Yo tampoco se bien a que atenerme y prefiero dejar pasar unos días a ver como evolucionan las cosas. A ver si transcurrido ese tiempo soy capaz de verlo más claro o recuperar algún detalle que se escapa y que ayude a hacerme comprender de que va todo esto.
Empezando desde el principio, me encontraba, no se el porqué, en el antiguo piso de mis padres, un piso pequeño pero a la vez acogedor, allí pasé mi infancia y volver allí sólo son buenos recuerdos, pero mis padres ya no estaban allí, en su lugar estaba acompañado por amigos, no los de toda la vida, sino esa clase de personas que son más conocidos que otra cosa. Gente agradable y todo eso, pero no se bien que pintaban en esa casa.
De repente, uno de ellos se asoma a la ventana y ve con asombro que aparcados ahí abajo, en la misma calle, hay cuatro o cinco coches de aquellos que llaman la atención, potentes, rápidos y colores llamativos. Todos nos asomamos al balcón y mientras unos y otros hablábamos de lo bueno que sería poder conducir un bicho de ese calibre, uno de ellos se me acerca y me suelta al oído: no te lo vas a creer, pero tengo las llaves de todos.
Antes de que pudiera girarme para empezar las burlas con los demás amigos sobre el farol de nuestro colega común, saca un llavero repleto de llaves iguales del bolsillo de la chaqueta y empieza a agitarlo en mi cara. Como si quisiera hipnotizarme con él.
El problema es el siguiente, dice, hay un coche para cada uno pero no se cuál es la llave que pertenece a cada vehículo. Cuando me quiero dar cuenta estamos todos en la calle, con una llave cada uno en la mano y probando cuál abre cada coche. Como era de esperar, se abren todas las puertas con el control remoto de las llaves y ahora sólo es cuestión de ir probando el arranque de cada coche. Salidas y entradas apresuradas de los coches, unos entran, otros sales y cuando estoy probando uno de ellos, mi amigo que manejaba el montón de llaves ya ha arrancado uno y ha salido del aparcamiento. Eso hace que los demás nos pongamos nerviosos y aceleremos el paso. Al instante el segundo arranca. Sólo quedan tres. Las posibilidades se reducen. Arranca el tercero y sólo quedamos otro y yo, pero ni siquiera nos miramos a la cara, veo que el gira la llave del contacto y cierra de un golpe la puerta. Unicamente quedo yo, pero no hay posibilidad de error. Un coche, una llave. La giro y el motor parece que está ahogado. Vaya mierda. Con la velocidad que alcanzan estos coches ya deben estar en la autopista y yo aquí intentando arrancar. Arrancar un vehículo que, no nos olvidemos, estoy robando.
Ahora viene lo desconcertante del asunto, si todo ésto ya no lo es lo suficiente. Cuando consigo arrancar, al tercer intento, se abre la puerta del copiloto y entra un tipo alto, moreno, de cara angulosa y barba de varios días, vestía ropa moderna pero sin estridencias, se sienta a mi lado y me suelta:
Tranquilo, soy compañero, te ayudaré a atraparlos… Vamos no te quedes parado, acelera! Deben estar ya en la otra punta de la ciudad… A qué esperas! Quieres que conduzca yo? .
Todo esto me lo está diciendo mientras sostiene algo en la mano derecha,, le está dando directamente el reflejo del sol sobre el pedazo de metal y no me deja ver nada, pero juraría que la parece una placa de policía. No es que haya visto muchas, pero esa me lo pareció.Cuando mi cabeza consigue volver al interior del vehículo sólo me da tiempo a balbucear: no tranquilo, ya lo llevo yo.
Menudo follón. Mis amigos conducen coches robados y yo dentro de otro de ellos tengo que perseguirlo acompañado de un bajito que dice ser policía. No entiendo nada pero acelero. Primera, segunda, tercera. Una recta, un par de curvas y una rotonda y ya estamos en la autopista. Carril izquierdo y gas a fondo. No negaré que la situación es de lo más emocionante, pero a la par, es muy desconcertante porque… ¿y ahora qué? ¿Qué se supone que tengo qué hacer? ¿Le digo al bajito que no soy poli? Lo mismo me saca una pistola y la cosa se pone peor de lo que está.
Vamos circulando a más de 150 Km/h por la autopista pero ni rastro de mis amigos, a saber dónde deben andar. Mi nuevo compañero parece muy seguro de si mismo y no para de ordenar: izquierda, derecha, sigue recto, mete cuarta, acelera, adelanta…Entre orden y orden le da tiempo a decir: No me he presentado, me llamo Héctor. Yo bastante tengo con hacer que no nos estrellemos con el coche cuando de repente grita: Sal por aquí! Frenazo en seco y tres carriles a la derecha hacen que casi provoquemos el colapso en la autopista con el consiguientes choques en cadena de diversos coches que venían tras nosotros. Un caos. Yo sigo conduciendo sin mirar atrás. Se que la he liado bien pero intento eludir mi responsabilidad mirando hacia delante y haciendo ver que soy un turista perdido conduciendo por un pueblo en el que nunca he estado. Héctor sigue ordenando muy seguro de adonde nos dirigimos y yo sólo hago que obedecer, izquierda, derecha, recto, un par de rotondas y varios giros más hacen que lleguemos a una calle en la que a nuestra izquierda se encuentra un restaurante de aquellos que suelen ser parada obligada de viajeros, en plan estación de servicio y a la derecha un gran aparcamiento en el que veo los coches de mis amigos aparcados uno al lado del otro.
Ya estamos aquí. Aparco al lado del último y salimos del coche. Justo después del portazo empieza a sonar mi móvil, pero como es costumbre, nunca se dónde lo he dejado. Pantalón, camisa… al final aparece en el bolsillo interno de la cazadora:
Oye tortuguita!!! Te estamos esperando en…
Ya, ya estoy aquí, gracias por esperarme cabrones.
Confiábamos en tu instinto y sabíamos que no tardarías en aparecer…jajajja- se escuchan risotadas al otro lado.
Pues si no llega a ser por la policía, ahora mismo estaría camino de la frontera.
La policía?? Vamos con coches robados y a ti se te ocurre pedirle ayuda a la policía??? Es para matarte…
No joder, ahora te explico, si me hubierais esperado.
Mientras buscaba mi teléfono, hablaba y cerraba el coche, Héctor se ha dirigido al restaurante y ya ha entrado dentro. O tiene mucha sed o les va a pegar un buen susto a mis colegas. Esto se complica por momentos así que voy corriendo y entro al local como un caballo de carreras. Mesas de moteros, domingueros y demás dando cuenta de su comida se giran y con sus miradas me hacen saber que molesto. Mis amigos están sentados al fondo, en una mesa pegada a los lavabos. Me llaman con la mano y acudo disimulando y con la cabeza baja, no quiero llamar más la atención.
Qué es eso de que has estado hablando con la policía? Eres tonto o nos quieres meter en un lío? Mis amigos empiezan a echarme la bronca y me hacen sentar a la mesa.
Dejad que me explique primero… y empiezo a contarles la historia desde que me metí en el coche y conseguí arrancarlo. Que si un tio se me monta en el coche, conducimos como locos por la autopista, él me trae hasta aquí. Todos me miran perplejos y nadie entiende nada.
Por cierto, añado, Héctor debe andar por aquí. Ha entrado un minuto antes que yo, mientras cerraba el coche y hablaba con vosotros por el móvil.
Por aquí? Preguntan extrañados, aquí no ha entrado nadie más que tu con tu cara de tonto, me replican todos casi a la vez.
Nadie? Qué no ha entrado nadie? Joder, si lo he visto yo con mis propios ojos.
Esa fue la primera vez que vi a Héctor.
//alex
Comienzo
Autor: Carlos
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Cuento publicado el 27 de Enero de 2010
Empezando desde el principio, me encontraba, no se el porqué, en el antiguo piso de mis padres, un piso pequeño pero a la vez acogedor, allí pasé mi infancia y volver allí sólo son buenos recuerdos, pero mis padres ya no estaban allí, en su lugar estaba acompañado por amigos, no los de toda la vida, sino esa clase de personas que son más conocidos que otra cosa. Gente agradable y todo eso, pero no se bien que pintaban en esa casa.
De repente, uno de ellos se asoma a la ventana y ve con asombro que aparcados ahí abajo, en la misma calle, hay cuatro o cinco coches de aquellos que llaman la atención, potentes, rápidos y colores llamativos. Todos nos asomamos al balcón y mientras unos y otros hablábamos de lo bueno que sería poder conducir un bicho de ese calibre, uno de ellos se me acerca y me suelta al oído: no te lo vas a creer, pero tengo las llaves de todos.
Antes de que pudiera girarme para empezar las burlas con los demás amigos sobre el farol de nuestro colega común, saca un llavero repleto de llaves iguales del bolsillo de la chaqueta y empieza a agitarlo en mi cara. Como si quisiera hipnotizarme con él.
El problema es el siguiente, dice, hay un coche para cada uno pero no se cuál es la llave que pertenece a cada vehículo. Cuando me quiero dar cuenta estamos todos en la calle, con una llave cada uno en la mano y probando cuál abre cada coche. Como era de esperar, se abren todas las puertas con el control remoto de las llaves y ahora sólo es cuestión de ir probando el arranque de cada coche. Salidas y entradas apresuradas de los coches, unos entran, otros sales y cuando estoy probando uno de ellos, mi amigo que manejaba el montón de llaves ya ha arrancado uno y ha salido del aparcamiento. Eso hace que los demás nos pongamos nerviosos y aceleremos el paso. Al instante el segundo arranca. Sólo quedan tres. Las posibilidades se reducen. Arranca el tercero y sólo quedamos otro y yo, pero ni siquiera nos miramos a la cara, veo que el gira la llave del contacto y cierra de un golpe la puerta. Unicamente quedo yo, pero no hay posibilidad de error. Un coche, una llave. La giro y el motor parece que está ahogado. Vaya mierda. Con la velocidad que alcanzan estos coches ya deben estar en la autopista y yo aquí intentando arrancar. Arrancar un vehículo que, no nos olvidemos, estoy robando.
Ahora viene lo desconcertante del asunto, si todo ésto ya no lo es lo suficiente. Cuando consigo arrancar, al tercer intento, se abre la puerta del copiloto y entra un tipo alto, moreno, de cara angulosa y barba de varios días, vestía ropa moderna pero sin estridencias, se sienta a mi lado y me suelta:
Tranquilo, soy compañero, te ayudaré a atraparlos… Vamos no te quedes parado, acelera! Deben estar ya en la otra punta de la ciudad… A qué esperas! Quieres que conduzca yo? .
Todo esto me lo está diciendo mientras sostiene algo en la mano derecha,, le está dando directamente el reflejo del sol sobre el pedazo de metal y no me deja ver nada, pero juraría que la parece una placa de policía. No es que haya visto muchas, pero esa me lo pareció.Cuando mi cabeza consigue volver al interior del vehículo sólo me da tiempo a balbucear: no tranquilo, ya lo llevo yo.
Menudo follón. Mis amigos conducen coches robados y yo dentro de otro de ellos tengo que perseguirlo acompañado de un bajito que dice ser policía. No entiendo nada pero acelero. Primera, segunda, tercera. Una recta, un par de curvas y una rotonda y ya estamos en la autopista. Carril izquierdo y gas a fondo. No negaré que la situación es de lo más emocionante, pero a la par, es muy desconcertante porque… ¿y ahora qué? ¿Qué se supone que tengo qué hacer? ¿Le digo al bajito que no soy poli? Lo mismo me saca una pistola y la cosa se pone peor de lo que está.
Vamos circulando a más de 150 Km/h por la autopista pero ni rastro de mis amigos, a saber dónde deben andar. Mi nuevo compañero parece muy seguro de si mismo y no para de ordenar: izquierda, derecha, sigue recto, mete cuarta, acelera, adelanta…Entre orden y orden le da tiempo a decir: No me he presentado, me llamo Héctor. Yo bastante tengo con hacer que no nos estrellemos con el coche cuando de repente grita: Sal por aquí! Frenazo en seco y tres carriles a la derecha hacen que casi provoquemos el colapso en la autopista con el consiguientes choques en cadena de diversos coches que venían tras nosotros. Un caos. Yo sigo conduciendo sin mirar atrás. Se que la he liado bien pero intento eludir mi responsabilidad mirando hacia delante y haciendo ver que soy un turista perdido conduciendo por un pueblo en el que nunca he estado. Héctor sigue ordenando muy seguro de adonde nos dirigimos y yo sólo hago que obedecer, izquierda, derecha, recto, un par de rotondas y varios giros más hacen que lleguemos a una calle en la que a nuestra izquierda se encuentra un restaurante de aquellos que suelen ser parada obligada de viajeros, en plan estación de servicio y a la derecha un gran aparcamiento en el que veo los coches de mis amigos aparcados uno al lado del otro.
Ya estamos aquí. Aparco al lado del último y salimos del coche. Justo después del portazo empieza a sonar mi móvil, pero como es costumbre, nunca se dónde lo he dejado. Pantalón, camisa… al final aparece en el bolsillo interno de la cazadora:
Oye tortuguita!!! Te estamos esperando en…
Ya, ya estoy aquí, gracias por esperarme cabrones.
Confiábamos en tu instinto y sabíamos que no tardarías en aparecer…jajajja- se escuchan risotadas al otro lado.
Pues si no llega a ser por la policía, ahora mismo estaría camino de la frontera.
La policía?? Vamos con coches robados y a ti se te ocurre pedirle ayuda a la policía??? Es para matarte…
No joder, ahora te explico, si me hubierais esperado.
Mientras buscaba mi teléfono, hablaba y cerraba el coche, Héctor se ha dirigido al restaurante y ya ha entrado dentro. O tiene mucha sed o les va a pegar un buen susto a mis colegas. Esto se complica por momentos así que voy corriendo y entro al local como un caballo de carreras. Mesas de moteros, domingueros y demás dando cuenta de su comida se giran y con sus miradas me hacen saber que molesto. Mis amigos están sentados al fondo, en una mesa pegada a los lavabos. Me llaman con la mano y acudo disimulando y con la cabeza baja, no quiero llamar más la atención.
Qué es eso de que has estado hablando con la policía? Eres tonto o nos quieres meter en un lío? Mis amigos empiezan a echarme la bronca y me hacen sentar a la mesa.
Dejad que me explique primero… y empiezo a contarles la historia desde que me metí en el coche y conseguí arrancarlo. Que si un tio se me monta en el coche, conducimos como locos por la autopista, él me trae hasta aquí. Todos me miran perplejos y nadie entiende nada.
Por cierto, añado, Héctor debe andar por aquí. Ha entrado un minuto antes que yo, mientras cerraba el coche y hablaba con vosotros por el móvil.
Por aquí? Preguntan extrañados, aquí no ha entrado nadie más que tu con tu cara de tonto, me replican todos casi a la vez.
Nadie? Qué no ha entrado nadie? Joder, si lo he visto yo con mis propios ojos.
Esa fue la primera vez que vi a Héctor.
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