Este fin de semana
Autor: Sara ahmed Mahmoud Abbas
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Este fin de semana me pasó algo muy extraño que nunca había imaginado. Me desperté por la noche, tuve sed y fui a beber agua. Todos estaban durmiendo, salí de mi dormitorio buscando el camino a la cocina para beber. La oscuridad y la tranquilidad dominaban la casa. Buscaba el botón de la luz, al final lo encontré y pude beber. Volví a dormir otra vez. Al día siguiente me levanté muy tarde, a las once, nadie me despertó. Me duché rápido y fui a la cocina para comer algo, allí encontré un poco de agua en el suelo en el lugar donde había bebido, creí que se me había caído un poco cuando fui a beber ayer. Limpié el suelo y comí un bocadillo pequeño. Aquel día decidí salir solo, no tenía ganas de ir a ningún sitio con mis amigos. Necesitaba estar solo, no sabía la razón. Me puse una camiseta leve y unos vaqueros, y salí. Decidí coger un taxi para ir de compras. Paré el taxi, dije al taxista que quería ir a la calle nº 16, pero un hombre subió al mismo taxi y quería ir a la calle nº 10. En realidad estaba cerca de donde yo quería ir. Subí y pensé bajar en la misma calle a la que iba el hombre y pasear hasta llegar a la calle de las tiendas y los centros comerciales. En cuanto el taxi empezó a moverse, vi a mi compañero de trabajo cruzando la calle, dirigiéndose a mi casa. Creía que sería algo que tiene que ver con el trabajo. Estaba sentándome al lado de la ventana del taxi, veía a la gente y los coches pasaban aquí y allí, miraba el mundo alrededor de mí. El semáforo se puso en rojo y el taxi paró. Hacía mucho calor, era insoportable. La gente en las calles parecía triste. Fue el fin de semana, es decir, la gente debería pasar un tiempo feliz con sus parientes, amigos o quien fuera.
Entonces escuché a dos mujeres en el coche al lado del taxi que estaban hablando de los que vuelven de la muerte. Mi corazón latió fuertemente y me pregunté cómo podía ser. El momento en que el hombre está agonizando nadie puede saber cómo siente ni qué pasa en ese momento. Es algo espiritual, desconocido. Es como el surrealismo, nadie entiende la obra menos el que la crea. Por fin el semáforo se puso en verde y el taxi se movió otra vez. Llegamos a la calle nº 10 y bajamos del taxi. En cuanto el hombre que estaba conmigo pagó al taxista, éste desapareció. Condujo rápidamente y nunca pude pagarle nada. Esto fue lo que me puso nervioso. Anduve un poco y entré en "Miramar"-es un centro comercial muy famoso- y pasé por las tiendas de ropa. Buscaba unos vaqueros verdes, pero no los encontré. Fui a ver las tiendas de relojes, quería comprar uno a un amigo mío para regalárselo en su cumpleaños. Me gustó uno, era muy elegante y, por supuesto, muy caro. En realidad no llevaba mucho dinero, por eso pensé volver a comprarlo otro día.
Salí del centro y fui a descansar un poco en un parque, porque me dolían los pies. Eran las tres y media, me senté en un banco en el parque, pensé si de verdad hay otra vida o no y si se puede volver de la muerte. Mientras estaba pensando, oí una vieja que gritaba y lloraba. Fui a ver lo que pasaba para ayudarla si lo necesitaba. Alguien había robado su bolso y corrió en la otra dirección. Lo vi desde lejos y dos hombres y yo corrimos en la misma dirección, intentando capturarlo. El ladrón giró a la derecha, pero yo giré a la izquierda y lo esperé, en este momento pude derribarlo al suelo. Los otros dos hombres llegaron un poco más tarde, le pegaron y cogieron el bolso para dárselo a la vieja. La policía intervino y lo arrestó .En cuanto a la vieja, agradeció sólo a los dos hombres y no me dijo nada como si fuera invisible. Gracias a mi, pude capturar al ladrón. No hice caso y seguí en el camino.
Eran las cuatro y cuarto cuando decidí volver a casa, crucé la calle y vi la tienda de flores, entonces pensé en Meranda- mi amiga. Siempre me decía que le gustaría mucho tener un jardín de flores. Cada dos o tres días lleva un ramo de flores y lo pone sobre el despacho en su oficina. La verdad no es sólo amiga, sino algo más. La conocí mediante un amigo mío, era su compañera en la universidad y trabajaban juntos. Un día me la presentó. Es una joven guapísima, bien educada y tímida. Desde aquel entonces me enamoré de ella. Pensaba comprarle un ramo de flores, sobre todo de tulipán, porque es el favorito de ella, y ofrecérselo la primera jornada de la próxima semana. Me fui sin comprar nada y decidí comprarlo más tarde para que no se secara.
Caminé unos metros para ir a la parada del autobús. Poca gente estaba esperando el autobús que llegó después de un rato. En cuanto subió la gente, se cerraron las puertas del autobús y no pude subirme, pero vi a Meranda sentándose en el autobús. Cogí un taxi y le dijo que persiguiera el autobús. El taxista condujo rápidamente y paró ante una iglesia y me ordenó entrar, pero rechacé y volví la cabeza, entonces el autobús donde Meranda estaba sentada paró y ella bajó dirigiéndose a la iglesia. Bajé inmediatamente del taxi y saqué el dinero para pagar al taxista, pero él no me hizo caso y se fue. Entré en la iglesia buscando a Meranda, había un funeral. La encontré delante del ataúd y estaba llorando. Fui a preguntarle qué había pasado. Me acerqué a ella y la llamé en voz baja, pero creo que no me oyó. Me adelanté un poco y me sorprendió cuando vi mi cadáver en el ataúd. En este momento comprendí todo lo que me había pasado aquél día. Encontré el agua en la cocina porque los espíritus no beben ni comen, son transparentes. El agua no encontró el cuerpo donde debía estar, por eso cayó sobre el suelo. El taxista no me oyó cuando quise ir a la calle nº 16 y no cogió el dinero. La vieja no me agradeció porque no me vio. Las puertas del autobús se cerraron porque los seres vivos ya habían subido. El único que me respondió y me oyó fue el taxista que me llevó a la iglesia. Fue un ángel que me reveló la realidad. Tuve que subir al cielo después del entierro.
Decidí aprovechar ese tiempo para saber quien, de verdad, me ama y quien me odia, el que era fiel a mí y el que era infiel. Oí a unos compañeros del trabajo diciendo que era una persona dura, tonta e insoportable. Otros simularon la tristeza por mi muerte. Mi director era el único que sintió melancolía y gran tristeza. Dijo que había perdido uno de los mejores hombres. Meranda fue a sentarse al lado de mi madre llorando y confesándole su amor a mí. En ese momento la besé, pero ella, por supuesto, no lo sintió, sino tuvo frío. Era la frialdad de la muerte. No pude quedar más, por eso fui a casa para despedir cada rincón y cada memoria. Entré en mi dormitorio y yací en la cama hasta que me enterraran. Cerré los ojos y oí a mi madre diciendo:" Despierta, Alfonso. Debes levantarte ahora mismo para que no te esperen tus amigos". Abrí los ojos y me pellizqué. Cuando sentí el dolor del brazo, supe que todavía estaba vivo y que todo eso había sido una pesadilla. Mi madre volvió otra vez y me dijo:"¿Todavía estás en la cama? Levántate y coge ese libro, estaba en la sala". Aquél libro era "Obras completas, Cuentos I" de Adolfo B. Casares. Me levanté y fui a prepararme para no retrasarme en encuentro del fútbol en el club. Todo el equipo me estaba esperando. Primero debo pedir la mano de Meranda antes de que sea tarde, luego intento saber si he hecho algo malo a alguno de mis compañeros del trabajo o si hay alguien que está enfadado conmigo para mejorar nuestras relaciones.
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: Silvina
Comentario: Sara, me entretuvo mucho tu relato, por el contrario a Antonio, creo que has sabido llevar al lector "osea yo" durante un muy buen enlace. Me gusto mucho.
Silvina
Fecha: 2010-04-20 16:08:47
Nombre: arturo
Comentario: Me ha gustado el cuento. Se veÃa venir que el personaje principal estaba muerto pero no el hecho de que después fuese un sueño. Me ha parecido una narración interesante y fluida.
Fecha: 2010-04-20 13:46:53
Nombre: Antonio
Comentario: Estimada Sara: la idea no es mala, aunque muy poco comprensible, pues te encargaste que el relato se hiciera confuso con tantas repeticiones y vueltas, como con el caso de beber agua, del taxi etcétera.
Con todo respeto, te sugiero, que antes de publicar des a leer tu texto con alguien idóneo.
Palmearte la espalda o felicitarte, serÃa el peor acto de crueldad e hipocresÃa de mi parte. Tienes fibra, pero debes desmalezarla y hazte un favor lee más de lo que escribas, es el modo.
Espero que tomes mi comentario o crÃtica como un puntapié, para iniciar una nueva etapa en tu escritura, que redundará en tu beneficio, no en el mÃo. Un abrazo. Antonio