Se había envuelto en los lujos angelicales que sólo los más oscuros sacerdotes conocían. Embelesado por una fijación propia de los recónditos anhelos encarnados en la viveza sublime de la naturaleza.
Absorto y perdido en una nube de deseo pernicioso se halló inmerso. No podía concebir tal panorama sobrenatural que exhortase a los sagrados libros o las páginas prohibidas de los antiguos profetas como aquel en que vivía uno de los ensueños de desenfreno y concupiscencia que marcarían una estela imborrable a lo largo de su camino eterno.
Se había envuelto en los lujos angelicales que sólo los más oscuros sacerdotes conocían. Embelesado por una fijación propia de los recónditos anhelos encarnados en la viveza sublime de la naturaleza.
Absorto y perdido en una nube de deseo pernicioso se halló inmerso. No podía concebir tal panorama sobrenatural que exhortase a los sagrados libros o las páginas prohibidas de los antiguos profetas como aquel en que vivía uno de los ensueños de desenfreno y concupiscencia que marcarían una estela imborrable a lo largo de su camino eterno.
Ninguna explicación era lo bastante fehaciente como para desterrar a la duda y brotar de las algodonadas tierras de la incertidumbre algún germinado de verdad.
Ya más de uno se preguntaba cómo había salido de tan rebosante acto sacrílego a la luz; sin embargo, y para indignación de los fieles al Único, pocos se preguntaban cómo era que habían aceptado tremenda invitación a tan inicuo festín.
La copiosa nube continúo sin vacilar su maltrecho e inevitable camino hacia el que sería otro espacio fértil para esparcir su inherente sombra de oscuridad, declarando una vez más la épica batalla a su antítesis el Sol.
Los haces de luz jamás vieron a tan vil adversario secundado por el ritmo que su propio creador había estimado. Así, el celaje cobijo al nimbo y a todo aquel que bajo su espectro se posare.
//alex
Nimbo
Autor: Mario Curiel
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Cuento publicado el 05 de Junio de 2015
Absorto y perdido en una nube de deseo pernicioso se halló inmerso. No podía concebir tal panorama sobrenatural que exhortase a los sagrados libros o las páginas prohibidas de los antiguos profetas como aquel en que vivía uno de los ensueños de desenfreno y concupiscencia que marcarían una estela imborrable a lo largo de su camino eterno.
Absorto y perdido en una nube de deseo pernicioso se halló inmerso. No podía concebir tal panorama sobrenatural que exhortase a los sagrados libros o las páginas prohibidas de los antiguos profetas como aquel en que vivía uno de los ensueños de desenfreno y concupiscencia que marcarían una estela imborrable a lo largo de su camino eterno.
Ninguna explicación era lo bastante fehaciente como para desterrar a la duda y brotar de las algodonadas tierras de la incertidumbre algún germinado de verdad.
Ya más de uno se preguntaba cómo había salido de tan rebosante acto sacrílego a la luz; sin embargo, y para indignación de los fieles al Único, pocos se preguntaban cómo era que habían aceptado tremenda invitación a tan inicuo festín.
La copiosa nube continúo sin vacilar su maltrecho e inevitable camino hacia el que sería otro espacio fértil para esparcir su inherente sombra de oscuridad, declarando una vez más la épica batalla a su antítesis el Sol.
Los haces de luz jamás vieron a tan vil adversario secundado por el ritmo que su propio creador había estimado. Así, el celaje cobijo al nimbo y a todo aquel que bajo su espectro se posare.
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