santos.
Fue hasta la delegacía y antes de llegar avistó distante un ínfimo movimiento de personas. Decierto ya sabían del ocurrido y también de que todos eran a favor de la mujer. Entró sin que alguien incomodase el mismo y ni profirió u recibió una palabra. Deparase con la mujer, el su abogado y el delegado. Tres pares de ojos que le fusilaban con sus expresiones indeseables.
- ¿Dónde esta su abogado?
- Está llegando.
- Ten apenas cinco minutos hacía el medio-día y sólo daremos más cinco de tolerancia. Caso ello no venga, daremos por concluido el caso y el señor tendrá de quitar su deuda.
- Ello debe saber porqué está aquí – interpeló el delegado.
- Sí – Joca no possuya tantos argumentos. Estaba perdido frente a los tres intolerables.
Ningún de ellos habló más nada. Mantuvieran así mudos un mirando hacía el otro y los punteros del reloj caminaban hacía el fin del plazo, el vendedor en medio a todo eso sentía escalofríos y de vez en cuando miraba hacía la puerta principal. El tic-tac del reloj invadía el silencio y al clima pesado de la sala mezclabase. Donde estaba el abogado era la pregunta intermitente que Joca hacia a si mismo.
El reloj inició su bater de las doce horas y el estomago de Joca embrollase en un nervoso, casi incontrolable vomitar, a pesar de ser apenas una voluntad causada por el pavor que sentía en el presente momento. Imaginó perder las mulas y su negocio ir por el agua abajo. Imaginó encarar la niña sin nada en las manos y la pobreza de su familia.
Los tres entre-miraran-se y abrirán los labios en un sonrisa de gloria más que calculada.
- Sólo cinco minutos su Joca – sentenció el delegado. La mujer por la primera vez sonrío y su Joca balanceó la cabeza en una afirmativa y sus ojos marearan se.
Pensó en dar por perdida aquella causa u mismo levantarse dicer algunos improperios y mandar todos hacía los diablos que los carguen. ¿Pero pensó donde se enfiló aquel abogado imprestable?
La puerta principal se abrió y un viento de los infiernos invadió el ambiente junto con el hombre de blanco. Esto pisaba firme en la dirección de los cuatros y los tres archienemigos miraban hacía ello con los ojos de perros y se preguntaban de donde tendría salido aquel sujeto.
El hombre de blanco no trazía nada en las manos, ninguna pista, pero en el bolso del paletó sobresalía una vela de pavio quemando y antes que alguno de ellos hablase. Tiró del bolso la vela y ascendió la misma y plantó la arriba de la mesa y habló en una voce firme y decidida.
- Antes de cualquier cosa, una luce hacía iluminar las ideas y vamos al que interesa.
- ¿Por qué el señor demoró tanto? Por segundos y su cliente casi perdí el caso.
- Delegado – dice el desconocido – yo tardo pero no dejó míos clientes en la mano.
Pero ha un motivo de mí demora y ten la ver con todo eso.
- Pues no alongué su explicación.
- Pasé la noche toda cocinando habas y maíz y por la mañana anduve a sembrar por los campos hacía la colleta de esto año.
- Pero – dice el abogado archienemigo, sonriente – nunca observé semientes cocinadas y de ellas nacer frutos.
- Como también nunca constaté ovos cocidos nacer pollos jóvenes. Arremato el hombre de blanco, y no dejó la sentencia Del delegado ser pronunciada pues tomo de los brazos de su cliente y el llevó embora por la puerta principal. La luce de la vela se apago por el sopro Del viento venido de la ventana lateral.
Otros cuentos fantásticos que seguro que te gustan:
- La ventana rota
- Pipilinita
- Luz y Oscuridad
- El loco y el espantapájaros
- Un Alma en Pena
¿Te ha gustado este cuento? Deja tu comentario más abajo
(Nota: Para poder dejar tu comentario debes estar registrado.Todavía no lo estás? Hazlo en un minuto aquí)
Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: dore pratemineo
Comentario: esta cuento esta super hipermegarererereespcctacullllarrrrrr si eso les parece largo no han leido nada yo hice un curso de lec rapida y lo leiii eenn 5 minutes
Fecha: 2008-09-26 13:10:17
Nombre: sandra
Comentario: esta muy largo
Fecha: 2008-05-21 18:17:06
Nombre: miguel luna
Comentario: me parese muy largo
Fecha: 2008-03-11 20:22:35
Nombre: Dôra Mendes
Comentario: PARABÃNS SEUS CUENTOS QUER SOY UNA BELEZURA!!!!!!!!!! TE AMO MEU AMOR BJS!!!!!!!!!!......