El manjar
Autor: Luciano Gorosito
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Escapé por la ventana y ni siquiera se percato de ello. He corrido como un loco cortando campo hasta llegar a un refugio seguro dominado solo por el aire fresco y algún que otro reflejo de las luces del ocaso. No voy a pasar ni una sola noche más bajo el mismo techo que esa maldita criatura de apariencia gentil y modos refinados. No he oído ni un solo paso siguiendo los míos, ni sus demonios fueron capaces de darse cuenta que este estúpido no va a permitir ser devorado de ninguna forma. Para mi suerte tengo aún un poco de ingenio, éste me permitirá pasar de presa a cazador, voy a tenderle una trampa a la muy bruja, esto es la guerra, si, la guerra; hombre vs. bestia.
La noche ha cubierto todo, por eso regresé a casa despacio y con las garras afiladas. Nadie va a comerme ni un solo pelo mientras tenga fuerzas para defenderme. Esperé a ver como salían los demonios uno por uno de mi hogar. El noveno fue el último, lo sé porque los he contado muchas veces desde mi cama cuando entraban a mi cuarto para amenazarme. Crucé rápidamente la sala y me dirigí a su habitación sin encender ninguna de las luces. Allí estaba, durmiendo de costado como un maldito angelito, esperando pasen un par de horas para acecharme en mi alcoba. Ahora quién es el idiota eh? Salté a la cama y la sacudí para que despertara, lo hizo confundida, creyendo que todo era una pesadilla, sin poder reaccionar ante mis bofetadas. No le di tiempo a nada y acerqué mi boca a su cuello, le enterré mis dientes lo más profundo que pude hasta arrancarle un buen pedazo de carne del pescuezo. Valla si brotó sangre, eso era un río de aguas rojas manchándolo todo. Pero no me detuvo el abundante líquido morado ni tampoco los gritos de muerte que se desprendían de ella. La comí, la comí toda todita. Casi no le quedó cuello, solo un pequeño hilo de carne que apenas unía cabeza y cuerpo. Deliciosa, el mejor de todos los manjares que he probado en mi vida, sublime. La noche terminó con la luna llena en la ventana iluminado mis dientes que se entretenían con un poco de su muslo derecho también. Comí al menos medio muslo y puedo asegurar que llegué al hueso ¡llegué al hueso, llegué al hueso, sí señor, al hueso! Le arranqué tres dedos de las manos y dos dedos de los pies para el camino. Salí corriendo de mi propia casa como quien comete un delito aún sabiendo que había defendido mi vida y, obviamente, nadie podía juzgarme por ello, ni el mismo Dios. No, nadie. Al amanecer tomé el primer tren a mi tierra natal para descansar un poco en casa de mis padres. Pienso quedarme aquí unas semanas y partir luego a mi nueva morada, donde quiera que sea…
Esta nota fue hallada por la policía en la casa de los padres de César Sánchez. Describe el homicidio de la doctora Emilse Guiñeo, quien trataba a Sánchez en la clínica psiquiatrita Bellourd hasta la noche de su fuga. La profesional se convirtió en otra víctima más de los actos de canibalismo realizados por este brutal asesino. Aún se desconoce el paradero de Sánchez quien es intensamente buscado por las autoridades en todo el país.
“Mi nueva morada, donde quiera que sea…”
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: Rafael Téllez
Comentario: El cuento está bien, pero la ortografÃa no.
Valla es una cerca.
Vaya es una interjección.