Tenia tras sus muros antiguos e inmensos, varios pabellones derruidos que habían sido abandonados por su mal estado, y solo funcionaba oficialmente el pabellón principal en donde había un pequeño grupo de enfermeros (se podían contar con los dedos) y apenas un par de doctores que en realidad parecían dos pacientes mas; sin embargo había una cantidad incontable de pacientes mentales que deambulaban inmundos y enfermos por todos lados, comos sombras o fantasmas; eran ellos los dueños de todo, algunos vivian en los viejos pabellones abandonados, pero la mayoría dormía en lo que alguna vez fueron grandes jardines y ahora solo eran matorrales horribles, secos y abandonados, donde la hierba mala crecía hasta la altura del pecho.
A ese lugar llegó el pintor un día, no llegó por que quiso, lo trajeron a rastras unos tipos grandes y descerebrados, lo tiraron en el patio central a los pies del doctor encargado y le entregaron un sobre ajado que contenía toda su vida en una hoja, tiempo después esta hoja se perdería para siempre entre los cientos de carpetas apolilladas del archivo.
El pintor no tenía muchas pertenencias, un polo viejo, que al parecer antes de ser polo fue trapeador, un pantalón jean cortado a tijeretazos por las rodillas, un par de zapatillas rotas y un puñado de carboncillos que hacían bulto en los bolsillos de su pantalón-short. El doctor lo miro con frío desinterés para luego darle la espalda y marcharse.
Al día siguiente de su llegada ya nadie se acordaba de el; lo habían dejado suelto a su suerte cerca al pabellón principal y fue deambulando por los jardines, sorteando a los locos violentos, esquivando a las ratas que saltaban desde los matorrales como dándole la bienvenida, caminó lo mas lejos que pudo hasta el último pabellón, donde, en un par de días encontró un cuarto vacío que al parecer no estaba ocupado, cerro la puerta y se hecho en el piso de piedra a llorar, y luego cuando ya no tuvo mas lágrimas, durmió.
Una mañana despertó menos triste que siempre, casi optimista, vació uno de sus bolsillos en el piso, tomó un carboncillo y dibujó una delgada línea negra en la pared, poco a poco fue dándole forma hasta convertirla en una curva, y luego otra, un ligero paisaje tomaba forma; con el pasar de los días el paisaje iba creciendo y tomando color, no todo eran lomas de pasto verde y vivo, habían extensiones inmensas de cultivos, donde las tierras tenían diferentes tonos de marrón dependiendo de cada parcela, a veces parecía un inmenso mantel o un colorido vestido hasta que te topabas con un bosque de eucaliptos y jacarandás o con un grupo de orquídeas y agapantos que invadían la habitación con su fragancia.
De un extremo al otro de la habitación corría un pequeño riachuelo en donde el pintor se esmeraba en acentuar las laderas para que no se desborde el rió en épocas de lluvia, así pues, dibujó cientos de piedrecitas que de noche agitadas por la fuerza del agua se golpeaban entre si, impidiendo que el pintor conciliara el sueño; este se dedico entonces a pintar el cielo raso en el techo del cuarto, era un cielo inmenso y de un tono azul eléctrico, vivo e infinito donde las nubes parecían bolas de algodón blanco y daban la impresión de que podían tocarse con solo estirar la mano.
Casi todos los días había un inmenso sol que calentaba las paredes de la habitación y que llenaba de vitalidad y animo al pintor, entusiasmado había creado un paisaje tridimensional que abarcaba toda la habitación, no había espacio en pared, piso o techo que no estuviese invadido por ese hermoso paisaje que día a día se llenaba de detalles y se volvía mas real.
Si bien los días eran de cielo azul y el sol resplandecía con toda su gloria, Las noches eran frescas y claras, la luna blanca iluminaba cada rincón y los animales del campo jugaban como niños en las praderas, el pintor se echaba entonces sobre el pasto coposo y verde a mirar las estrellas, el no sabía el nombre de ni una constelación pero se divertía viéndolas tintinear y formando figuras imaginarias con ellas. Una noche había demasiado viento y unas nubes oscuras llegaron de lejos ocultando tras de si la luna, el pintor sabía lo que se venia, pero no pudo hacer nada, una lluvia torrencial, de esas que solo se conocen en la sierra, se dejo a caer; el pintor, que hacia bastante tiempo no se bañaba (solo se remojaba los pies en el riachuelo), sintió la lluvia rica y viva, la libertad caía sobre su cara en forma de gotas, y el no se aguantó la risa y empezó a llorar, saltando y riendo, gritando y bailando, entendió entonces que había llegado el momento de conquistar otros territorios y buscar nuevos lienzos.
Cuando los enfermeros entraron en la habitación, el piso de piedra aun estaba húmedo, y entre los miles de garabatos negros que habían en las paredes llegaron a ubicar una silueta que se alejaba en el horizonte.
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: Martha Susana
Comentario: hermoso cuento, hermoso final!volver a empezar, es de valientes...
Fecha: 2010-03-17 12:53:38
Nombre: Carmen
Comentario: ¡Relindo y vivificante!
Fecha: 2009-10-08 14:18:35
Nombre: Ignacio Wong
Comentario: Hola. me gustado mucho el cuento, !es fabuloso!
Felicidades
Fecha: 2009-09-10 18:41:51
Nombre: César Muñoz
Comentario: Merece su cuatro.
Fecha: 2009-08-31 11:19:34
Nombre: ROMAN ADRIAN
Comentario: sensillamente hermoso...
Fecha: 2009-04-05 18:03:31
Nombre: Javier
Comentario: Muy bueno.
Fecha: 2009-03-27 12:01:20
Nombre: nasanyel sancle
Comentario: es un cuento , con una construccion clasicamente magistral, es una crònica descriptiva , alienante y cerebral, pues se sabe cual es el final , pero se ansia que se llegue , y nos haga volver a creer que en un dia lluvioso y grisaceo el sol destellara en colores radiantes y calidos , muy pero muy bueno
Fecha: 2009-01-27 07:37:58
Nombre: INUNIVERSUM
Comentario: GENIAL!, HACE MUCHO TIEMPO QUE NO LEO UN CUENTO CON ESE FINAL, ESOS FINALES QUE TANTO ME GUSTAN.