En silencio rodé por el borde de la mesa, allí también estaban las pulseras y el reloj de mi portadora, nunca me llevé bien con ellos, por lo general lo único que deseaba era que llegara la noche para que los dejaran de lado.
-Vete de aquí, impostor- me gritaron. Los ignoro, he hecho más por nuestra dueña que todos ellos juntos.
Mi caída deja una ralladura sobre el piso de madera, seguro que me lo cobrará después, al igual que a cada ser que se atreve a rayarlo. Ya me las arreglaré con él, tengo cosas más importantes que hacer.
Rumbo a la puerta me encuentro con el celular de mi dueña en el piso.
-¿Qué pasó?- le pregunto-. Ella nunca te deja en casa.
-Creo que no quiere que la encuentren- me responde-. Habló de juntarse con un sujeto del apartamento de abajo, pero verás, no parecía ser el tipo de la oficina, ya sabes, aquél con el que son solo amigos, porque luego ella dijo…
-Gracias- lo corto y salgo rodando antes de que me narre cada conversación que ha transmitido.
Me propongo buscar a mi dueña y recordarle por qué me ha llevado consigo estos últimos tres años. Voy saliendo del apartamento cuando tropiezo en un bache de la madera y caigo en un horrible agujero. No creo que sea coincidencia.
-¡Eh!- le grito al suelo-, déjame salir.
-Ni lo sueñes, arréglatelas solo- me replica la madera terciada.
Gruño para mis adentros, no puedo creer que sea tan vengativo. Trato de saltar, pero el agujero es profundo. Debo salir y cumplir con mi trabajo, si algo le pasa al matrimonio compartiré la responsabilidad. No puedo dejar que se separen.
Entre mis saltos distingo una abertura al piso de abajo. Me pregunto si…
Ruedo y agrando la hendidura del entretecho. La escucho, escucho la voz de mi ama. Hay alguien más con ella, no importa; en cuanto me vea volverá con su marido.
Abro un camino entre el cableado eléctrico que me chilla para que deje de estorbar. Chispazos de dolor me sacuden, pero sigo adelante. Finalmente caigo sobre una cama grande y mullida que apenas siente mi presencia. Alguien me sujeta, reconozco su mano, la reconocería en cualquier lugar, me acaricia con suavidad, ya me siento encajando en su dedo.
De repente una súbita presión me comprime, cierra su puño con rabia y me arroja por la ventana.
Grito durante toda la caída como si alguien pudiera escucharme. Un suave golpeteo metálico se escucha cuando toco el cemento. Trato de entender qué fue lo que pasó, qué hice mal. Ruedo sin rumbo hasta que encuentro un espejo roto, entonces comprendo: descubrieron mi secreto. Por sobre mi superficie lisa se ven los manchones grises, aquellos lugares donde la pintura dorada comenzó a desteñirse.
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: Tomi
Comentario: Interesante cuento. Y curioso. Me gustó. Un saludo.
Fecha: 2010-05-28 07:35:08
Nombre: Carlos Alfonso
Comentario: Buena Matias.
Fecha: 2010-05-26 19:23:20
Nombre: Manuel Ibarra
Comentario: Felicitaciones por su cuento amigo MatÃas, excelente de principio a fin, saludos