La pieza se queda en silencio, trato de acomodarme en mi cama, aún sintiéndome como un extraño en aquella casa tan grande. Quiero dormir y entrar de una vez en aquel mundo fantástico que me brindan los sueños, el único lugar en el que me siento verdaderamente a gusto. Intento cerrar los ojos y esperar, los minutos pasan sin que ocurra nada. Cada vez me siento más frustrado, estoy cansado, pero no llega el sueño a rescatarme.
A mi lado escucho la suave y acompasada respiración de mi hermana menor, la envidio por haberse dormido tan fácilmente. Me doy la vuelta y miro por la ventana, las cortinas se quedaron descorridas dejando entrar el tenue brillo de la luna. No sé cuánto tiempo permanezco en trance dejándome llevar por la luz que ilumina el jardín, lo que sí sé es que aquel muchacho sigiloso no debería estar paseándose por allí. Recupero fugazmente la conciencia de la realidad. A través del cristal nuestras miradas se cruzan, por un segundo el tiempo parece detenerse, me doy cuenta de todos los detalles, su polerón verde, sus jeans azules y su jockey beige. No sé que habrá visto él en mí, ni tampoco me importa mucho, pero lo más probable es que haya sido miedo. Él es el primero en romper el contacto, gira la cabeza, siento como si me librara de un fuerte hechizo que me mantenía sujeto y echo a correr.
-¡Mamá, mamá!- grito.
Mi madre aparece preocupada. Le cuento lo que vi, ella activa la alarma, busca a mi hermana y llama al guardia. Esperamos los tres en el recibidor, me encuentro asustado tratando de buscar consuelo. Al cabo de unos minutos aparecen tres carabineros en la puerta. Dos hombres y una mujer, todos altos y bien derechos, sin embargo no me inspiran la confianza que necesito. Le cuento al más grande lo que vi, pero solo obtengo unos “Ya, de acuerdo” por respuesta. El más gordo toma notas en su libreta mientras habla con mi mamá, pero no hacen nada salvo revisar el patio y calmarnos diciendo que estarán vigilando. Durante mucho tiempo me preguntaría si de verdad creyeron algo de lo que les dije…
6 años después…
Un bocinazo y mi abuela sale a recibirnos, a mí y a mi hermana. El furgón amarillo se aleja mientras entramos a la casa. Voy a dejar mi mochila a la pieza del computador, nuestro antiguo dormitorio. Hay barro en el piso, será del que viene a arreglar la piscina. Entro al baño, más barro, una ventana rota, y un jockey beige olvidado sobre el lavamanos.
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Últimos comentarios sobre este cuento
Nombre: Carlos Alfonso
Comentario: Buena Matias, de principio a fin la lectura.
Fecha: 2011-08-04 09:33:44
Nombre: Ana
Comentario: Un cuento si es cuento, a mi parecer, podrÃa ser una realidad...
Ademas me parece que está sin terminar, deja en suspensos