La Canción
Autor: Onofre Castells
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Por aquél entonces, era yo un adolescente con ganas de aprender a tocar la guitarra y emular a las estrellas del rock. Ése día, tenía clase a las diez de la mañana como todos los miércoles. El objetivo de aquellas lecciones era aprender lo básico; acordes mayores y menores, ritmos y algunas canciones. Subí por la angosta escalera hasta llegar a la segunda planta, abrí la chirriante puerta y allí estaba Ignacio en recepción como era habitual.
-Hola buenos días Félix, no se si te acuerdas pero hoy tienes profesor sustituto, te está esperando en la aula tres, ya puedes entrar -Dicho esto, Ignacio continuó con su monótono papeleo.
Entré en la aula y allí estaba el profesor mencionado anteriormente por Ignacio, tocando un blues lento, pesado, monótono y oscuro. Los movimientos de sus dedos en el traste de la guitarra eran ágiles, firmes y seguros. Golpeaba rítmicamente el suelo con su pie izquierdo emitiendo un sonido seco y cadencioso. La voz que salía de su garganta era áspera y quebrada pero al mismo tiempo bien modulada.
-Hola, tú debes ser Félix, yo soy Ismael, encantado -Dijo el profesor dejando de tocar y colocando la guitarra acústica en un soporte mientras ofrecía su mano derecha para saludarme.
-Mucho gusto Ismael -Le estreché la mano sintiendo un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.
El profesor se interesó por lo que había hecho durante el curso y me entregó una hoja con la canción About a Girl de Nirvana tocada en un "desenchufado" en Nueva York. En esta hoja se detallaba sólo la letra del tema. Me explicó como debía tocarla, los acordes a usar -Los cuales anoté en la misma hoja- y que ritmo era el más apropiado. Su voz era cavernosa y hablaba lentamente dejando grandes silencios entre frase y frase. Cuando acabó su discurso, me dio un disco compacto con la canción para que la practicara allí mismo. La escuchamos en silencio y entonces me entregó la guitarra que había tocado él anteriormente. El profesor se excusó para ir al baño, y yo me quedé a solas en la aula prestando oído a la canción mientras tocaba los acordes acompañando al disco. No había forma, no conseguía que la guitarra sonara bien siguiendo el CD, no entendía muy bien los motivos, no sabía si los acordes que usaba no eran los adecuados o quizás si alguno de ellos lo ejecutaba erróneamente. Miré el reloj y ya había pasado la hora de clase, el profesor no apareció y me fui guardando la hoja de la canción en el bolsillo trasero de mis vaqueros.
Estuve diez minutos andando por la calle antes de llegar a la boca del metro. Bajando las escaleras pasó un tipo por mi lado con los auriculares a todo volumen, permitiéndome oír la canción que precisamente hacía un rato intentaba tocar. Me divirtió aquella coincidencia, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Ya en el tren, saqué de mi bolsillo la hoja con la letra de la canción y con mis apuntes de los acordes a usar. Al ojearla, leí cuatro frases escritas a mano que no había visto antes.
Bajando las escaleras me escucharás
Al medio día me volverás a encontrar
Será mi tono el que te golpeará
Corre amigo mío ¡Sálvate! toca bien o hoy morirás
Estaba horrorizado, no podía creer lo que estaba leyendo ¡Esas anotaciones no estaban antes! Pero eso no fue lo que más me asustó, lo que me provocaba escalofríos era que la primera frase se había cumplido, y eso me impresionaba.
Eran casi las doce cuando el tren llegó a la estación donde me tenía que bajar. Anduve con dificultad hacia la salida, mis pensamientos estaban sumergidos en aquellas palabras misteriosas. Estaba ya en el portal de mi bloque, abriendo la puerta cuando la canción volvió a llegar a mis oídos. Aterrado me di la vuelta para ver que la música procedía de un coche con la ventanilla abierta, el cual se alejaba calle abajo. Miré la hora, era mediodía. Ya en mi habitación, temblando, me tumbé en la cama para leer la nota una vez tras otra. Mi lectura fue interrumpida cuando desde el cuarto de mi hermano sonó la canción de nuevo. Pegué un salto de la cama con la mala fortuna que, una vez de pie, tropecé con algo que había en el suelo y me di un golpe contra el canto de la mesilla. Me toqué la frente, tenía un corte y me sangraba, pero no le presté atención, entré en la habitación de mi hermano, le pedí que me diera el disco que estaba sonando.
Estaba asustado, muy asustado. Ya de nuevo en mi habitación, con la canción sonando una y otra vez, cogí mi guitarra. Por lo que ponía en la nota entendía que tenía que tocar bien aquella maldita canción para que no se hiciera realidad su última y fatídica frase. Pero no lo lograba, todo intento era vano, no conseguía que sonara bien la guitarra cuando tocaba acompañando la canción del disco. Llevaba varias horas intentándolo, me dolían las manos y el cuello, mi espalda estaba rígida y parecía como si estuvieran martilleando mi cabeza desde dentro. Desesperado, dejé la guitarra y volví a leer la nota, y entonces fue cuando me quedé helado, creí entrever un mensaje oculto en aquellas cuatro frases. Cogí la primera palabra de la primera frase, la segunda palabra de la segunda frase y así sucesivamente hasta llegar a la cuarta para componer la expresión; Bajando medio tono ¡Sálvate!
¡Estaba clarísimo! bajar medio tono era lo que tenía que hacer, aflojar cada cuerda para lograr la afinación deseada. Sudando y muy nervioso, con la ayuda de un afinador electrónico, realicé la operación de ajuste disminuyendo la tensión de las cuerdas utilizando el clavijero de la guitarra. Puse de nuevo la canción al principio y rasgué los acordes. Una inmensa alegría recorrió todo mi ser, la guitarra sonaba perfectamente acompañando la canción del disco. Lo había logrado, ¡estaba salvado!
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: cristian
Comentario: esta chido
Fecha: 2008-10-24 04:22:53
Nombre: emilse
Comentario: si esta bastante bueno hay algunos cuentos q solo los leà hasta la mitad porque eran aburridos en el principio nomas
Fecha: 2008-10-22 17:59:44
Nombre: aaron
Comentario:
tssss esta bien cido este relato jeje otro con esa misma creatividad estaria chevere jeje....que miedo