Probar escribir un cuento 1
JUAN
Hoy es un día común, algo húmedo, salgo a caminar como siempre, a recorrer las distintas obras. Se siente el ruido de las hojas que se golpean entre sí, de los gigantes eucaliptos. Escucho los pájaros saludándose en el entorno del río, y cuando no circulan vehículos escucho hasta el ruido de las hojas pisadas por mí . La barrera que genera la calle, corta esa imagen de bosque fragmentándola en tiras de amanecer. Camino, recorro, escucho.
Al llegar a la construcción , con el clásico buen día reconozco al grupo de trabajadores muy variados en edades, vestidos con grandes manchas de cal. Predomina una ausencia de color. Sus figuras compiten con el fondo. Se pierde el contraste en el espacio aunque sea un día diáfano.
Al mando de la construcción esta Juan, un albañil grande , grandote , con manos duras y silencioso. Sus pausas al hablar duran un ratito. Al mirarlo en detalle tiene característica de un hombre bueno con una gorra enfundada en la cabeza que suavemente levanta cada vez que me saluda Su imagen se asemeja en mucho a la idea que tenemos de Papá Noel.
No se acuerda cuando empezó en esta profesión. De niño vivió en el campo con sus padres. Por eso sabe cómo criar animales , cómo atrapar una liebre , cazar un pájaro , comerlo, sin ningún respeto a la naturaleza, convencido de su pertenencia sobre ella.
Después esa relación cambió. La gente del campo fue perdiendo con los asesores financistas que, usando los vaivenes de la argentina, “prestaban” servicios para los campesinos. Días largos de trabajo, ¡los chanchos se comieron el resto del maíz¡¡¡. ¿Habrá que pedirle otro préstamo a don García para que engorden?, decía su padre. Porque si engordan rápido podremos devolverle lo de ahora y lo de tres meses pasados y saldamos las cuentas.
Pero el maíz no engordaba tanto como las deudas, don García , escuchaba con condolencias, la imposibilidad de devolver lo que debían.
Ahora el campo es de don García y a cambio de ese minifundio les dió para una casita en la periferia de Bell Ville, con lugar para la quinta y el horno de pan. Una casa de campo sin campo. Así quedaron saldadas las deudas. Y Juan se vino al pueblo para vivir de una forma distinta, con sábados ,domingos , televisión , verdulería y pan fresco, con mucho pero mucho trabajo. Y todavía, con más esfuerzo trabaja en la construcción y aprendió la profesión.
En la obra todos están ocupados en un trabajo dinámico pero rutinario. Siempre se hace lo mismo Desde el lugar de ingreso están diseminados por todos lados el cemento sobre maderas para que no se moje, la arena , siempre entremedio molestando. Ladrillos inútiles se codean con la granza en un clima de falta de espacio y mucho desorden con maderas y clavos. Se terminó de sacar el encofrado después de veintiún días. Ahora se comienza a preparar para aplicar revoque. Siempre pensé, que debería haber otra manera de eliminar esa forma de terminación. Es molesta, sucia, complicada, trabajosa. Pero no se me ocurre nada para mejorarla. Parece un problema más de repostería que de construcción.
Se arma un andamio bajo para que cuando revoquen puedan estar a la altura requerida para aplicar el cielorraso. Al mirar nuevamente el espacio veo una palomita chica de color gris con un palito en su pico, un ojo de alfiler negro me mira fijo con culpa. Trata de ponerlo en una junta de ladrillo sobre varias plumitas ya colocadas. Doy algunas recomendaciones para realizar un revoque correcto. Ellos saben cómo se hace. Por eso me miran con un gesto de conocimiento y uno queda como un cargoso, …no importa. Siempre hay que decir las tareas a realizar.
-Che muchachos ¿necesitan algo más? . Otro día paso. Chau , hasta luego.
Regreso a ver otras obras con la humedad a cuestas , llego al estudio . Aun veo el ojo límpido de la palomita.
Días después estoy parado en el ingreso de la vivienda el revoque avanza sobre el hormigón desnudo como una mancha que contamina el espacio, el piso, todo. El que no trabaja en este oficio no sabe que al estar mucho tiempo en el exceso de polvillo o en un aire calcificado notas que tu boca se pone amarga y una saliva mas pesada se suma a un gusto feo que endurece más el trabajo del albañil.
Los obreros están vestidos con mucha más cal que antes. Charlo con Juan. Doy las indicaciones de siempre y al mirar en ese ambiente veo más consolidado el nido, la paloma ya tiene pichones y mucho alboroto a su alrededor. Algo festejan. Disfrutan del nacimiento, me imagino... Pero la obra tiene que seguir y sobrepasar el espacio ocupado por ellos.
Los obreros me miran como cómplices para que tome la decisión de destruir el nido. Digo que el que llegue a sacar una pajita al nido no trabaja más con nosotros. Caras asombradas me miran. Siguen trabajando y sin hablar más me retiro.
Vuelvo a caminar contra ese aire húmedo que se define como un muro esponjoso a destruir paso a paso.
Unos días después recorro otra vez mi transitada senda. Llego a la obra y me paro en el lugar de siempre, saludo y aconsejo. Corrijo detalles, controlo lo vertical del revoque y su nivelación. miro y veo que la paloma gris con los tres pichones no está más. Me hierve la sangre. Ésa era para mí una cuestión personal. Creo ver el nido entre manchones blancos pero no existe, se esfumó, no está más. Nadie me mira, nadie habla. Sólo la radio que emite gritando su programa de música de cuarteto, de ritmo sincopado que me irrita más.
Lo miro a Juan y le pregunto ¿quién sacó el nido ? .
-Fui yo arquitecto, me contestó. Entonces lo percibí como un monstruo. Pensé que aún formado en el campo no sabía tener respeto a la naturaleza, lo juzgué, un vulgar depredador. Los peores calificativos le calzaban justo. Lo miré con desprecio y muy enojado.
Con unos ojos temerosos y sin decir ni una palabra Juan afinó la vista y miró hacia el otro extremo del espacio, detrás de mí, sobre mi espalda. Seguí su mirada. En una parte ya terminada del cielorraso veo unas plumitas y paja. El nido con la gris paloma y sus tres pichones mimetizado con el color del revoque, apoyado en una deformación del muro, (con la misma alegría con que la había visto anteriormente).
-¿Cómo pudo lograr el traslado?. Imagino el momento que pasaron los pobres pichones.
- No arquitecto. Yo necesitaba terminar el revoque y me acerqué al nido. Me saqué la gorra. Me acerqué lentamente mirando el grupo de madre y pichones a los ojos pensando que podría hacerlo. Puse mis manos lentamente debajo del nido y empujando, fueron penetrando los dedos como una red entre los ladrillos y él , comencé a levantarlos mientras les hablaba en un idioma en el que siempre nos entendimos los pájaros y yo. Y noté en los ojos de la paloma decirme que la trasladara , que tenía paz. Y la cambié lentamente al otro rincón de la habitación siempre hablando en un idioma mío similar al pi pi pi de los polluelos que aprendí en el campo por observar y amar todos los animales. Siempre tuve una forma de comunicarme con ellos. El mundo de ellos es similar al nuestro. La cosa es respetarnos y entendernos.
Estoy sorprendido y un poco triste por prejuzgar. Camino dos pasos y le doy un fuerte abrazo y al felicitarlo noto que se me nubla la vista.
Gracias Juan .
Pato
Vuelvo a mi estudio. Los eucaliptos emiten un sonido más agudo. ¿Será mi oído o el piar de los pichones ?. Creo que le dicen algo a Juan.-
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: rodrigo
Comentario: Interesante.
a criterio del lector ¿puede verse a través de un análisis del personaje un claro complejo de Edipo marcado en madre e hijos, de nuestro querido Freud... (esos pajaritos y esa madre) ?
bastante bueno.
saludos
Fecha: 2010-06-29 17:12:35
Nombre: Mario
Comentario: Excelente cuento Pato !! Prejuicios tenemos... tantos como humanos que somos, la diferencia es poder reconocerlos.
Fecha: 2010-06-29 08:54:09
Nombre: Carmen
Comentario: Una tierna historia donde la tecnologÃa convive con la naturaleza a través de la sensibilidad humana. ¿Pato es el nombre del arquitecto?
Fecha: 2010-06-28 02:57:34
Nombre: Ricardo
Comentario: Bien narrado. Bonita y tierna historia, pero no entiendo el último párrafo después de la firma del autor. Queda como huérfano, innecesariamente.