Del príncipe azul que todos conocíamos no quedó nada, lejos estaba su brilloso y dorado cabello, lejos estaba su esbelta figura, lejos su armadura dorada, lejos estaba su alteza.
Ahora solo había harapos y carne cortada, se debatía entre el vivir o el morir, su cansancio era tal, que respirar era de por si, una batalla, él había perdido en su infinito esfuerzo por derrotar una vez más al dragón, que siempre encerraba a su princesa, que la tomaba como su tesoro, que la llevaba una y otra vez a esa inmunda torre alta y distante, tesoro que el príncipe recuperaba una y mil veces.
Y es que ahora la historia había cambiado, el príncipe yacía en el suelo jadeante envuelto en un charco de sangre, esa misma que ya no era de color azul, verla brotar de sus entrañas por primera vez, fue una catástrofe, sin embargo él ya estaba preparado para ello. Sintió que se liberaba en el momento de aquel golpe certero a su pecho, el cual fue propinado por la garra grande y filosa del dragón.
La derrota se materializó en el golpe, que fue un acto planeado horas atrás en su propia mente, golpe que se alimentó de la deshonra reciente, y en el cansancio siempre presente de llevar eternamente la obligación de salvar una y otra vez a la princesa, salvarla de aquellas inmundas garras, del siempre presente dragón.
El príncipe ya se había cansado del ciclo interminable, por ello decidió que quería ser mortal, y así pensó que su sangre tal vez no era azul, que esta era roja como la de cualquier mortal que sufría el desamor o la marca de la deshonra, por ello cuando al enfrentar la bestia, y al ver venir la gigante horcada que llevaba la garra, se presentó con su pecho sin defensa, para entregarse al dolor liberador de la muerte que ahora lo acechaba.
Decisión que para el príncipe era mejor, que seguir atado al tedioso destino, que lo llevó siempre desde siempre, a ser el vencedor de un enemigo que no entendía, solo allí postrado en aquel mar de sangre roja, termino de comprender que siempre fue lo que no era, que él solo había sido el instrumento del cuento, que lo sumió en el ciclo infinito de vencer, y volver para vencer lo invencible, solo por la simple promesa del beso de la princesa que lo llevaría a vivir feliz por siempre. Pero ya había decidido que no sería suficiente con vencer al dragón para ser feliz, por ello rompió el ciclo y con ello ya no tendría que enfrentar al ladrón de la princesa, ya no más deseó el príncipe ser parte del círculo, allí en ese paraje, frente a la torre inmensa, esta vez con su pecho abierto encontró la muerte, se liberó y liberó a la princesa, para que por fin ahora ella pudiera ser feliz por siempre con su amante dragón, tal cual como se lo había susurrado la noche anterior.
//alex
El príncipe que no era de sangre azul
Autor: Carlos Alberto Gómez Agudelo
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Cuento publicado el 12 de Mayo de 2021
Ahora solo había harapos y carne cortada, se debatía entre el vivir o el morir, su cansancio era tal, que respirar era de por si, una batalla, él había perdido en su infinito esfuerzo por derrotar una vez más al dragón, que siempre encerraba a su princesa, que la tomaba como su tesoro, que la llevaba una y otra vez a esa inmunda torre alta y distante, tesoro que el príncipe recuperaba una y mil veces.
Y es que ahora la historia había cambiado, el príncipe yacía en el suelo jadeante envuelto en un charco de sangre, esa misma que ya no era de color azul, verla brotar de sus entrañas por primera vez, fue una catástrofe, sin embargo él ya estaba preparado para ello. Sintió que se liberaba en el momento de aquel golpe certero a su pecho, el cual fue propinado por la garra grande y filosa del dragón.
La derrota se materializó en el golpe, que fue un acto planeado horas atrás en su propia mente, golpe que se alimentó de la deshonra reciente, y en el cansancio siempre presente de llevar eternamente la obligación de salvar una y otra vez a la princesa, salvarla de aquellas inmundas garras, del siempre presente dragón.
El príncipe ya se había cansado del ciclo interminable, por ello decidió que quería ser mortal, y así pensó que su sangre tal vez no era azul, que esta era roja como la de cualquier mortal que sufría el desamor o la marca de la deshonra, por ello cuando al enfrentar la bestia, y al ver venir la gigante horcada que llevaba la garra, se presentó con su pecho sin defensa, para entregarse al dolor liberador de la muerte que ahora lo acechaba.
Decisión que para el príncipe era mejor, que seguir atado al tedioso destino, que lo llevó siempre desde siempre, a ser el vencedor de un enemigo que no entendía, solo allí postrado en aquel mar de sangre roja, termino de comprender que siempre fue lo que no era, que él solo había sido el instrumento del cuento, que lo sumió en el ciclo infinito de vencer, y volver para vencer lo invencible, solo por la simple promesa del beso de la princesa que lo llevaría a vivir feliz por siempre. Pero ya había decidido que no sería suficiente con vencer al dragón para ser feliz, por ello rompió el ciclo y con ello ya no tendría que enfrentar al ladrón de la princesa, ya no más deseó el príncipe ser parte del círculo, allí en ese paraje, frente a la torre inmensa, esta vez con su pecho abierto encontró la muerte, se liberó y liberó a la princesa, para que por fin ahora ella pudiera ser feliz por siempre con su amante dragón, tal cual como se lo había susurrado la noche anterior.
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