El Complot
Autor: Alfredo Del Arroyo Soriano
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Durante nuestra reunión de reencuentro celebrando las bodas de plata de nuestra promoción del colegio, mis compañeros de aula y yo descubrimos que varios de nosotros habíamos emigrado a Estados Unidos y residíamos en diferentes estados de la unión. Al regreso, César, programador de computadoras y compañero de promoción quién vivía en California, decidió crear una página blog. Contactó a Lorenzo, a Joel y a mí, y pronto comenzamos la tarea de escribir artículos en el blog en nuestros ratos libres. César se especializaba en crónicas y viajes, Lorenzo en poesía y literatura, Joel en entretenimiento y espectáculos, y yo, quién vivía y trabajaba en Washington DC, opté por economía y política.
Los últimos años de mandato del presidente de turno fueron pésimos. Primero el terrorismo con el atentado en el World Trade Center, luego la guerra con Irak, después la crisis económica. Mi sueldo se estancó, ya no habían aumentos de salario ni horas de sobretiempo. Trabajaba como passport agent en la oficina nacional de pasaportes en la calle diecinueve de la capital de la nación. Era lo que comunmente se llama en nuestro país: un tramitador. Vivía solo en la zona bohemia de Georgetown, cerca a la calle M. A duras penas me alcanzaba para pagar la mensualidad de mi casa. Se me había presentado la oportunidad de desahogar mi amargura contra el presidente y su gobierno en la página blog. Empecé por escribir poesías irónicas, luego artículos sobre economía donde describía cómo el vicepresidente y sus amigos se habían enriquecido gracias a la guerra con contratos exclusivos, sin licitación, en construcción, petróleo y venta de armas. Para solucionar mi falta de liquidez, decidí desocupar el dormitorio que usaba como oficina. Puse un anuncio en Craiglist en busca de algún roommate que deseara alquilar la habitación.
Así fue como conocí a Susan. Nos citamos para que viniera a ver la habitación. Congeniamos casi instantáneamente. Teníamos gustos similares en cuanto al cine, la música y la lectura. Al igual que a mí, le fascinaban las películas indie, el rock alternativo y las novelas de Stephen King. Le recalqué los puntos importantes del contrato de arrendamiento: podía usar la cocina siempre que la dejara limpia, podía usar la lavandería siempre que usara su propio detergente. No fumar, no usar drogas, no ser bebedor, no tener mascotas y no traer boyfriends a dormir, sólo de visita, a lo que inmediatamente respondió: “I don’t have a boyfriend”. Suerte la mía, pensé.
Susan ya debía estar en sus treinta y tantos. No era una modelo de Victoria’s Secret pero tenía lo suyo. Tez blanca, labios delgados, cabello castaño claro, senos bien proporcionados, cintura pequeña, bonitas curvas y una sonrisa angelical. Trabajaba para el Departamento de Estado, “¡Qué bien!” le dije, la oficina nacional de pasaportes donde yo trabajo es una dependencia del Departamento de Estado, de modo que de alguna manera estamos “conectados”.
El primer fin de semana que pasó en casa noté que no salió a ningún sitio ni recibió llamadas telefónicas, lo que me hizo suponer que realmente no tenía enamorado. El siguiente fin de semana la invité a salir. Tocaba Toad the Wet Sprocket en el 9:30 Club. Tomamos unas cervezas en el bar y noté que disfrutó bastante del show. Al salir fuimos al Modern de la calle M. Pidió un Sex on the Beach y yo un Zombie. Luego regresamos caminando a casa, hablando de trivialidades. Estaba bastante risueña, reía a carcajadas de cualquier cosa. Los tragos ya se la habían subido a la cabeza.
Demoré en colocar la llave en la cerradura. Ella no podía contener la risa. Al entrar la besé. Primero se sorprendió, después fue ella quien tomó la iniciativa. Mientras tirábamos nuestras ropas por toda la sala me jaló hasta su cama. Hicimos el amor durante toda la noche. Tanto ella como yo veníamos de malas experiencias de pareja y habíamos estado reprimidos sexualmente por largo tiempo. Esa noche desahogamos nuestras pasiones desaforadamente. Nuestros encuentros amorosos se hicieron cada vez más frecuentes, lo cual me dejaba poco tiempo para escribir en la página blog y en mi primera novela de espionaje en la que me encontraba trabajando. Empezó a tomar confianza e ingresaba a mi cuarto sin avisar, lo que por cierto no me agradaba mucho. Yo necesitaba privacidad para escribir.
Una mañana se sintió algo resfriada y no fue a trabajar. De regreso a casa le traje un ramo de flores. Le gustó el detalle y me lo agradeció muchísimo. Hicimos el amor. Después de darme un duchazo ingresé a mi habitación dispuesto a escribir sobre la última metida de pata del presidente. El CPU de la computadora estaba apagado pero la pantalla encendida. Yo jamás olvido apagar la pantalla para ahorrar energía. No le dí mucha importancia al hecho y seguí en lo mío. Al día siguiente tampoco fue a trabajar. El haberse desnudado la noche anterior empeoró su resfrío.
Camino a la oficina me pareció que alguien me seguía. Unas cuadras más allá el auto que yo pensé me seguía dobló la esquina. Me sentí aliviado. Otro auto con placas del gobierno ingresó detrás mío a la playa de estacionamiento de mi trabajo. Caminé rápidamente hacia el elevador para evitar que los dos hombres que bajaron del auto ingresaran al ascensor conmigo. La puerta del elevador cerró justo a tiempo. Me estaba invadiendo una especie de paranoia. “¡Vamos Alberto!” -me dije a mí mismo-, “Deja de actuar como un esquizofrénico”.
Dando mis primeros pasos fuera del elevador, pude notar que mis compañeros de trabajo me miraban de reojo. La puerta de mi oficina estaba abierta. Habían dos hombres esperándome. Me mostraron sus placas identificándose como agentes de Homeland Security. Uno era grandote y corpulento como el gobernador de California, el otro delgado y bien parecido como el galán de los Archivos X. Los bauticé como Arnold y Fox Mulder.
- ¿Alberto Del Río?- preguntó Mulder.
- Sí- contesté secamente.
- Acompáñenos por favor- dijo Mulder con voz suave pero autoritaria.
- Lo siento pero tengo mucho trabajo que hacer- contesté de manera algo desafiante. Acto seguido Arnold me tomó del brazo y apretándolo con fuerza me jaló hacia el pasillo.
- ¡Hey un momento! ¿Qué está pasando aquí? ¡Soy ciudadano americano, están violando mis derechos civiles!- ninguno se dignó a contestarme.
En la playa de estacionamiento nos esperaban los otros dos que habían ingresado en el auto detrás mío. Me subieron a empujones a una camioneta negra.
- Señor Del Río- dijo Mulder- se ha convertido usted en una amenaza para el presidente y el gobierno de los Estados Unidos.
- No entiendo, no sé de qué me está hablando- respondí asustado.
- Está usted acusado de organizar un complot para atentar contra la vida del presidente- agregó Mulder.
- Están en un error, tienen a la persona equivocada. ¡Quiero hablar con mi abogado!- contesté a gritos.
Cubrieron mi cabeza de tal manera que no podía ver donde me llevaban. Los vidrios de la camioneta negra eran polarizados, nadie podía verme desde afuera. Manejaron dando vueltas en círculos para desorientarme. Lograron su cometido, no tenía idea de donde estaba. Luego de varias horas nos detuvimos. Me bajaron del auto. Caminando a ciegas pude oler el aroma del campo, escuchar el canto de los pajaritos y el sonido que hacen las hojas de los árboles al soplar el viento. Me ayudaron a subir unas escaleras crujientes. Asumí que a lo mejor estábamos en una cabaña. Me sentaron en una vieja silla de madera. Amarraron fuertemente mis extremidades y, finalmente, sacaron la bolsa de franela que cubría mi cabeza y me mantenía ciego y sofocado. Estaba atolondrado y sudando frío. Las luces que alumbraban directamente a mi cara eran tan intensas que irritaron mis ojos hasta hacerme lagrimear.
- ¿Por qué me han traído aquí?- me atreví a preguntar- Tienen al hombre equivocado- agregé.
- El equivocado es usted señor Del Río- contestó Mulder- Sus compañeros de la cédula terrorista que lidera lo han sindicado como único responsable de organizar el atentado contra el presidente.
- No te hagas el tonto Del Río- dijo Arnold hundiendo su gran puño en el centro de mi estómago- ya atrapamos a tus compañeros de Inti Raymi, tu grupo terrorista; César Torres, cabecilla de la cédula de California, Lorenzo Valdivia, de la cédula de Massachusetts y Joel Elizondo, de la cédula de Georgia.
- Los tres confesaron y dijeron que tú eres el líder de la organización, pero aún nos falta uno- añadió Mulder.
- No, no, no, no es verdad, Inti Raymi es sólo una página blog y mis amigos no son cabecillas de nada, sólo son compañeros de colegio, ustedes los deben haber torturado para que confiesen semejantes mentiras…
- Tenemos una propuesta para tí Del Río. Danos el nombre del quinto integrante y pasarás el resto de tus días en la cárcel de Williamsburg en Virginia, donde te tratarán con cariño- dijo Mulder alegremente, provocando la risa de Arnold y los otros dos gorilas.
- De lo contrario- agregó Arnold- te mandaremos a Guantánamo donde serás presa fácil.
- Carne fresca para los talibanes- dijo Mulder risueñamente.
- No hay un quinto integrante, no hay tal quinto integrante…- repetía yo abrumado por el miedo y la desesperación, casi al borde del llanto.
Volvieron a cubrir mi cabeza y regresamos a la camioneta. No se cuantas horas pasaron, es más creo que hasta me quedé dormido esperando despertar de una horrible pesadilla. Las bocinas de los autos y el ruido de la calle me avisaron que regresábamos a la ciudad. Pude notar que ingresábamos a alguna dependencia del estado ya que la camioneta se detuvo y alguien pidió a mis captores mostrar sus identificaciones. Ingresamos a una playa de estacionamiento y por las curvas que dábamos caí en cuenta que subimos hasta un tercer o cuarto piso. Me bajaron del auto y con la cabeza aún encapuchada bajamos por un ascensor. Al salir del ascensor caminamos en zig zag por varios pasillos, nuevamente trataban de desorientarme. Sin embargo mi instinto de supervivencia me dió aplomo para sobreponerme al miedo. Estaba concentrado.
Escuché la voz de una mujer que hablaba a mis captores de manera autoritaria. Debe ser la jefa, pensé. La imaginé blanca, no muy agraciada, bajita y peliroja. Como la agente Dana Scully de los Archivos X. Desataron mis manos e inmediatamente saqué la capucha que cubría mi cabeza. Cuán grande fue mi sorpresa al ver parada frente a mí, en medio de Mulder y Arnold, a mi roommate.
- ¡Susan!- exclamé en voz alta- gracias a Dios que estás aquí- dije con un suspiro de alivio- por favor explícales a estos hombres que están en un error, que no hay ningún complot, ni grupo terrorista, que no existe un quinto cómplice, que…
- Ay Alberto, Alberto querido- interrumpió Susan- fui yo quién desenmascaró tus maquiavélicos planes para atentar contra el presidente, es más, revisando el disco duro de tu computadora descubrí que también intentarían atentar contra el vicepresidente.
- ¿Qué?… ¿Qué tú qué?- dije negando con la cabeza y con mis manos cubriendo mis orejas para no escuchar lo inconcebible- no puede ser, no es posible- añadí incrédulo- ¿Qué pasó con los besos y las caricias? ¿Qué fue de las noches que pasamos juntos?…- Mulder y Arnold la miraron sorprendidos.
- Todo era falso- dijo ella con una frialdad de témpano de hielo- los sacrificios que una tiene que hacer para proteger a los líderes de nuestra gran nación- y haciendo una pausa agregó- mi nombre no es Susan, soy la agente Miller del Secret Service, y ya no es necesario que reveles el nombre del quinto integrante de Inti Raymi, ya lo averigué, se llama Pedro Peniche, ¿verdad?
- ¡No!, ¡Eso no es verdad! Todo esto no es más que un error, un grave error Susan. Inti Raymi es una página blog, el complot no es más que el título de una novela de espionaje que estoy escribiendo y… ¡Pedro Peniche es el nombre del personaje principal de mi novela!- dije vociferando a gritos.
- No te cansas de mentir, ¿no Alberto?- y luego de un largo suspiro agregó la agente Miller: ¡Llévenselo a Guantánamo!
Como si tuviera un resorte bajo la silla, salí catapultado de ésta y me abalancé sobre uno de los gorilas arrebatándole su arma. En mi huída hice varios disparos al azar, a diestra y siniestra, sin apuntar ni mirar donde caían, con tan buena suerte (o mala quizás, ya no sé) que dos proyectiles impactaron en el pecho de Arnorld que cayó pesadamente sobre la mesa de la sala de inquisición donde se realizaba mi interrogatorio despedazándola, incrédulo de la impresión y con los ojos desorbitados, Arnold no atinó a nada mientras daba su último suspiro, sólo se persignó y balbuceó una plegaria. Corrí despavorido hacia el elevador que estaba con la puerta abierta como esperándome. Atiné a apretar todos los botones pero salí de el intuyendo que era una trampa mortal y me dirigí hacia la señal de exit que con sus grandes letras rojas apuntaba a las escaleras. Creí que conseguiría despistar a mis infatigables perseguidores con el truco del ascensor pero no fue así. No sabía si debía subir o bajar por las escaleras. Opté por lo segundo. Bajaba a grandes saltos y en algún momento tropecé y rodé escaleras abajo sin sentir dolor alguno. Las balas rebotaban en las paredes y el pasamanos de metal, pude escuchar la voz de Susan gritar: ¡Qué no escape! La primera puerta que ví en mi huída salteándome los escalones tenía el número tres, la siguiente el número dos y la tercera decía lobby. Abrí la puerta y corrí como loco hacia la puerta principal que daba a la calle, no sin antes batirme a balazos con los uniformados de la recepción. Sentí un ardor en uno de mis brazos y la sangre caliente teñía la manga blanca de mi camisa de rojo. Al salir noté que estaba en Washington, District of Columbia, ví el cartelito verde de la esquina que decía Murray Drive. Mulder, Susan y los gorilas me pisaban los talones. Crucé la pista sin mirar al taxi amarillo que me impactó del lado izquierdo, mientras volaba por los aires ví la película de mi vida retroceder como cuando se retrocede un dvd, volé varios metros y caí… estrepitosamente contra el suelo.
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: Patty
Comentario: Buenisimo !
Te dan ganas de que no termine ...
escribe la segunda parte ...la caida de Susan ,la perdida de su trabajo por no investigar a fondo !
El retorno a la vida de Arnold y se volvio actor ! etc etc
Fecha: 2010-12-03 08:20:28
Nombre: Abraham Saúl
Comentario: Muy entretenido, y muy bien llevado el relato. Te dan ganas de que no termine...