Los ojos centellantes . Cuentos cortos de terror


Los ojos centellantes

Autor: Raquel Lara

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Cuento publicado el 17 de Mayo de 2013


La luna brillaba clara en lo alto del cielo. Hacía una noche húmeda y fría que pesaba sobre los árboles y el río. Todo estaba en silencio tan sólo se oía el rumor del viento y de las aves nocturnas. El reparador silencio solo duró un instante. De repente se escuchó un disparo seguido del sonido de un trote. Por el oscuro bosque una mujer corría. Ésta llevaba en brazos a un niño recién nacido envuelto en un manto blanco. Detrás pisándole los talones le seguía un caballo negro como el carbón y sobre éste iba montado un hombre cuyo rostro no se veía a causa de la oscuridad. La mujer huía aterrorizada sin saber a donde dirigirse. Su único pensamiento era la salvación de su hijo.
La luna brillaba clara en lo alto del cielo. Hacía una noche húmeda y fría que pesaba sobre los árboles y el río. Todo estaba en silencio tan sólo se oía el rumor del viento y de las aves nocturnas. El reparador silencio solo duró un instante. De repente se escuchó un disparo seguido del sonido de un trote. Por el oscuro bosque una mujer corría. Ésta llevaba en brazos a un niño recién nacido envuelto en un manto blanco. Detrás pisándole los talones le seguía un caballo negro como el carbón y sobre éste iba montado un hombre cuyo rostro no se veía a causa de la oscuridad. La mujer huía aterrorizada sin saber a donde dirigirse. Su único pensamiento era la salvación de su hijo.
Por la senda infernal de oscuridad aquella mujer corría tan aprisa que apenas sentía el daño que le hacían las ramas de los árboles sobre su rostro y las agudas espinas que se le clavaban en las piernas.

El jinete en su caballo la seguía muy de cerca, casi la podía tocar.Éste disfrutaba al ver como su víctima más se agotaba y como el miedo la paralizaba al ver que no tenía escapatoria. La mujer que veía cerca su fatal destino no tubo más remedio que ocultar al niño en aquel oscuro bosque y entregarse al incansable perseguidor.

Una vez acabada la persecución el bosque volvió de nuevo a la calma. Entonces resurgieron de la oscuridad unos ojos centellantes que estuvieron observando con detalle como la mujer escondía al niño detrás de un matorral.

Estos ojos luminosos se dirigieron hacia el lugar y el niño desapareció sin dejar rastro.


//alex


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