En algún lugar del planeta, había un espacio grande, muy grande donde crecían árboles, plantas y arbustos florales de todos tipos y tamaños. Todos ellos tenían algo en común: portaban unas flores hermosas. Los colores eran diferentes según la especie: amarilla, blanca, rosa, roja, y más colores, pero todos daban flor; excepto uno.
Entre todos los que habitaban ahí, había solamente una planta que nunca en toda su vida había dado flor; era una planta muy alta, había crecido mucho, pero era completamente verde y jamás le había brotado una flor. Esta plantita siempre estaba triste, pues no entendía cómo era que los demás siempre estaban de colores, y ella no. Al principio esperaba con emoción la lluvia, pues creía que después de alimentarse sus flores nacerían; pero nunca sucedió. Tiempo después fue perdiendo la esperanza, y la lluvia y el sol la ponían aún más triste. La plantita se sentía inferior a las demás, creía que no era tan bonita como las otras, y aunque los demás árboles y plantas la trataban de animar, diciéndole que ella era hermosa así sin flores, ella no se sentía mejor. Quería tener flores para ser como los demás.
Hubo un día, en que un hombre llegó a ese lugar con su pequeño hijo; cuando el niño vio todas las plantas, arbustos y árboles que había ahí, se puso muy feliz y le dijo a su papá:
-¡Mira papá! Estos árboles son hermosos, llenos de flores. Hay muchos colores y ¡huele delicioso!
-Así es hijo mío – le contestó su padre – son todos hermosos.
Siguieron caminando, hasta que se toparon con la plantita sin flores y el niño al verla se sorprendió.
-¿Por qué esta plantita no tiene flores, papá?
-Pues, porque así es ella; es otra especie y no da flor. – explicó el padre.
-A mí me gustan más los que tienen flores – dijo el niño.
Al escuchar eso, la plantita se puso aún más triste, pero el padre dijo:
-Hijo mío, quizá no tiene flores como las demás, pero esta plantita es justamente la que estamos buscando; ya sabes que tu madre está enferma, y necesita ayuda de una planta. Me han dicho que esta plantita es muy buena para su enfermedad.
– Entonces, ¿con ayuda de esta plantita, mi mamá se va a curar?
El padre le dijo que sí, y se pusieron a cortar algunas hojas de la plantita para llevarlas a la madre del niño. La plantita se emocionó al saber que estaba ayudando a alguien, pero no creía que ella fuera capaz de sanar una enfermedad.
El tiempo pasó, y la plantita seguía triste por no tener flores; hasta que un día, el niño regresó corriendo y gritando:
-¡Plantita!, ¡Plantita verde! ¿Dónde estás?
Cuando estaba en frente, la plantita vio que el niño estaba llorando, y se asustó.
-¡Plantita! ¡Mi mamá se curó! ¡Tú le salvaste la vida! ¡Gracias!
Y corrió a darle un abrazo a la plantita.
Así fue como la plantita derramó una lágrima, y seguido de eso comenzó a llover. La plantita verde, se puso feliz con la lluvia, al darse cuenta que ese alimento le serviría para seguir creciendo y poder salvar más vidas. También se dio cuenta de que, ella no era igual a las demás plantas y a los árboles; que en realidad todos eran muy diferentes, pero todos eran hermosos de manera distinta. Quizá ella no tenía flores de colores como los demás, pero ella era igualmente valiosa, y hermosa de una manera única, pues había ayudado a salvar una vida.
//alex
La plantita sanadora
Autor: Dalia Gutiérrez
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Cuento publicado el 04 de Mayo de 2021
Entre todos los que habitaban ahí, había solamente una planta que nunca en toda su vida había dado flor; era una planta muy alta, había crecido mucho, pero era completamente verde y jamás le había brotado una flor. Esta plantita siempre estaba triste, pues no entendía cómo era que los demás siempre estaban de colores, y ella no. Al principio esperaba con emoción la lluvia, pues creía que después de alimentarse sus flores nacerían; pero nunca sucedió. Tiempo después fue perdiendo la esperanza, y la lluvia y el sol la ponían aún más triste. La plantita se sentía inferior a las demás, creía que no era tan bonita como las otras, y aunque los demás árboles y plantas la trataban de animar, diciéndole que ella era hermosa así sin flores, ella no se sentía mejor. Quería tener flores para ser como los demás.
Hubo un día, en que un hombre llegó a ese lugar con su pequeño hijo; cuando el niño vio todas las plantas, arbustos y árboles que había ahí, se puso muy feliz y le dijo a su papá:
-¡Mira papá! Estos árboles son hermosos, llenos de flores. Hay muchos colores y ¡huele delicioso!
-Así es hijo mío – le contestó su padre – son todos hermosos.
Siguieron caminando, hasta que se toparon con la plantita sin flores y el niño al verla se sorprendió.
-¿Por qué esta plantita no tiene flores, papá?
-Pues, porque así es ella; es otra especie y no da flor. – explicó el padre.
-A mí me gustan más los que tienen flores – dijo el niño.
Al escuchar eso, la plantita se puso aún más triste, pero el padre dijo:
-Hijo mío, quizá no tiene flores como las demás, pero esta plantita es justamente la que estamos buscando; ya sabes que tu madre está enferma, y necesita ayuda de una planta. Me han dicho que esta plantita es muy buena para su enfermedad.
– Entonces, ¿con ayuda de esta plantita, mi mamá se va a curar?
El padre le dijo que sí, y se pusieron a cortar algunas hojas de la plantita para llevarlas a la madre del niño. La plantita se emocionó al saber que estaba ayudando a alguien, pero no creía que ella fuera capaz de sanar una enfermedad.
El tiempo pasó, y la plantita seguía triste por no tener flores; hasta que un día, el niño regresó corriendo y gritando:
-¡Plantita!, ¡Plantita verde! ¿Dónde estás?
Cuando estaba en frente, la plantita vio que el niño estaba llorando, y se asustó.
-¡Plantita! ¡Mi mamá se curó! ¡Tú le salvaste la vida! ¡Gracias!
Y corrió a darle un abrazo a la plantita.
Así fue como la plantita derramó una lágrima, y seguido de eso comenzó a llover. La plantita verde, se puso feliz con la lluvia, al darse cuenta que ese alimento le serviría para seguir creciendo y poder salvar más vidas. También se dio cuenta de que, ella no era igual a las demás plantas y a los árboles; que en realidad todos eran muy diferentes, pero todos eran hermosos de manera distinta. Quizá ella no tenía flores de colores como los demás, pero ella era igualmente valiosa, y hermosa de una manera única, pues había ayudado a salvar una vida.
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